Procrastinación

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Si las palomas negras fueran signo de libertad, tal vez, la barrera de la desigualdad dejaría de mostrarnos las oscuras voces de la injusticia. Si las manecillas del reloj corrieran del otro lado, el tiempo sería más paciente con los muertos en vida, con los que esperan y desesperan su final. Si soñar despierto fuera tan parecido a actuar, seríamos más decididos, menos imbéciles. Si los hombres se alegraran por caer y aún más por ver las heridas, los reconocimientos del dolor serían más gratificantes.
Si nos pudiéramos embriagar con el agua podrida que ni siquiera hemos probado, entonces entenderíamos que la pobreza tiene la ventaja de perder la conciencia cada día. Si nos reconciliáramos con la maldad, la bondad amaría sin prejuicios. Si la ignorancia convirtiera a la humanidad en objetos inanimados, la sabiduría de la naturaleza cobraría sentido. Si no encontráramos más que libertad, el libertinaje perdería el juicio y la conciencia tomaría su lugar.
Si nadie saliera vivo del amor, entonces la única manera de salvarnos sería conocer el infierno de la eternidad. Si además de conocernos a nosotros mismos, tomáramos la decisión de quemar el egoísmo, la monotonía del yo perdería su forma. Si pensar tuviera más significado que hablar, seguramente hablaríamos menos, hablaríamos de lo que hay que hablar. Si la astucia fuera el control remoto de la inocencia, nos alimentaríamos de absolución.
Si reclamar justicia fuera la única manera de luchar, la razón cambiaría y montaría su propio negocio de prejuicios. Y en definitiva, si todo, todo lo que hay dentro de un solo corazón volviera a recapacitar y a mirar con lentes más precisos a la vida, la convergencia del dolor y el amor impedirían la impotencia de la soledad.  

PUNTOS SUSPENSIVOSWhere stories live. Discover now