Capítulo cinco: Linaje

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"El interés de todo niño es saber quiénes son sus padres..."

— Buenos días, Rin — saludó Shiro — Feliz navidad.

— Feliz navidad, papá — el pequeño abrazó al de cabello gris.

Rin, después del Paladín, había sido el primero en levantarse esa mañana. La razón de que Shiro madrugara en navidad, se debía a que cuando amaneció y los rayos del sol le despertaran al darle en la cara, se percató de la ausencia de Samael. Le buscó por la casa, preocupado de que se acercara a los gemelos y se desatara el desastre. Justo cuando desistió de seguir buscando, en uno de los pasillos divisó a Rin y le deseó felices navidades.

"En parte, quisiera haber sido la excepción..."

— Buenos días, Rin.

— ¡Amaimon! — chilló el pequeño sonriente.

Dos días después, el 27, Rin había pedido permiso para salir a comprar en una tienda de conveniencia cercana al monasterio. Shiro había aceptado, después de todo no iría demasiado lejos además que eran apenas las siete y media de la mañana, recién acababa de amanecer y es cuando los demonios tenían una actividad casi nula.

Apenas tuvo el permiso, Rin sacó a escondidas aquella arma que tomó de ese cajón dos días atrás, y se retiró del monasterio. Caminaba balanceándose levemente de un lado a otro debido al peso del arma. Al doblar la esquina del monasterio, la correa de cuero del estuche casi se le resbaló de las manos, pero por suerte pudo volver a reafirmar su agarre y evitar caerse junto con el arma al suelo. Una vez recobró el equilibrio, se dispuso a seguir caminando, pero tuvo que detenerse.

Oyó el ruido de las hojas moverse, y alzó la mirada, para encontrarse con Amaimon. El demonio de la tierra estaba sostenido por las piernas a una de las ramas bajas del árbol, usando los dedos índice y pulgar de cada mano como prismáticos, a escasos centímetros de Rin. Le saludó, y obviamente el niño se alegró al verle. El joven se soltó de la rama a la vez que se impulsaba hacia adelante, aterrizando elegantemente en el suelo, quedando a un lado del pequeño.

— ¿Qué es esto? — preguntó Amaimon después de un rato.

Rin se dirigía a la tienda de conveniencia, sí, pero igualmente tenía intenciones de pasar a un parque que quedaba frente a esta. Lamentablemente, aquel parquecillo, se encontraba abandonado. Nadie iba a jugar a él, y eso era debido a los rumores que se cernían con respecto a ese lugar, por lo cual casi todo el tiempo estaba absolutamente desolado.

Amaimon cargó desde su encuentro la katana, llevándola él se hizo invisible para las personas comunes, y fueron primero a la tienda. Rin compró varios dulces, sintiéndose un niño grande por pagar el mismo, y se retiraron de ahí. Se detuvieron en el parque, en uno de los lugares más guardados de la vista, y tomaron asiento en una banca. La curiosidad del demonio de la tierra le llevó a preguntarle al pequeño qué era lo que traía consigo.

— Creo que es una katana de verdad — mencionó no muy seguro, pero emocionado.

— ¿Una katana?

Intrigado, Amaimon se desmontó de encima la correa, y abrió el cierre del estuche rojo. Con sólo ver asomarse la empuñadura, la tomó y sacó el arma dejando la tela a un lado. Examinó visualmente la katana, cosa que Rin imitó, mientras meditaba al verla. Tenía una idea sobre el arma, pero no estaba ni medianamente seguro de si iba por la suposición correcta, así que procedió a cerciorarse.

— ¿Así que ésta es la famosa Koumaken? — se preguntó a sí mismo.

— ¿Koumaken? — preguntó la infantil voz de Rin.

Entre demonios... [Amaimon X Rin] #PGP2018 #PR2018Where stories live. Discover now