Capítulo 30

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Mahammed. Esa palabra era la salvación para cualquier hombre en la maldita ciudad de Londres. Era un bar, uno de los mejores, que quedaba en el lado de Soho. Era amplio, resonando música todo el tiempo, y las personas parecían amontonarse en aquel sitio. El alcohol y las drogas pasaban como cuenta corriente en aquel lugar, pero no menos que el juego, que era un vicio que entre los caballeros hacía despertar hasta su más salvaje instinto.

Alrededor de una mesa de pool, se encontraban Niall, Zayn, Liam y Harry, jugando tranquilamente, nada grotesco ni mucho menos, un pacífico juego de pool.

—Juro que si no mueves tu rosada colita, Harry. Voy a golpearte en la cara.

— ¿Qué? —preguntó, el castaño.

— ¡Es tu turno! —gritó frustrado el chico.

— ¿Hazza? ¿Estás bien? —inquirió Liam, pero el británico no contesto, y se limitó a golpear la bola blanca, con una roja y la naranja, metiendo las dos de un saque en uno de los hoyos.

—Hasta distraido gana. —dijo resoplando Zayn, haciendo reír a Niall.

—Si, Harry. ¿Qué te pasa? Estás como colgado de una palmera. —soltó Niall, mientras golpeaba una bola rayada amarilla.

—Nada. —respondió el chico, dándole un sorbo al vaso de wisky a las rocas que tenía a su lado.

— ¿Seguro? —preguntó Liam.

— ¿No será por que la francesita está con el francesito? —inquirió Zayn, en tono burlón, haciendo que Harry bramara enojado.

—No me interesa lo que haga con el idiota ese.

—Si, claro. En nada te afecta. —comentó Niall con ironía, mientras Liam le pegaba a una bola azul.

Con un vestido entallado de tiras verde esperalda, una chaqueta negra encima, zapatos de tacón y cartera haciendo juego, colocándose un poco de brillo labial, Charlotte ya estaba lista para su salida con Bastian. 

Se estaba aplicando un poco de rubor cuando el timbre sonó, así que soltó la brocha, tomó la cartera y salió de la casa, rumbo a la entrada de su vivienda.

—Más hermosa sería un pecado. —comentó el castaño, besando la mejilla de la chica, esta, sonrió ante el acto. —Gracias por darme una oportunidad.

—De volver a ser amigos. —afirmó la chica, con una sonrisa. El muchacho, la tomó por la cintura encaminándola hasta la puerta del copiloto, donde, caballerosamente la abrió y dejó que ella se sentara. El viaje fue entre risas, risas y más risas. Es que era imposible no reirse con Louis, esa había sido la primera razón por la que Charlotte se había enamorado de el en el pasado, más allá de ser hermoso por donde se lo mire, es demasiado gracioso.

Estacionó el vehículo frente a una gran estancia, mientras ambos caminaban hasta ella. El restaurant era clásico y elegante, y la cena pasó entre conversaciones triviales y alegóricas, y risas infaltables con el buen humor propio del parisino.

—Ya sabes como es mi padre. —comentó Louis, haciendo reír a la muchacha. —Pero en fin, cuéntame de tu semana.

—Tranquila, la verdad. A no ser que me preguntes sobre los entrenamientos de las porristas, porque allí si, que tiene de todo, menos tranquilidad.

—Si, Donnavan y Sullivan están como locos. Styles dijo que el lunes sin falta iba a tener una reunión con él.

— ¿Eso dijo? —inquirió sorprendida la chica, ya que el viernes le preguntó a Harry si iban a hablar con los entrenadores y dijo que no.

—Si, ya sabes, el coach está como loco y Styles es un poco antipático con el hecho de que lo mandoneen.

—Si, lo sé. —dijo la chica, un poco sacada de onda por lo sucedido.

—Y cuéntame... ¿Cómo andan las cosas con Harry? —preguntó el chico de sopetón, haciendo que la castaña se ahogue con el vino que estaba tomando.

— ¿Las cosas? —indagó la muchacha, secándose la boca con la servilleta.

— ¿No están saliendo? —inquirió el muchacho, comiendo un pedazo de pollo despreocupadamente, pero su mirada estaba fija en la castaña ante su próxima respuesta.

— ¿Qué?

—Harry me dijo que si me acercaba a "su chica" iba a romperme hueso por hueso.

— ¿Es un chiste, verdad? —indagó Charlotte, con la cólera subiendo y subiendo en su interior.

—Claro que no. Me lo dijo el jueves, luego del entrenamiento.

—No quiero hablar de eso, Louis. —contestó la castaña mordiéndose la lengua, ya que sabía con certesa, que quería romperle la cara al británico en cuanto lo viera.

Luego de la cena, ambos franceses se fueron a caminar a un hermoso parque que estaba cerca del restaurante, por lo que subirse al auto no fue para nada necesario. Por el parque se extendía un hermoso y largo camino repleto de hojas que caían sin cesar de los árboles, debido a que el otoño les estaba pisando los talones a los londineses, y más allá.

—Extrañaba esto. —soltó el castaño, apretando la mano de la muchacha, mientras ella sonreía con delicadeza.

—Yo también. —contestó con sinceridad, mientras su caminar se iba deteniendo frente a una hermosa laguna, rodeada de árboles y era iluminada por tan dichoso firmamento. Los jovenes detuvieron su caminar, estando tan cerca del agua, contemplando la belleza del lugar, mientras que se sentaban frente el lago, en uno de los tantos banquitos de aquel hermoso parque. Se quedaron en un silencio prolongado y para nada incómodo, mientras que el frío los azotaba levemente, haciendo que la castaña tiritase de frío. Louis, caballerosamente, se quitó el saco y se lo colocó en los hombros a la bella muchacha que agradeció el accionar, mientras que el interpelado, aprovechando el acercamiento entre ambos, colocó sus labios deprevenidamente sobre los de ella, hundiendose en un beso tranquilo y suave, con la luna de testigo.

Los brazos de Charlotte se colaron tímidamente por el cuello del parisino, mientras que los del aludido recorrían con parsinomia y verguenza la cadera de ella, en un semi abrazo. Sus labios sobre los de ella eran calmos, tímidos y sumamente dulces, algo en lo que la cabeza de Charlotte no tardó en comparar con los labios atrevidos, expertos e intrépidos de Harry, el cual con un simple roce, hacía que toda ella vaya a volar fuera de este cielo. Al recordar al castaño, la muchacha se separó un poco de el chico, y lo observó con pudor, mirada un tanto correspondida por él.

—Louis. —dijo ella, con voz ronca. —Tengo frío, ¿me llevas a mi casa? —soltó con una mueca, inventando una completamente idiota excusa.

—Si. Vamos. —aceptó el chico parándose de la banca, y dándole la mano a ella, la cual aceptó, haciendo que el entrelace los dedos de ambos, comenzando su caminar hasta el auto.

TROUBLEMAKER - Harry StylesWhere stories live. Discover now