Capítulo 3.

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Tenía mucho frío, creo que fué ese simple hecho por el que me desperté. Abrí los ojos y la oscuridad calló sobre mí. Me incorporé sobresaltada mirando el reloj de mi muñeca que pasaban de las 9 y cuarto de la tarde y rápidamente me levanté para subir a casa. Si estuvieran mis vecinos o no me sintiera tan sola me quedaría un rato más a ver caer la noche del todo pero este no era el momento apropiado,

Sentía a alguien más aquí conmigo.

Me encaminé bordeando la piscina. El agua creaba relieves en ella y una punzada en mi nuca me hizo ir a prisas rodeándome con los brazos. Instintivamente miré hacia atrás antes de entrar por la puerta pero, no había nada.

Cerré con llave y justo en ese momento pasó un avión sobrevolando el cielo. Me quede mirándolo por la cristalera como se iba y cuando estuvo lo suficientemente lejos de mi visión atravesé el espejo hasta llegar al ascensor.

Pensé en si vendría Cristian a cenar. La verdad es que me había dejado el teléfono móvil en casa y me había tirado bastantes horas durmiendo sobre el césped aquí abajo, había estado incomunicada pero me había venido muy bien esa siesta a pesar de lo extraña que me sentía ahora mismo.

Cuando llego a mi planta restregándome los ojos salgo del ascensor y escucho ruidos tras la puerta E. Me detengo unos segundos y recordando los ruidos que escuché en la noche anterior cogí aire y toqué el timbre sin pensar.

 Espero paciente, pensando en que puede ser que tenga nuevos vecinos y la verdad es que sentiría un gran alivio de que así fuera. Lo único que me extraña es que el jardinero que es  un sabelotodo no me lo dijera el otro día que lo vi.

Vuelvo a tocar al timbre siendo consciente de que allí detrás de esa puerta hay alguien. Puedo sentirlo.

-¿Hola? ¿Hay alguien? –Pregunto acercándome un poco más a la puerta. –Soy la vecina de al lado, Aria White, solo quería saludar.

Esperé y esperé una contestación y fue entonces cuando empecé a preguntarme si de verdad había escuchado algún ruido tras la puerta. Negando con la cabeza desistí y fui hacia mi casa. Quizás eran imaginaciones mías.

Cuando entre fui directamente a por el teléfono móvil y desbloqueé la pantalla esperando ver un mensaje o una llamada perdida de Cristian. Pero no había nada. Puse el contestador automático de casa por si había algún mensaje allí, pero igual. No había nada y me extrañaba.

Suspiré decaída.

Pensé en lo que podía hacer. Ya era bastante tarde y estaba bastante descansada con la pedazo de siesta que me había dado. Miré sobre el escritorio pegado a la ventana y vi que el ordenador portátil estaba con la pantalla encendida. Fruncí el ceño y caminé hacia el recordando que en todo el día no lo había encendido.

Cuando miro la pantalla hay un documento de Word abierto pero sin nada escrito. Cierro esa ventana y de repente escucho un ruido tras de mí. Cuando me giro se me ponen los pelos de punta, no dan crédito mis ojos. Ese cacharro...Ese maldito cacharro que limpia se está paseando por el salón y acaba de impactar contra la puerta… Es jodidamente imposible de que esté en funcionamiento.

Con mucha cautela y mirando a todas direcciones voy hacia él y lo apago, pero esta vez quito la batería y lo dejo en suelo en un lado. Algo me hace elevar la mirada hacia el pasillo. Quizás fuera esa sombra oscura que se escondía en mi habitación.

A medida que iba caminando por el estrecho pasillo el frio se colaba en mi piel y el vaho de mi aliento se hacía más intenso. Había un fantasma por allí, seguro, no quería darme a conocer pero necesitaba saber que estaba allí para quedarme más tranquila, cogería una rebeca, una manta, lo que fuera para disimular y volvería al salón.

Caricias OscurasWhere stories live. Discover now