Capítulo XXIX.

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   Volví a leer el mensaje alrededor de unas diez veces. Mi ceño se frunció al ver la inicial del nombre que la mandaba. No conocía a nadie por esa letra.

   —¿Y bien? —la sonrisa de Jane estaba muy amplia. Se levantó de la silla y dejó ver su blusa rosa, para luego inclinarse a olfatear las rosas—. Estás muy bonitas... esto no parece enviado por Stuart.

   —No... no fue él.

   —¿Entonces...?

   —¿Por qué eres tan chismosa, Jane?

   La mencionada rió un poco.

   —Porque quiero saber quién las mandó.

   —Yo tampoco lo sé.

   —¿Qué dice?

   —Que está verdaderamente, locamente y profundamente enamorado de mí.

   —¡Qué lindo! —espetó—. Lloro. En serio. Qué romántico.

   —No es romántico porque no sé quién es. Más bien debería asustarme.

   —Agh, qué aburrido eres. ¿No dice más nada?

   —No.

   —Okey, ve a trabajar —señaló una pila de libros que había sobre el escritorio—. Hoy viene el supervisor, así que quiero que todo esté bien. Te compensaré con mucho chocolate caliente.

   —Vendría mejor un poquito más de salario.

   —No.

   —Tonta.

   —Gay.

   —Ya te pareces a John.

   Ella rió a carcajadas.

   —¡Ve a trabajar! Yo voy hacer unos pedidos.

***

   Pasé un par de páginas del libro de historia antes de meterlo en el lugar correspondiente. Giré mi rostro a la derecha, percatándome que me faltaban alrededor de cinco por ordenar. Un resoplo salió de mi boca y mi estómago gruñó: tenía hambre, lo que indicaba que ya estaba cerca del mediodía.

   —¡Zorra!

   Di un grito ahogado, seguido de un pequeño respingo que hizo reír a John. Llevaba una camisa de vestir azul rey, que le hacía relace con el pantalón gris ajustados y los zapatos de cuero del mismo color, pero de un par de tonos más oscuros.

   —Me asustaste...

   —Ay, pobrecita mi puta.

   —Ya deja el fastidio, estoy trabajando.

   No tardó mucho para que se acercara a mí y me tomara de la cintura, para luego darme un par de besos en el cuello. Traté de esquivarlo, pero me resultó casi imposible.

   —John, déjame quieto.

   —Hueles a perfume de zorra. Mmh, me encanta.

   —Okey.

   Tomé otro libro con las claras intenciones de ordenarlo, pero John lo arrebató al acto y lo devolvió a la silla.

   —¿Qué haces? Es mi trabajo, tengo que ordenarlos.

   —Ya es hora del almuerzo. Las putas como tú deben comer tres veces al día... y deben comer pene y sirope al menos una vez al día.

   —Agh, cállate.

Girl or Boy? ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora