Capítulo treinta y siete: Dolor

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Yukio observaba en silencio como su gemelo se batía en duelo con Shura. La de cabello bicolor simplemente sonreía con una mezcla de orgullo e irritación, pronto sus brazos cedieron un poco y quedó frente a frente con Rin con tal de no salir despedida por la fuerza del chico.

"¿Y querías que entrenara a este pequeño monstruo desde tan joven, Shiro?"

Shura no pudo verse reflejada en su pupilo temporal. Ella tuvo sed de aprender y ser aceptada por aquel que era su tutor, pero Rin no sabía como sentirse exactamente. La Kirigakure se preocupó por él, pero no dijo ni demostró nada. No quería que el mayor de los gemelos convirtiera su tristeza en rencor...

— ¡Nii-san! ¡Apágalas!

El castaño se sintió morir cuando los arboles y arbustos cercanos se prendieron en fuego azul, y él tuvo que alejarse del árbol bajo el cual los vigilaba. Shura miró con enojo al joven cuando su gabardina de exorcista, aquella que sólo se ponía cuando no tenía otra opción, había desaparecido de su cuerpo al haber sido consumida por el fuego.

— ¡Hey! ¡Maldito mocoso! ¿¡Acaso quieres quemarme en una hoguera o qué!? ¡Apaga todo esto!

— ¡L-Lo siento! ¡No sé que sucedió! Hace mucho que no me pasaban este tipo de accidentes...

Shura sabía que si eso pasaba, el Rin que conocía sería devorado por aquella otra mitad que todavía no despertaba del todo.

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Cada día que pasaba, su cuerpo se llenaba de heridas nuevas y terminaba bañado en su propia sangre. Con cada hora, sus muñecas se iban lacerando a nuevos niveles, al punto en el que en una ocasión sintió que casi se arrancaba la mano al dar un tirón de los grilletes.

Con cada minuto, su mente le torturaba con la agonía de saber lo que pasaría y los graves daños colaterales que se generarían con los planes que poseía el dios de Gehena. Amaimon se encontraba adormilado y muy exhausto.

Entre cada pestañeo, escuchaba con claridad como los Ghoul y demás demonios menores hacían el amago indeciso de acercársele. Los familiares de Astaroth deseaban comérselo.  No buscaban algo tan estúpido como la venganza por su amo, sino que codiciaban su puesto.

Por el momento, únicamente quedaban 6 Reyes Demonio. El ocupaba el sexto puesto, o lo ocuparía sino hubiese renunciado a su título, pero eso era lo de menos. Esa era una noticia no sabida en el Makai, para el resto aún seguía siendo reconocido como el Rey de la Tierra. Pero vaya Rey.

Nadie sabía porque el menor de los Baal estaba siendo castigado. Muchos se cuestionaban que estupidez habría hecho ¡Incluso corrían los rumores de que intentó un golpe de estado contra su padre! Con el obvio resultado de perder. De no estar en aquella deplorable situación, Amaimon se reiría de buena gana.

"Rin..."

Sintió el olor fétido de los Naberius y eso fue suficiente para obligarlo a abrir los ojos. Les lanzó una dura mirada y los demonios menores retrocedieron. Amaimon miró sus uñas, solía morderlas y estas crecían a las pocas horas, sin embargo ahora parecían garras. Sentir su cuerpo entumido era una de las escasas cosas que lo ayudaban a no dormirse.

Justo cuando ya se estaba resignando a tener que guardar energías e intentar nuevamente el escapar, el eco de unos pasos por el pasillo causaron que los otros demonios huyeran y lo dejaran solo. Normalmente, eso pasaba sólo cuando su padre lo visitaba. No obstante...

— No puedo verte, pero por todo ese olor a sangre, debo suponer que te ves miserable.

No tuvo fuerzas ni deseos de responder, tampoco era como si pudiese contradecir esa afirmación. El peliverde apenas y se dignó a dirigir la mirada a los barrotes que decoraban la pequeña rendija de la pesada puerta. Su mirada se cruzó con dos cuencas vacías.

Entre demonios... [Amaimon X Rin] #PGP2018 #PR2018Where stories live. Discover now