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Gabriel Torres entró corriendo y cerró el pestillo de la puerta tras de sí. Se desabrochó los pantalones y miró la taza del retrete, estaba sucia, pero lo había hecho en sitios peores. Se bajó los pantalones hasta las rodillas, se dio media vuelta, se agachó todo lo que pudo sin llegar a tocar la cerámica y relajó los esfínteres.

Una sensación de alivio casi orgásmico recorrió todo su cuerpo. Sus piernas flaquearon por un instante, no aguantaría esa posición mucho más tiempo. Buscó sin éxito el papel higiénico, siempre pasaba igual. Se metió una mano en el bolsillo del pantalón mientras la otra buscaba apoyo en el pomo de la puerta, encontró un pañuelo de papel usado sólo una vez y se limpió con él como pudo.

Cuando acabó respiró aliviado, estaba sudando. Se subió los calzoncillos y los pantalones con cuidado. La cisterna no funcionaba. Salió del aseo y se lavó las manos sin jabón. Las toallitas de papel se habían acabado, con lo que tuvo que usar el secador de aire caliente automático, que funcionaba bastante mal. Terminó secándose las manos en la parte externa de los muslos de sus pantalones vaqueros.

Al terminar observó su reflejo en el espejo por un instante. Parecía cansado, y realmente lo estaba, pronto aparecerían las típicas ojeras. El pelo estaba intacto, como recién peinado, gracias a la gomina super fuerte que había empezado a usar aquella misma semana. El pelo hacia arriba le daba un aspecto juvenil y desenfadado que le gustaba. Se pasó la mano por el mentón, necesitaba un afeitado, el cuello de la camisa empezaba a irritarle el cuello.

Salió del aseo de caballeros, ahora en el bar había menos gente. Gerardo Márquez, su jefe, le estaba esperando sentado a la mesa, que aún estaba llena con los seis cascos de cervezas que se habían bebido entre los dos. Gerardo parecía estar guardándose algo en el bolsillo trasero de su pantalón, posiblemente la cartera, lo que indicaba que ya había pagado, por fin podría irse a casa. El día de curro había sido duro, y después de tirarse más de nueve horas delante del ordenador, su jefe se empeñó en invitarle a una 'cerveza rápida', cuando él lo que quería era irse a casa. Como siempre, la cerveza rápida se había convertido en tres rondas.

─¡Joder, tío, cómo tardas en mear! ─exclamó Gerardo cuando lo vio aparecer─, ¿no te la habrás estao tocando?

Gabriel arqueó las cejas como única respuesta, ya no le sorprendían aquellos comentarios soeces de su jefe, después de oírlos durante dos años uno se acaba acostumbrando. Gabriel se sentó en frente de Gerardo.

─Iba a pedir la última ronda, pero el camarero me ha dicho que van a cerrar ya.

─Es tarde ─fue lo único que dijo Gabriel, deseaba irse a su casa ya.

─Sí ─contestó Gerardo─, se está haciendo tardecillo y mañana hay que currar. Vámonos.

Salieron del bar, ya había pasado de media noche y empezaba a refrescar bastante.

─Te llevo en coche ─le dijo Gerardo a Gabriel.

─No te molestes, vivo aquí al lado.

Gerardo asintió y se despidieron hasta el día siguiente.

Gabriel caminó unos minutos hasta su casa, intentando ocultar su cuello entre sus hombros para evitar el frío que se colaba por el hueco de su camisa.

Su piso estaba oscuro y frío, pero no le importó. Fue al baño, orinó, se lavó los dientes, se desvistió, se puso la camiseta que usaba a modo de pijama y se metió en la cama. Antes de apagar la luz cogió el móvil.

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Nombre de contacto: SOFÍA

Enviado: 01:34:52

Texto:Chica, espero no despertarte, acabo d llega a casa, mu cansao. me voy a la cama. descansa mucho. hablamo mñn. besitos.

Cuando pasaron cinco minutos sin obtener respuesta supuso que Sofía ya estaba durmiendo, como era de esperar. 

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora