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El coche de policía aparcó dando un frenazo sobre el bordillo delante de la puerta del spa. Detrás de él aparecieron dos ambulancias y otra patrulla.

Se habían dado toda la prisa que habían podido, pero era evidente que llegaban demasiado tarde, en la calle ya había un grupo de gente bastante alterado, que, por su indumentaria, parecían haber sido desalojados precipitadamente del spa.

─Por favor, apártense de la entrada ─dijo el primer policía dirigiéndose a ellos─, nuestros compañeros de las ambulancias les atenderán en seguida.

Solía pasar que el morbo de saber qué podría pasar era más poderoso que el miedo y todos los desalojados se quedaban en las inmediaciones del edificio, pero en este caso el policía determinó con un vistazo que no sólo se trataba de morbo, ya que la mayoría de las personas aún estaban en traje de baño o con el uniforme del propio spa, era normal que no se alejaran.

─Sergio, monta un cordón ahora mismo ─le gritó a su compañero al darse cuenta de que viandantes y curiosos procedentes de bares y establecimientos cercanos empezaban a acercarse demasiado. Sergio obedeció a su superior y dio media vuelta para dirigirse al coche y coger la cinta policial.

Antonio salía del spa ayudando a un anciano cuando el policía llegó a la puerta. El conductor de la primera ambulancia respiró aliviado cuando vio al agente.

─¡Gracias a Dios que habéis venido! ─exclamó.

─¿Qué tenemos? ─preguntó el policía mientras le tendía una mano al anciano para ayudarle a bajar el escalón.

─Un hombre ha enloquecido y se ha puesto a atacar a todo el mundo, no va armado, pero es fuerte y muy agresivo ─resumió Antonio rápidamente─. Tenemos dos bajas y al menos un herido, que es mi compañero, pero vamos a necesitar más ambulancias para atender a toda esta gente, algunos no pueden ni andar por los nervios.

El policía respiró hondo.

─Ahora mismo está encerrado en una habitación, pero no le falta mucho para echar la puerta abajo ─añadió Antonio antes de alejarse con el anciano hacia una zona más segura.

El policía se asomó al interior y vio una pared llena de sangre, se le encogió el estómago. Sofía se acercaba por el pasillo, ayudando a evacuar a otro cliente demasiado afectado por el suceso. Entró a ayudarla

Sofía dejó que el policía cargara con el hombre, visiblemente nerviosa. Cuando al fin se vio libre de su carga se derrumbó. Echó la espalda contra la pared y se dejó caer hasta el suelo, totalmente abatida. Se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar.

Dos enfermeros de una de las ambulancias que acababan de llegar la encontraron allí sentada, muerta de miedo. Uno de ellos se agachó para reconfortarla y preguntarle si estaba herida, el otro se dirigió al interior del spa, avisado por Antonio de que aún quedaban dentro unas cuatro personas por evacuar.

Los restos mortales de Carmen y de Luís habían sido llevados a la ambulancia de Antonio por él mismo hacía ya casi media hora, con ellos en el pasillo había sido imposible evacuar a los clientes. Andrés se había quedado con los cadáveres, observando su cura de emergencia hecha en la pierna derecha con cierta preocupación. Sabía que si no le llevaban a un hospital de inmediato perdería la pierna, por eso empezó a gritar pidiendo socorro cuando escuchó llegar a las nuevas ambulancias. Uno de los dos conductores que habían llegado en los vehículos sanitarios se acercó y, tras confirmar con uno de los policías, cogió la ambulancia de Andrés y Antonio y se la llevó hacia el Hospital General.

El otro conductor volvió a una de las ambulancias para pedir refuerzos. A los diez minutos habían llegado otras dos ambulancias y una furgoneta de Policía con otros cinco agentes.

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora