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Sofía Prieto sonrió al leer el mensaje de Gabriel.

«Pobrecito, que se tiene que ir de cervezas con el jefe» pensó antes de volver a bloquear el móvil y dejarlo en la mesita de noche.

Estaba cansada. Aquella noche había descansado, pero no había dormido lo suficiente, siempre le pasaba lo mismo cuando comenzaba un libro: lo devoraba. Si la trama le enganchaba no podía dejar de leer, sencillamente no podía. Había sentido la vibración del móvil cuando Gabriel le envió el mensaje, pero no le prestó atención, estaba demasiado concentrada en la lectura. Cuando terminó el libro, un par de horas más tarde, estaba demasiado cansada y ni se acordó del móvil, con lo que no lo leyó hasta por la mañana.

Se quedaría en la cama al menos dos horas más, su cuerpo se negaba a hacerle caso, pero había quedado con un posible proveedor por la mañana y no le gustaba hacer esperar.

«Nota mental: no leer entre semana libros con más de cuatrocientas páginas»

Se sentó lentamente en la cama, echaba de menos despertarse al lado de Gabriel, estaba segura de que él, en ese momento, le agarraría de la cintura y le arrastraría otra vez dentro de la cama, "cinco minutitos más, porfi", le diría mientras le besaba en la espalda y en el cuello. Pero nadie la retuvo cuando se levantó pesadamente y nadie la interrumpió mientras se duchaba. Le encantaba que Gabriel la sorprendiera cuando estaba enjabonada y le ayudara a frotarse la espalda. Las duchas sin él eran más aburridas y sistemáticas. Ya no disfrutaba lo mismo, pero se esforzaba en pensar que había hecho bien animándolo a que se fuera a Madrid, aquella "fantástica oferta laboral" no podía ser rechazada. La indecente cantidad de dinero que abultaba la cuenta corriente de Gabriel al final de cada mes compensaba la relación a distancia. Al principio se dijeron que sólo sería por un año, pero la cosa se alargaba cada vez más y Gabriel ya llevaba casi tres años viviendo en Madrid. Tres años en los que sólo se veían dos o tres fines de semana al mes.

Mientras se maquillaba recordó la crisis que tuvieron a los dos años de estar separados, la distancia consiguió hacer mella en ellos y se distanciaron aún más por culpa de las continuas peleas y reproches telefónicos. Pero ahora ya no intentaba que él volviera a Córdoba. Pensaba que sería más fácil para los dos que ella se mudara allí con él, podría montar un segundo spa urbano en Madrid, pero para aquello aún necesitaba un poco más de tiempo. No sería tan difícil como empezar desde cero, como hizo en Córdoba, porque ya contaba con contactos y conocimientos, pero necesitaba más tiempo para acabar el estudio de mercado y organizar algunos detalles, no quería precipitarse.

Salió del piso y bajó en el ascensor hasta el garaje, allí estaba aparcado su honda Civic plateado. La única ventaja que ella encontraba en el hecho de que Gabriel viviera en Madrid ahora, aparte del dinero, era que los dos coches podían dormir en garaje. Antes, uno de ellos debía pasar la noche en la calle, y normalmente había sido siempre el suyo, no sabía por qué.

Había quedado con Roberto Almendro en la estación de trenes a las 10h de la mañana. El posible proveedor venía desde Madrid sólo para conocer las instalaciones que Sofía tenía en su spa y para hablar con ella cara a cara de lo que le podía ofrecer su "empresa internacional y puntera en el sector".

Sofía estacionó su coche en el lateral de la estación, en una zona en la que no estaba permitido aparcar, con lo que se quedó en el coche mientras esperaba la llamada de Roberto, avisándole de que ya había llegado. Se quitó el cinturón de seguridad y cogió su iPhone.

Whatsapp

Nombre de contacto: AAmor

Enviado: 09:53:12

Texto: Buenos dias pekeño,espero q hayas descansao bien después de la fiestita de ayer.Estoy en la estación esperando al proveedor. Te deseo buen día.Besitos.

Cinco minutos después de escribir a Gabriel recibió la llamada de Roberto. El AVE procedente de Madrid acababa de parar en la estación de Córdoba. Sofía salió del coche para ir a recogerlo.

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora