Las luces apagadas

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Dejemos las luces apagadas porque somos alma y no maquillaje, porque somos olor y no apariencia, porque somos tacto en la sensibilidad y no en la dureza, porque la fragilidad no está en las pupilas sino en la respiración. Que no haya ni una luz que encienda la distorsión, porque en la oscuridad se conocen mejor los fantasmas que no hacen daño y las personas peligrosas.

Dejemos a la luna descansar por un momento y al sol ir de vacaciones, dejemos de broncear los cuerpos y realcemos nuestro color, dejemos que la noche tome un respiro y nos guie con los ojos abiertos, dejemos de derretir la cera para tener fuego y dejemos tranquilo al mundo. Dejemos que la ausencia de todo haga de las suyas y tal vez así podamos encontrarnos, porque las luces, y más las que vienen de colores son parecidas a un popurrí de no sé qué.

Dejemos de tomar el tiempo que nos sentencia con el claro oscuro de todos los días y usemos ese tic toc del reloj, que es ahora inservible, como una canción de amor. Dejemos a la imaginación las siluetas para que se vayan creando con la voz que, al mismo tiempo, va enamorando con palabras.

Y al final recojamos esas migajas de luz que quedan en el mundo y guarémoslas para cuando entendamos que no solo parecemos sino que somos.

PUNTOS SUSPENSIVOSWhere stories live. Discover now