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Sofía volvió a tocar la frente de Roberto, estaba ardiendo, parecía incluso más caliente que la vez anterior que la había tocado.

Ya no sabía qué hacer, la ambulancia no terminaba de llegar y Roberto ya ni siquiera abría los ojos ni respondía cuando se le llamaba por su nombre. Estaba perdiendo el sentido.

Salió de nuevo de la habitación para comprobar si había habido algún cambio desde los últimos cinco minutos. Carmen estaba al fondo del pasillo, de pie delante del mostrador de recepción. La miró y negó con la cabeza, indicándole que no había cambios con respecto a la ambulancia.

Volvió a entrar en la enfermería de su spa y cuál fue su sorpresa cuando vio a Roberto de pie, detrás de la camilla, con la cabeza caída ligeramente hacia adelante, con el cuerpo en tensión, mirándola como un toro mira antes de embestir, con los ojos inyectados en sangre.

Se dio un susto de muerte, su corazón empezó a latir más rápido, golpeando el pecho de repente, y tuvo que dar un paso atrás para controlar el equilibrio.

Se quedó mirando a Roberto, intentando respirar y apoyada en la puerta de la enfermería durante unos segundos antes de poder hablar.

─¡Qué susto me ha dado! ─logró decir─; ¿se encuentra bien?

En ese instante una mano cogió el hombro izquierdo de Sofía, que volvió a retorcerse en un nuevo sobresalto, esta vez tuvo incluso que dar un grito.

─¡Tranquila! ─dijo Carmen, que no pretendía asustarla de aquella manera─, sólo quería decirte que ya está aquí la amb...

Carmen dejó la frase a medio terminar cuando vio al representante de Olinovel de pie, detrás de la camilla, mirándolas con lo que parecía ser un odio infinito.

─¿Qué le pasa? ─preguntó con la voz entrecortada.

Roberto las miraba como si quisiera matarlas, ninguna de las dos se atrevía a acercarse a él.

Los chicos de urgencias aparecieron al final del pasillo y caminaron deprisa, llevando con ellos un maletín de plástico bastante grande.

─¿Dónde está el enfermo? ─preguntó uno de ellos, intentando resultar simpático, cuando vio a las dos chicas en la puerta de la habitación.

Ninguna de ellas respondió.

El chico era más alto que ellas, con lo que pudo ver al enfermo inmediatamente, aunque ellas estuvieran obstruyendo la entrada a la habitación. El gesto se le ensombreció al ver a Roberto. Su compañero, que venía un metro por detrás de él, se extrañó al ver el cambio en su expresión.

─¿Ocurre algo, Andrés? ─preguntó.

Andrés no contestó a su compañero, en lugar de eso intentó apartar a las dos chicas de la puerta de forma educada para poder entrar en la habitación. Sofía y Carmen reaccionaron despacio cuando el chico les tocó en los hombros para que se apartaran y salieron al pasillo de espaldas, lentamente.

─Bien ─dijo Andrés desde la puerta, una vez que esta se quedó despejada─, ¿cómo te encuentras, amigo?

Roberto lo miró con sus ojos inyectados en sangre. Sus manos agarraban con fuerza la camilla y su mandíbula empezaba a descolgarse, dándole un gesto macabro y enloquecido a su rostro.

Andrés volvió la cabeza con cierto sigilo, intentando no perder el contacto visual con el enfermo, para hablar con su compañero.

─Me temo que vamos a necesitar algo de ayuda ─dijo.

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora