Capítulo 1.

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Cuando era pequeña y le contaba a mi madre que veía fantasmas se pensaba que era un juego.

Aun recuerdo la primera vez que ví uno de ellos. Fué en el atardecer de mi sexto cumpleaños, esa tarde habíamos estado jugando en un gran parque al lado de la universidad. Era grande y bonita, con enormes jardines verdes repletos de pinos y un pequeño estanque de agua dulce donde le dábamos de comer a los patos.

Recuerdo ese día soleado de junio, mama me decía que no me alejara mucho que pronto nos marcharíamos a casa a comernos la tarta, yo como siempre le decía que no se preocupara y que no me iría muy lejos de allí.

Mientras mis padres disfrutaban de la maravillosa tarde de verano en un banco bajo la sombra de unos espesos pinos, yo expandía mi territorio hasta llegar un poco más allá del estanque. Por lo normal me quedaba allí, cerca de la orilla dándoles migas de pan a los patos, pero algo aquella vez llamo mi atención.

Fué una bandada de pájaros negros que sobrevolaban un trozo de bocadillo. Me acerque a ellos deslizando mi mano por la barandilla de madera que bordeaba el estanque. Quise verlos más de cerca porque me extrañaba ese color tan negro que tenían. Estaba acostumbrada a ver palomas blancas y gorriones grises por las calles, pero jamás había visto un pájaro tan negro como aquellos.

Cuando comencé a acercarme para verlos más de cerca alzaron el vuelo. Observé que los pájaros desaparecían en el cielo y cuando por fin baje la mirada le vi a lo lejos. Estaba al lado de un pino, la sombra de este lo cubría pero se advertía un brillo dorado que rodeaba aquella persona en un resplandor sobrenatural.

Me acerque un poco más, extrañada por ver a una persona tan resplandeciente, y cuando lo hice vi que era un hombre no mucho mayor que mi padre. Tenía el pelo más canoso, con un abrigo negro hasta los pies y unos ojos marrones que parecían arder en una agonía eterna.

En mi nuca sopló un viento frio y dí un par de miradas hacia atrás para ver a mis padres, intuía que eso no era bueno, o que algo extrañamente extraño pasaba con esa persona, no era normal que vistiera con ropa de abrigo en pleno mes de junio y que brillara como un parque de atracciones.

 Me acerque un poco más a él, observándolo de arriba abajo. Cuando estuve lo bastante cerca y el hombre se dió cuenta de que le observaba bajo la mirada para encontrarse con mis ojos.

-¿Por qué brillas?-Le pregunte con interés mirando sobre sus hombros.

-¿No puedes hablar?-Insistí de nuevo acercándome un poco más a el cuando no respondió.

Permaneció quieto mientras le rodeaba y observaba como en toda su espalda también brotaba ese extraño resplandor dorado. El hombre parecía una estatua, solo movía sus ojos agónicos para mirarme cuando yo me ponía en su frente.

-¡Ariaaaa!

Escuché a mi madre a lo lejos buscarme, salió entre unos árboles cercanos jadeando.

-¡Pero Aria! ¡¿Dónde te habías metido?! ¡Estábamos buscándote!

-De aquí no me he movido mama.-Miré a mi madre que parecía que los ojos se le iban a salir de las orbitas mientras se acerca a mí y me daba un fuerte abrazo hasta acunarme en sus brazos.

-Eres una pequeña aventurera, si te marchas del estanque avísanos, no vuelvas a darnos estos sustos ¿vale?

Asentí con la cabeza y miré de nuevo al hombre que no dejaba de observarnos. Mi madre continúo regañándome pero se detuvo en el camino.

-¿Qué miras Aria?-Preguntó observando cómo mis pequeños ojos azules miraban un punto en concreto.

-A ese hombre de ahí. –Le señale y sentí como el cuerpo de mi madre se estremecía a medida que sus ojos viajaban a todas direcciones.

Caricias OscurasWhere stories live. Discover now