26. No existen las pequeñas aventuras en Milán

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¡Hola! Bueno, un capítulo bastante largo para compensar este largo tiempo sin actualizar. Pero no fue porque no quería, juro que me senté a escribir muchas veces, pero sólo podía escribir un par de renglones. Este capítulo lo habré borrado y vuelto a escribir al menos unas dos o tres veces. Y ni siquiera me parece tan bueno como los otros, así que no estoy de humor. Normalmente quiero mantener como me siento, totalmente separado de mis trabajos, pero perdón si se notó y no se pudo evitar.

Voten y comenten que les pareció, por favor. Saben que amo saber lo que piensan de esta historia.

Gracias por todo el apoyo, los votos, las leídas y sobretodo los comentarios.

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 <Alice.>

—¡Por ahí no! ¡Aquí! –grité y él me siguió, pero por supuesto, era más veloz que yo. No faltó mucho para que yo quedara un par de metros por detrás, se dio cuenta y retrocedió para tomarme de la mano y ayudarme a aumentar el paso. Me empujó a un callejón e instantáneamente él también se lanzó.

No sé como pero terminamos ambos tendidos en el frío y duro suelo de algún callejón en Milán. Nuestras respiraciones estaban agitadas, me senté rápidamente y lo tomé fuertemente del brazo para arrastrarlo conmigo detrás del enorme contenedor de basura. Con los dedos temblorosos, me llevé uno a la boca para indicarle de no hacer ruidos, él asintió nervioso y me apretó la mano. Imité su gesto y aguardamos.

Luego de unos interminables minutos que parecieron años, dejé escapar la cantidad de aire que había estado guardando en mi pecho. Dejé caer mis hombros y me llevé las manos al rostro para despejar la suciedad que se había pegado luego de rodar por la sucia calle.

—¿Estás muy molesta? –me preguntó apenado, refiriéndose a uno de los muchos sucesos de hoy en la madrugada.

—Lo estoy.

—No me satisface recordártelo, pero te salvé la vida.

Apreté los puños y lo miré. —Sí, y te lo agradezco verdaderamente, Leo. Pero ahora mismo no puedo… -meneé la cabeza- Dijiste que confiabas en mí y que me creías capaz, ¿era mentira?

—Por supuesto que no –cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared repleta de graffitis- Pero si te dejaba ir, y luego te pasaba algo, jamás me lo perdonaría.

Suspiré y recosté mi cabeza sobre su hombro.

Bueno, quizá se sientan perdidos.

Todo empezó el día anterior.

—Creo que será conveniente que vaya sola –solté de la nada.

De pronto, todas las miradas se centraron en mí, como si hubiese dicho la locura más grande del mundo, aunque bueno, en parte lo era. No me atrevía a mirar en dirección a Leo, porque no quería encontrarme con su mirada paranoica y sobreprotectora.

—¿Acaso estás loca? –me preguntó Piper.

—No, él no me hará daño, al contrario, los salvaré a ustedes y podré hablar pacíficamente con él –contesté.

—Perdiste la cabeza –dijo con un bufido.

—Estás soñando si piensas que te dejaré ir sola –me dijo Leo, a mi lado. Seguía sin atreverme a mirarlo a los ojos.

Apreté los puños e intenté pensar en una manera de hacerles entender que estaba haciendo lo correcto.

Todo empezó cuando volvimos al Argo II luego de nuestra exitosa misión en la catedral de Notre-Dame. Tuvimos dos horas para descansar y asearnos, cuando nos volvimos a reunir, llegamos a la conclusión de que debíamos atrapar a Asclepio… dios de la medicina. Él poseía dones inigualables, incluso podía resucitar a los muertos, pero con esa misma facilidad podía matar. Claro, hasta ahí mi idea parecía una misión suicida, pero Asclepio era hijo de Apolo. Sería como una reunión familiar muy extraña, además, podría preguntarle en qué consistía mi tercer don, el que nunca pude entender: mis habilidades con el manejo de la luz. ¡Era obvio que Apolo no iba a contármelo! Necesitaba ir porque yo podía hablar con él y lograr que no nos mate, y también lo necesitaba para averiguar qué demonios era ese misterioso don. Tampoco iba a ser egoísta como para atrasar la misión y poner en peligro la vida de mis amigos por esto, necesitaba hacerlo sola.

Fix Me {Leo Valdez}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora