Capítulo XXX.

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   Si había algo que amaba en mi trabajo era ordenar cuentos infantiles. Lo había hecho en repetidas ocasiones y siempre me gustaba echarles un vistazo; recordaba cuando de pequeño lo leía, y eso a mí me resultaba muy agradable.

   Eran alrededor de las tres de la tarde, y al menos los cuentos infantiles me hacían olvidar la molestia. Todo eso se debía por una razón: John. No me había llamado, ni buscado al mediodía.

   —Por tu carita de puta puedo deducir que estás pensando en mí.

   Cerré el libro de golpe, lamentando el hecho de haber pensado en él. Prácticamente había ocurrido eso que decían de que, cuando piensas mucho en alguien, ese 'alguien' te busca o aparece mágicamente.

   —Pues no, no lo mereces.

   —Jane me dijo que estabas aquí.

   Lo miré, notando que llevaba puesto el suéter vinotinto, además de una pequeña sonrisa que lo hacía lucir más bonito de lo que ya era.

   —Ah, okey.

   —La rosa que tienes bordada en tu camisa me recuerda a algo...

   —¿A qué? ¿A tu homosexualidad? ¿O a que tuve que comer solo en el almuerzo?

   —No necesariamente —miró los estantes con detalle y, al cabo de un par de segundos, tomó un libro entre sus manos—. Hay una...

   —¿El Principito? ¿En serio, John?

   —Soy tu principito, así que cállate.

   —Sigo molesto.

   —Cállate y escúchame —carraspeó—. Hay un fragmento que me gusta mucho —murmuró, pasando hojas de adelante hacia atrás—. Per... ¡aquí está! Escúchala.

   —Ajá.

   —"Te amo", dijo El Principito. "Yo también te quiero", dijo La Rosa. "No es lo mismo", respondió él, "Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Dar amor no agota el amor, al contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar". "Ya entendí", dijo La Rosa. "No lo entiendas, vívelo", agregó El Principito. —Cerró el libro, teniendo una sonrisa; luego dijo—: Ahora, puta, te pregunto... ¿tú me quieres o me amas? Porque yo te a...

  —Te odio porque no me llamaste, ni me escribiste, ¡ni nada!

   —Estaba haciendo algo importante —se excusó—. Aunque para mí lo más importante eres tú, puta eléctrica.

   —Ahg, ya —rodeé los ojos y me dispuse a seguir ordenando los pocos cuentos que me quedaban—. De seguro estabas almorzando con una de tus amiguitas.

   —No.

   —No te quiero ver, aléjate de mí.

   —Dame un abrazo y un beso.

   —No.

   —¡Qué me lo des, zorra!

   —Cállate, estamos en una biblioteca.

   —¡Zorra!

   —¡Cállate!

   —¡Zorra! ¡Puta! ¡Puta eléctrica! ¡Gay eléctrico!

   —¡John! —chillé, empujándolo y haciéndolo reír—. Cállate. ¿No ves que aquí no se puede hacer ruido?

   —Ya, pues —y me abrazó la espalda. Traté de soltarme, pero no fue tan fácil—. Te amo —besó mi mejilla un par de veces y apegó su intimidad en mi trasero—. Mucho. Mi zorra.

Girl or Boy? ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora