Un viejo cualquiera

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Aquel hombre que parecía viejo y olvidado empezó a tener fuerza, con el tiempo dejo de ser lo que era frente a quienes remotamente le conocían y empezó a levantarse con fuerza, tiempo y bravura. Ese hombre que insistía a la vida mientras esperaba un respiro decidió revivir mientras estaba vivo y decidió morir a lo que no le persuadía. Entonces, con un poco de amor, sin desperdicio y mientras resurgía le pidió al aire:

Que la existencia le mostrase a su alma la manera más sutil y precisa para verle al amor a los ojos después de haberle buscado por tanto tiempo. Que le hiciera saber cómo y cuándo se serviría de los labios para inundar sus pensamientos y que ese fuese el motivo para buscar aquellos besos sin desfallecimiento, que fuera impredecible el abrazo cálido al alba mientras la zozobra del nuevo día recorría cada nervio y mientras esa zozobra se apoderaba de los cuerpos, así, el tiempo marcaría cada época con fechas esperadas e inesperadas, con sorpresas y días planeados.

Pidió, sin descaro, que con el tiempo y con la mirada, se acostumbrase a decir sin hablar y se evitase fumar el amor que un día prometió no consumirse, que como la rabia al perro, el dolor al amor fuese la repulsión insospechada, que nunca se nutriera esa, que fuera lejana e inverosímil.

Sin condición alguna pidió que las nuevas mareas, los nuevos vientos trajeran consigo algo de sorpresa, algo que enmarcara la exquisita inexperiencia del ser mientras se descubría lo que no se sabía y se indagaba frente a lo que se tenía y se quería.

Que no se mencionara el "para siempre", porque para aquel viejo la condición era finita, la realidad clara y el agua turbia, mientras que esa frase no era más que una emboscada que le había recordado a su piel, sus cicatrices. Ese "para siempre" se había convertido en una promesa monótona y mentirosa, preferiría entonces el sabor de la piel de aquella amante, con aproximaciones reales y sensaciones diligentes.

Sin más, resultó que ese viejo ya no era viejo, quienes le llamaban así dejaron de mencionarlo, y estaba bien, el olvido se había convertido en una materialización del pasado, entonces, mientras se desvelaba en realidad descansaba, descansaba del ruido de la vida y se alimentaba de la luz que traían consigo las nuevas miradas, de repente encontró lo que esperaba, un nuevo viento alimentado del pasado, del olvido.

PUNTOS SUSPENSIVOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora