Entonces fue nada

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Dos pisadas habían revelado el camino solitario de alguien que se reservaba cualquier comentario y que duraba horas escuchando la palabrería y viendo los movimientos bruscos del mundo.

Era un hombre que se había encadenado a un corazón de piedra,

que había desgastado sus muñecas con los años a causa de las esposas,

que tenía más canas que ganas de vivir,

que dejó cubrir su rostro de lagañas,

que se resistió a votar porque no creía más en quien le gobernaba,

que dejó de recordar porque confundía desgracias con pesadillas,

que fingió amar cuando quería experimentar lo que nunca pudo,

que nunca más saludó porque prefería no desperdiciar palabras en hipocresía,

que se cansó de que lo único que sintiera su piel fuesen lágrimas,

que ya no gritaba porque nadie lo escuchaba,

que no dormía lo suficiente por miedo a soñar de nuevo, a ilusionarse de nuevo,

que dejó de escribir porque la pluma rasgaba el papel cuando lo hacía, con rabia,

que nunca más se vio en un espejo porque cada arruga le recordaba una puñalada, un momento doloroso,

que migró a un lugar desconocido porque se cansó de ser juzgado,

que murió, porque fue un hombre que se perdió a sí mismo, que lo perdió todo.

PUNTOS SUSPENSIVOSWhere stories live. Discover now