Capítulo 41

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—Hola, Charlotte.

—Louis... ¿Cómo estás? —preguntó, mientras ambos iban hacia el patio del recreo, el chico, la tomó de la mano, y la sentó en una mesa, un tanto alejada de donde siempre se sentaba con los chicos.

—Ayer no me llamaste y era mi entrevista...

— ¡Oh, Louis! Lo siento tanto. —dijo ella, mordiéndose el labio inferior. —Me olvide completamente, soy una tonta. —siguió, supirando. — ¿Quieres salir hoy? Podríamos ir a... Donde tu quieras.

—De acuerdo. —aceptó este, con una sonrisa. —En la noche, ¿si?

—Estamos en día de semana, Lou.

—Solo será una cena, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. —contestó ella, besando su mejilla y saliendo a clase.

A su pesar, sus ratos libres en la escuela se los pasaba entrenado o en la biblioteca, pero cuando no era así, frente a la picina del colegio, se encontraba el salón de baile, era diminuto, a comparación de las grandes estancias de los demás salones, pero era amplio, comparado con un salón normal. Era de paredes blancas, pisos de madera claros, y una pared revestida en espejo, con una barra en medio. Con una remera, corta hasta por arriba del ombligo, una calsa negra larga y una trensa desordenada, Charlotte se movía al compás del lago de los cisnes. 

Se movía con gracia, flexibilidad y elegancia, era innato de ella, el ser tan delicada como una pluma, y brava como un león. Pero, en el momento del baile, la sultura y la frescura que irradiaba, se exparcía saliendo por sus poros. En cada giro, en cada pequeño salto, en cada puntada o ligero movimiento que realice, era acto de admirar. Hasta que quedó con las biernas cruzadas entre ellas, parada y con los brazos en jarra, mirando hacia el suelo, y un apluaso detrás de ella, la desconcertó, observando en esa dirección.

Harry, con una sonrisa gloriosa, se encontraba parado delante de ella, acercándose con dulzura, tomándola de las manos, y besando su mejilla con suavidad, mientras, que al lado de este, se encontraba un hombre pelinegro, de unos cuarenta y tantos y de unos ojos claros como el Océano Pacífico.

—Charlotte, me alegro de verte. —comentó el hombre, con una sonrisa suave al igual que su hablar.

—Un... Un Gusto Sr. Leton.

—Marcos, por favor. Me haces sentir muy viejo. —comentó con una grácil risa, acompañada por una sonrisa de parte de la francesa. —Me alegro mucho que tu novio me haya dicho que lo has pesado, y quieras dedicarte a esto.

— ¿Qué mi novio qué? —preguntó la castaña, fijando la vista hacia el ruliento, que sonreía con satisfacción.

—Lo he llamado, luego de nuestra charla de ayer.

—Entonces, Charlotte... ¿Estás lista?

— ¿Para qué?

—Hacerte unas pruebas. —explicó simplemente el hombre. —Quiero sacarte algunas fotos con mis diseños, y ver como lucen en ti.

—Es que yo...

—Si, vamos, ve a cambiarte, apúrate. —le dijo Harry, tomándo un bolso rosado que se encontraba junto a la pared de espejos, y luego, tomó a Charlie por la cintura. — ¿La aguarda unos minutos?

—Por supuesto. —contestó el hombre, con una sonrisa, mientras la parisina iba hasta el vestuario.

— ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa así? —preguntó Charlotte, furiosa, en la puerta del vestuario.

—Vamos, después discutes conmigo, ahora ve a cambiarte. No te va a esperar toda la vida.

—Eres increíble. No puedo creer que lo hayas llamado. —soltó ella, con enojo contenido.

— ¿Por qué estás tan enojada?

— ¿Será por qué hiciste todo lo contrario a lo que hablamos ayer?

—Sé que te gusta modelar, y además, eres muy buena. —le dijo el chico, con una sonrisa. —Estás muy buena. —soltó vulgar, con una sonrisa seductora en sus labios, y esa mirada esmeralda, cual joyería de Harry Winston, podría convencerte de que el insulto más repulsivo, es la palabra más dulce de todas.

—Eres un cerdo. —comentó ella, golpeándolo en el hombro, y riéndo por lo bajo.

—Vamos, ve a cambiarte. Ahora.

—Es que...

—Vamos, Charlotte. Prometo hacer que saques cien sobre cien en todos los exámenes. Soy un excelente tutor, lo sabes.

—Que raro tu ego apoderándose de la escena.

—Si, como sea. Ve a cambiarte. —volvió a decir, empujando con delicadeza, a la chica dentro del vestuario. Luego de unos quince minutos, con un vestido negro corto, zapatos de tacón cerrados del mismo color, y una camisa con estampado militar, su cabello en ondas naturales y con casi inexistente maquillaje, Charlotte salió del vestuario, observando fijamente a Harry, el cual soltó solo una palabra, la cual la hacía sonreír plenamente, y más, en los labios del castaño. 

—Hermosa.

El edificio se encontraba en el pleno Londres, era de unas dimensiones altas y elegante por donde lo mires. Era obvio que todo el edificio no pertenecía a la marca, pero varios pisos, según contó Charlotte, fueron siete, eran de la compañía. Llegaron a un piso donde las paredes eran blancas, con diseños en negro, y lámparas cayendo del techo platiadas, alumbrando los pisos y haciéndolos más blancos, si eso era posible.

Las modelos pasaban con diferentes diseños de ropa, desde vestidos, hasta pantalones largos, polleras cortas, y así, la llista seguía y seguía. Marcos, guió a la pequeña castaña diminuto ante todo ese mundo de flashes, hasta una pieza, donde era, el estudio de fotografía. Allí, cuatro personas sonrieron al ver a Marcos, y a él se acercó un hombre de piel morena y pelo encrispado.

— ¿Está es? —preguntó, mirando a Charlotte con ojo de águila, mirando desde su cabello, a sus ojos, su pelo, su boca, nariz, pómulos, cuello, busto, abdomen, brazos, manos, gluteos, piernas, con un total descaro, al igual que Marcos hizo con ella en aquella exposición fotográfica. —Es muy bonita. —comentó el hombre, observándola definidamente. — ¿Qué estás esperando, Donna? ¡Vé! ¡Cámbiala! —le dijo a una muchacha pelirroja, detrás de él, la cual, corrió hacia Charlotte, seguida de un muchacho y otra chica.

Entraron a un salón de belleza, donde había otras cuatro chicas, siendo arregladas por maquillistas y peluqueros. Allí, sentaron a Charlotte en una cómoda butaca blanca, y comenzaron a alizar su cabello y a maquillar su piel, ojos y boca. Luego de una hora, o tal vez fue más tiempo, la castaña fue tirada del brazo por la pelirroja, Donna, la cual, la llevó hasta unos cambiadores,

La mujer le dió una bolsa negra, y al abrirlo en el cambiador, pudo ver un vestido blanco con cerrado en la parte delantera y con un prominente escote en la parte de atrás, era corto y con mangas largas, mientras que también pudo ver unos zapatos de tacón negros. ( foto multimedia)

Se cambió y luego de eso, salió del cambiador, provocando un asentimiento de cabeza de parte Donna, la cual, la llevó nuevamente hasta Marcos, y los demás que estaban anteriormente en el salón de fotografía. Y allí, frente a ella, vio u espejo, donde por primera vez, observó su pelo lacio, pero con un poco de movimiento en las puntas, su maquillaje claro, salvo por el delineado de ojos, y el estido blanco ajustado a su anatomía.

—De acuerdo... Tiene mi voto positivo. —soltó el moreno, con una sonrisa. —Mi nueva joyita de Valentino. Me enamoré. —volvió a hablar, sonriéndole a la castaña, y colocándola enfrente de la ámara, y antes de que pueda decir o hacer nada la parisina, el flash la cegó y el moreno volvió a hablar. —Oh, si, pequeña niña. La cámara te ama.

TROUBLEMAKER - Harry StylesWhere stories live. Discover now