Capítulo XLIII.

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   Coloqué una camiseta azul rey, cuyas mangas tenían un bonito estampado de círculos; lo combiné con un pantalón negro y un par de zapatillas del mismo color. Estaba sobre la hora, así que me apresuré en guardar mis cosas en el bolsillo y a colocarme un suéter negro de cremallera para poder amortiguar el frío de la mañana.

   Justamente cuando mis piernas cruzaron el living, el timbre sonó, seguido de un—: ¡Apúrate, puta!

   —¡Agh, ya voy! —protesté, abriendo la puerta—. Qué fastidioso.

   John llevaba una camisa de vestir lila, pantalón bien planchado de color negro, y zapatos muy brillantes del mismo color. Además llevaba un suéter de lana gris plomo que hacía un contraste bastante bonito.

   —Qué lento eres. ¡Ah, pero si te lo fuese a meter sí vas rápido!

   —Ya deja el fastidio —le di un empujón, haciéndolo reír a carcajadas—. Es un poquito tarde. Deberíamos irnos.

   —Deberíamos tener sexo aquí.

   —¡John!

   El mencionado no tardó mucho en reírse a carcajadas y en pasar una mano por mi hombro, para luego encaminarnos hacia el ascensor a un paso poco apresurado.

   —Oye, anoche el fantasmita del pintor gay lleno de sida no molestó. Creo que el secreto es que te vistas de mujer.

   —¡Ya, John! —chillé; él se reprimió una carcajada—. No me lo recuerdes. Estaba de maravilla hasta que abriste tu boca.

   —Tú la abres para mamarlo y yo no me quejo, puta.

   —¿Quieres dejar de decirme 'puta'? Me estresas.

   —No puedo —tomó mi mejilla, y estampó un beso en eso—. No quiero —añadió después.

   Nos quedamos detenidos en el ascensor, luego de que yo presionara el botón para poder llamarlo. No tardó mucho en llegar; ahí mismo abrió las puertas, y nos sorprendimos al ver a dos personas salir del mismo.

   Una de ellas era una chica rubia, de tal vez veinte años. Tenía ojos azules, y un par de prendas deportivas rosas envolvían su cuerpo. El otro era el padre de Ringo, que vestía semi-formal, y tenía un par de hojas en su mano.

   —Aquí queda —le dijo, mientras la guiaba por el pasillo—. Es ese del fondo. Está desocupado desde hace días.

   John y yo intercambiamos miradas rápidas, al momento que nos adentrábamos al ascensor.

   —¿Lo va a rentar? —pregunté, arqueando una ceja.

   —De ser así, está loca —él rió un poco—. ¿Te imaginas que la asuste?

   —Ay, no —bufé—. Ni lo recuerdes.

   —No debe saber nada. Obviamente el papá de Ringo se lo tuvo que haber callado para poder rentarlo. Vamos, ¿quién compraría un departamento donde alguien se suicidó? Nadie.

   —Nosotros somos los únicos locos que vivimos al lado.

   —Puta loca.

   —¡Ya, pues!

   —Dame un abrazo, puta loca.

   —¡Ya, John!

   Él rodeó sus brazos en mi cintura y apretó mi cuerpo de una forma bastante tosca, para después llenarme la mejilla de muchos besitos.

   —Mi puta. Eres mi puta. Mía nada más.

   —¡Agh, qué fastidioso! —coloqué mis palmas en su pectoral y logré separarme. John sólo se rió.

Girl or Boy? ➳ McLennonKde žijí příběhy. Začni objevovat