Último capítulo 57

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Con un vestido con cuello de camisa largo, un cinturon de cuero en la cintura, de color azul marino a lunares blanco y botas de tacón cerrado color crudo opaco, Charlotte, luego de dejar a Alaric con la Dra. Forbes, la cual, lo atendía por unas cuatro horas de sesión (eran seciones de socialización), se encontraba en busca de la tan dichosa casa que tenía sus pertenencias.

En A1113, muy cerca de la universidad, Charlotte se encontró con una recidencia que ocupaba más de tres calles, o tal vez, era hasta más amplia que la misma universidad. El porton era de un pintorezco negro, con un clásico enrrejado inglés. La muchacha, le pidió a un oficial de una de las garitas, que necesitaba hablar con el dueño de casa, ya que él, tenía sus pertenencias. Luego de explicada la historia, por lo menos unas tres veces, el hombre accedió a hablar con el propietario de dicha recidencia, y luego, la hizo pasar.

Al abrirse las puertas, Charlotte se encontró con un mundo difernte al que Cambridge le ofrecía. El lugar era de un verde jade intenso, con árboles tupidos cuales sus copas casi rozaban el cielo, ahora oscuro, el cual parecía que pronto iba a caerse de la negrura del mismo, se podía observar pájaros, esconderse en los árboles debido a la pronta tormenta y algún que otro animalejo terrestre corriendo por la pradera que el lugar ofrecía. Estaba poblado con flores de todo tipo de colores, y al irse acercando a la propiedad en el carrito de seguridad que el hombre manejaba, la chica pudo ver esculturas de estilo renacentista, posarse a los costados del camino, para luego, dar entrada a una imponente recidencia.

Era tan amplio como el Palacio de Buckingham, estaba segura de ello. Había pasado todas las mañanas de su estadía en Londres, y sabía las dimenciones del Palacio, y era factible poder compararlas con aquella casa. La fachada era de ladrillo a la vista, con cornisas blancas, y detalles igual. Todo donde se lo viera, tenía un trabajo artesanal encima. Las ventanas, los techos, las cornisas, las columnas, las escaleras, los vidrios y demás. Era la cosa más hermosa que Charlotte jamás haya visto.

Cuando bajó del carrito, acompañada del oficial de policía, llegó hasta las grandes puertas de doble hoja de madera de roble, que parecían más recistentes que la misma Muralla China. El hombre, con temor, ingresó a la recidencia, siendo atendido por un mayordomo.

El oficial de la garita, le explicó el incidente de las pertenencias de Charlotte, y el mayordomo muy amablemente la hizo pasar. Y allí pudo comprovar que la fachada de aquella casa, le hacía juicio, a su interior. Era amplio, de más estaba decirlo, con los pisos blancos con detalles en negro, los techos altos con pinturas en el mismo, cual cúpula de una iglesia. Las paredes eran blancas, decoradas con cortinas de lienzo, y muebles del siglo XVII, y las paredes estaban adornadas con cuadros y más cuadros.

-Lamento molestarla, Srta. Pero el señor no está en la recidencia. Se encuentra en los jardines del este, si quiere ir a buscarlo, puede hacerlo.

-Es que... ¿No sería un poco inapropiado?

-Si lo desea podría esperar, pero, le aviso, que cuando mi amo sale a dar un paseo por la recidencia, puede tardar hasta horas en volver.

-De acuerdo, muchas gracias. -contestó con una cálida sonrisa. - ¿Puedo ir a buscarlo? -le preguntó al hombre de la garita.

-Si el Sr. Flinn así lo dice, puede hacerlo. -respondió saliendo con ella de la casa. El oficial de policía se subió al carrito en el que trajo a Charlotte y se fue, dejando a la parisina allí, en medio de un lugar parecido a un parque nacional.

Comenzó a caminar por donde ella suponía que era el este, en busca del dueño de la casa. Al menos, sabía que debía buscar a una persona del sexo masculino. Caminó y caminó, y por fin, dejó de bordear la casa, para enfocarse en el inmenso jardín. Volvió a emprender su caminata, hasta que una música, suave y delicada, le llamó la atención. Ella conocía la melodía, era el inicio del Lago de los Cisnes.

TROUBLEMAKER - Harry StylesWhere stories live. Discover now