9

1K 126 25
                                    


Nothing is wrong, what are you scared of? Rezaba la canción de Yeasayer en los oídos de Saúl. Había subido el volumen de su MP3 a tope para no escuchar los gritos de la gente que le rodeaba, pero no funcionaba del todo. Al principio reinó un poco el desconcierto, pero en la última media hora el aparcamiento de autobuses del intercambiador de la Avenida de América se había convertido en un hervidero de gente histérica, que corría en todas direcciones y gritaba todo el rato.

─¡Salgamos pitando de aquí! ─le había dicho un compañero de trabajo, que también esperaba la lanzadera, al comienzo del barullo, cuando un guarda de seguridad empezó a intentar poner orden en la multitud exaltada─. Esto se va a poner feo ─exclamó, y echó a correr.

Saúl observó cómo se alejaba corriendo, esquivando a la gente o chocando con ellos, dejándose arrastrar por la histeria colectiva. Después cruzó la mirada con otro empleado del centro de investigación, que estaba dudando entre echar a correr como el anterior o quedarse allí a ver qué pasaba. Saúl pudo ver el miedo en sus ojos antes de verle huir también, siguiendo los pasos del primer compañero de trabajo. Se preguntó si tendrían suerte.

Él prefirió quedarse donde estaba, debía pensar en qué iba a hacer y cómo lo iba a hacer.

Se subió al techo de un autobús y se sentó en él con las piernas cruzadas y allí se quedó. Encendió su MP3 y observó a su alrededor.

Vio con estupor cómo la gente enloquecía.

En las casi dos horas que llevaba allí sentado pudo observar cómo los que ya se habían vuelto locos perseguían a los que aún parecían tener cordura, que huían como podían.

Los que habían enloquecido tenían los ojos inyectados en sangre, algunos tenían las vestimentas rotas o rasgadas. Tenían heridas que sangraban con más o menos abundancia, aunque no parecía importarles y, por la forma en la que corrían, parecían guiarse por el olfato y por el ruido que provocaban los que huían de ellos.

Era increíble cómo personas que aquella mañana se habían levantado normales y saludables se habían convertido en aquellos extraños seres sucios y agresivos en un par de horas.

¿Qué les había pasado? ¿Habían sido víctimas de algún extraño tipo de virus o algo así? Fuera lo que fuese, se había extendido demasiado rápido dentro del metro de Madrid y ahora salía a borbotones por el intercambiador de la Avenida de América, arrasando con todo lo que encontraba.

Nadie se percató de su presencia encima del autobús y eso le daba cierta tranquilidad y seguridad, incluso se permitió el lujo de esbozar una pequeña sonrisa al escuchar la letra del comienzo de la canción.

Nothing is wrong, what are you scared of?

Parecía bastante irónico.

Pero había otra cosa que le hacía sentirse seguro, y era la sensación de haber vivido aquello antes. Tenía la impresión de haberse subido a aquel autobús al menos un centenar de veces antes.

Todo parecía haber ocurrido ya. Y siempre pasaba lo mismo, la gente enloquecía y él se subía al techo del autobús desde donde los veía atacarse los unos a los otros, mordiéndose, devorándose, huyendo, tropezando, pisoteándose. Y él se quedaba allí, quieto, mirando, escuchando música en su MP3 para silenciar sus gritos, sin hacer nada más hasta caer vencido por el sueño.

Pero esta vez debía hacer algo, estaba harto de que aquello ocurriera una y otra vez, su cabeza no podría soportarlo mucho más.

«Tengo que escapar de aquí» pensó.

Debía hacer algo.

Debía poner fin a aquello, buscar el origen del problema y acabar con él.

Pero ¿cómo?

Quizá debería empezar por levantarse y saltar del techo de aquel autobús.

Vale, ¿y después qué?, ¿Debía correr sin control, como el resto?

No, tenía que pensar en un plan de acción, tenía que pensar qué cojones iba a hacer.

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora