Capítulo treinta y seis: Planes

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Rin mantenía la mirada en el cristal de la ventana. El cielo estaba totalmente obscuro, aquella noche la luna renegó en aparecer. Indiferente a su caótico estado emocional, el vehículo en el cual viajaban hacia un sitio desierto siguió avanzando. La urna en la cual yacía la Reina Impura permanecía rodeada de Arias que no dejaban de recitar mantras.

Los rezos de los exorcistas poco a poco comenzaron a crisparle los nervios, ya que además de ser molesto aquel murmureo continuo, ellos le veían de vez en cuando con un terrible recelo. Más de una vez tuvo que evitar acribillarlos con la mirada y exigirle que dejaran de verlo como si fuese una especie de peligrosa bestia.

En medio de su ansiedad, llevó su mano al interior del bolsillo de su pantalón para sujetar su móvil y se resistió a extraerlo de ahí. Frunció el ceño y trató de despejar su mente, pero no funcionaba. ¿Cómo hacerlo? No estaba así porque tuviese que eliminar otro histórico demonio, ni tampoco porque lo tuviesen fichado tanto en Asshia como en Gehena...

— ¿Estás bien, Rin?

— ¿Qué? Ah... Sí. No te preocupes, viejo.

Cuando Shiro le dio una mirada de preocupación y desistió de la indirecta petición de que le fuera honesto, Rin no resistió más y sacó su celular apenas el Paladín se dio la vuelta. Encendió la pantalla y lo primero que captó su atención fue la imagen de fondo. Se encontró con la foto que había tomado el mismo día que le declaró sus sentimientos a Amaimon. Ambos sonriendo al estar sentados en las frágiles escaleras del pórtico de la maltrecha cabaña.

Recordó lo mucho que, con el paso de los años, el peli-verde se demoró en aprender a sonreír sin parecer un psicópata, sobre todo en dejar de reír con aquella risa desquiciada que le daba escalofríos y le hacía desear con todas sus fuerzas que el mayor se atragantara con la piruleta que comía con tal que parase. De hecho, una vez realmente pasó a trabársele el dulce en la garganta.

Así como ese, existían muchos más recuerdos. Los festivales de fin de año compartidos, las caminatas regreso al monasterio después de clases, sus días de convivencia cuando él cursaba en el parvulario. Fue rememorando poco a poco, y en vez de arrancarle una sonrisa debido a la nostalgia de los recuerdos felices, eso únicamente lo hizo sentir peor.

Su mirada recayó en la hora, se quedó un rato viendo los minutos pasar, antes de dirigir la vista hacia la fecha y pasarse un rato en un completo silencio. Cuando la mirada comenzó a empañársele, no pudo hacer otra que no fuera chasquear la lengua y cubrirse los ojos con el antebrazo.

"Amaimon-nii..."

Era más de la medianoche del 15 de noviembre. Rin sintió que su estómago quiso devolver su cena al recordar la razón de no estar juntos. Era el primer cumpleaños de Amaimon que pasaban sin celebrar...y necesitaba que alguien le asegurara que aquella fecha tan esperada para él, por su significado simbólico, no terminaría siendo una visita a un cementerio.

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.

Todo lo que Amaimon podía hacer en el transcurso de cada día, era gritar de agonía y lanzar todos y cada uno de los improperios que evitó usar frente a Rin. Debía admitir que, pese a que se volvió más fuerte durante esos 10 años, su tolerancia al dolor disminuyó de forma drástica.

Nunca antes había gritado por ese tipo de tratamiento, sobre todo porque sabía que su padre no iba en serio. Conocía que, no importaba las ideas arraigadas que los humanos tuviesen, hoy en día Satán no era ni de lejos el mismo tirano déspota que solía ser...

— ¿No cree que está siendo muy suave con él?

La prueba más fiel era el hecho de que aún no lo había destripado vivo. E igual venía siendo la causa de que Lucifer, aunque hubiese disfrutado de presenciar el primer día de su "castigo", actualmente se encontraba indignado por la levedad con la que Satanás se tomaba las acciones de su tercer hijo. 

Entre demonios... [Amaimon X Rin] #PGP2018 #PR2018Where stories live. Discover now