Capitulo 24: Marionetas sin hilos.

Começar do início
                                    

«Y a veces se lo llevaban a una habitación llena de adornos de payasos y los payasos sonreían mientras lo violentaban...»

¿Hablaba de esta habitación?

Aun con lo atolondrado que me sentía, me acerqué todo lo rápido que pude a la biblioteca que se exhibía allí. No era una biblioteca común. Lo sabía. Nada parecía común y menos que menos una biblioteca repleta de álbumes de fotos y cintas de video. Tomé el primero que se me atravesó en el camino y al abrirlo las imágenes asquerosas y pornografías se mostraron ante mí.

"Entonces los dvd deben ser las escenas filmadas" pensé lleno de impotencia y rabia.

Aun cuando me sentía débil a causa de la inyección, a causa del golpe, tenía la suficiente fuerza para hacer añicos la habitación. Así que apreté una de las muñecas de porcelanas y dudé sólo un segundo antes de ceder a la cólera, materializándola al arrojar el objeto contra el frío suelo. La porcelana crujió sonoramente junto con las demás. Las tacitas de té se hicieron trizas y la caja de música finalmente se calló.

Rompí las fotos, los cd, el televisor.

Me encontraba tan desquiciado que no me importó hacer demasiado ruido. Yo sólo quería que esa ira dejase de pitar en mi oído como una cigarra. Quería que esta rabia dejara de atormentarme y carbonizarme la piel. Así que la saqué, lo hice ciego de pena, sediento de ganas de romper algo. Y lo hice lanzando gritos de dolor y lágrimas en todas las direcciones.

Al final mis manos acabaron dañadas, los trozos afilados habían abierto finas grietas en la palma y en la muñeca. La sangre roja y espesa se mostraba en mi piel como labial rojo descorrido y se quedó entre las yemas de mis dedos como la huella inaudita que me vinculaba a una escena del crimen. Una delgada capa de sudor cubría mi frente mientras observaba que ni las almohadas se habían salvado, les había sacado el relleno y las plumas se esparcían en el aire como polvo de camino, como nieve blanca e indolora.

Y aun con todo el desastre abriéndose paso en mi espacio como un agente del caos, notaba en mi sangre los residuos de pólvora queriendo explotar cuanto antes.

Respiraba agitado, y seguía mareado y un poco débil. Y el mundo que debería ser mundo no se veía como tal hasta que la rabia cedió un poco y me dejó ver una mancha borrosa de mi realidad. Avancé despacio hasta la puerta, temiendo que estuviese cerrada y yo estuviese atrapado allí, privado de libertad y de paz...

Abrí la puerta y suspiré de alivio al notar que no era del todo un prisionero en una isla abandonada.

—Luzbel...—murmuré, saliendo del cuarto, advirtiendo la urgencia tocar mis talones.

Debía irme de allí. Tenía que salir de allí. Quería ver a Luzbel, quería cerciorarme de que estaba a salvo, lejos de ese lugar que parecía tan macabro.

Al salir me percaté de que no era una prisión donde me encontraba, ni tampoco un sótano debajo de la tierra. Se trataba de una casa. De una mansión. Lo supe por las escaleras que discurrían con forma plana, por las altas paredes adornadas con cuadros gigantescos y por la decoración tan elegante. Anonado, me acerqué al borde de la escalera. No era el tipo de lugar que me esperaba. Miré abajo y miré sin ver los muebles, los adornos, la ausencia de personas. Alcé los ojos y contemplé la lámpara en forma de telaraña con diminutas piedras brillantes que adornaba al centro.

Todo parecía tan bonito y tan estático.

Había un silencio demasiado denso. No es solo que no hubiese bulla, era que los objetos, caros e impecables, se mantenían quietos, casi observándome, casi estudiándome. Mi propia respiración se hizo pesada y era lo único que parecía hacer ruido. Apreté los puños y descendí escalera abajo con la angustia haciendo nudos en mis tripas. El silencio tan denso me obligaba a actuar en sigilo, como a escondidas, como si fuese una bailarina que da diminutos pasos para seguirle la huella a la música. Estaba seguro de que si algo se movía, por mínimo que fuese, el eco del sonido sería inmenso en una calma tan hueca.

La miserable compañía del amor.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora