Capítulo XXIV.

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   No escuché nada en los próximos cinco segundos. De seguro John iba a estar más que furioso y el chantaje sería más, pero no me gustó la forma en que John me dejó por esa chica.

   —Galle-Galletita, ¿estás hablando en serio?

   —Sí, Stuart. Estoy hablando en serio.

   Su chillido casi me dejó sordo—: ¡Sí, sí quiero! ¡Tú sabes que sí! ¡Claro que sí! ¡Sí, sí, sí! ¡Seremos galletinovios otra vez!

   —Ajá, sí. Qué bueno. Ahora debo irme. Te veo en la tarde. —Y colgé.

   Solté un suspiro, metí el móvil a mi bolsillo y salí del ascensor, pues ya había abierto las puertas. Miré a todos lados, pero no logré encontrar algún rastro de John. Él ya se había ido.

   «Ahora me queda buscar la manera de decirle a John que Stu y yo volvimos», pensé.

***

   Eran alrededor de las tres de la tarde. Estaba ordenando —como siempre— los libros en la biblioteca, y esperaba con ansias la hora de salida.

   John no me había escrito, ni llamado, ni mucho menos visitarme a la hora del almuerzo. De seguro estaba muy ocupado con esa tal Astrid y sus ganas locas por conquistarla, seguramente.

   El que sí me había escrito alrededor de diez mensajes era Stuart, diciéndome lo mucho que me amaba y lo contento que estaba de ser mi novio otra vez. Me prometió que iba a cambiar algunas cosas y que me iba a amar por "toda la eternidad".

   Un carraspeo hizo que el libro de geografía se resbalara de mis manos. Giré mi rostro y un cosquilleo invadió mi cuerpo al ver a John al final del pasillo del estante. Tenía las manos en su bolsillo y una sonrisa juguetona.

   —Ya deja el fastidio.

   Él se rió.

   —Ni si quiera te estoy diciendo nada —dijo, al tiempo que caminaba hacia donde estaba yo—. ¿Cómo estás?

   —Muy bien. Feliz. Más feliz que nunca.

   Su ceño se frunció ligeramente; sacó las manos de su bolsillo y las colocó en mi cintura. Yo aún seguía de espalda y se me hizo imposible sentir su pene en mi trasero.

  —¿No te da la curiosidad tener sexo en una biblioteca?

  —No —y me di la vuelta. Luego le di un ligero empujón—. Ya déjame. Ve con Astrid.

   —Ah, es por eso que la zorra eléctrica está molesta.

   —No estoy molesto por eso —me defendí.

   —Ahg, déjame explicarte...

   —No quiero que me expliques nada —lo interrumpí—. No me interesa lo que hagas con tu patética vida.

   —Pero escúchame.

   —No lo haré —me crucé de brazos y dejé de verlo—. No quiero escucharte.

   —Pues lo harás —dejó caer al suelo los pocos libros que habían en una pequeña silla de plástico, me tomó de los hombros e hizo que me sentara ahí. Él se colocó en cuclillas al acto—. Mírame.

   —No quiero verte.

   —Bueno, al menos escúchame.

   —No lo haré.

   —Paul, Astrid es una amiga. Hay un chico del primer piso que le gusta y que está enamorado de ella, se llama Klaus. Mira, la idea es que ella crea que vamos al cine los tres, pero en realidad yo no voy a ir: van a estar solos los dos. Esto pasó porque Klaus tiene vergüenza de invitarla, ¿me entiendes? No voy a salir con ella, sólo fue un truco.

Girl or Boy? ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora