Le dieron la información que necesitaba para quedar registrados y luego le advirtieron de la presencia de supervivientes en las paradas de metro de Avenida América y Gregorio Marañón. El policía les hizo algunas preguntas para conocer el número de personas y la ubicación exacta.

─¿Podrán socorrerles? ─preguntó Saúl.

─Vamos a hacer todo lo posible. Voy a avisar a las patrullas que hay ahora mismo fuera ─dijo mientras cogía de nuevo el auricular del teléfono.

─Gracias ─dijo Álvaro.

Dieron media vuelta para alejarse de la ventanilla, pero Álvaro pareció acordarse de algo de repente y volvió a hacer una última pregunta.

─Perdone ─dijo─, ¿hay un servicio por aquí?

El agente sacó la mano por la ventanilla para indicarle donde estaban los aseos.

─Ahora vengo ─le dijo a Saúl─, tengo una urgencia.

─Ok, te espero aquí ─contestó Saúl. Y se sorprendió de que él mismo no tuviera necesidad de ir también al baño. Estaba seguro de que las ganas le vendrían en el momento más inoportuno. En ese momento, lo que sentía era hambre.

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Conversación en SUPERVIVIENTES

Álvaro: «Chicos, lo hemos conseguido! Estamos en la comisaría. Van a ir a recogeros»

Manolo: «Toma ya!»

Isabel: «Qué alegría!»

José Manuel: «Todo bien? Estáis bien?»

Rosa: «Que bien, de verdad, que ganas de salir de aquí»

Álvaro: «Sí, todo bien. Aquí hay muchísima gente, pero nos han atendido muy bien. Estamos a salvo»

José Manuel: «Genial!»

Álvaro bloqueó su móvil y se lo metió en el bolsillo para poder limpiarse. Acababan de llamar a la puerta. Había gente esperando para entrar en el baño.

Por su parte, Saúl recorrió la estancia con la mirada, pero no vio ninguna máquina expendedora de comida. Se preguntó si habría algún bar dentro de la zona acordonada por la policía. Eso sería realmente increíble.

Salió a la calle. Ahora parecía haber más gente apelotonada en la entrada de la comisaría. Parecían estar nerviosos. Afortunadamente, un policía se acercó para calmar los ánimos.

Sorteó al grupo de personas y descubrió que justo delante de la comisaría había dos establecimientos: Namit Gastrobar y Restaurante Naguina.

La boca se le hizo agua de forma instantánea y las tripas rugieron dentro de él.

Los dos locales estaban abarrotados de gente y aún había más personas fuera, empujando para entrar. Le daba igual. Tenía que intentar conseguir algo de comida.

Pero justo cuando se disponía a cruzar la calle y unirse a uno de los grupos de los que empujaban para entrar en uno de los bares, un grupo de policías retiró las vallas amarillas de un lado del tramo de calle acordonado. Antes de que pudiera preguntarse el motivo, vio como entraba un furgón de la policía en el área reservada. Los policías volvieron a cerrar la entrada tras su paso.

El furgón paró delante de la puerta de la comisaría y un policía uniformado con la indumentaria de un antidisturbios abrió desde dentro la puerta lateral corredera.

─¡Adentro! ─dijo mientras bajaba del vehículo.

Se apartó un poco y dejó paso a la gente que se había estado amontonando en la entrada, y que no dudaron en subir tan pronto como pudieron.

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora