Capítulo 64: We were good friends

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—Oh no, no quiero molestarte.

—No lo haces, de veras, toma asiento.

Él le sonrió ampliamente y obedeció qué ganas de decirle que ella era la chica que amaba, que tanto quería y extrañaba, y que eran novios, y que tenían tantos recuerdos juntos, y que el cáncer ya había cesado.

—Muchas gracias... —dejó suspendido el agradecimiento a propósito para que ella le dijera su nombre. 

—Oh, Nirvana Rose.

—Guau, qué hermoso nombre. 

—Gracias —Respondió ella sonriente.

—Zach Parrish. —Ahora se presentó él.

El apellido Parrish le quedó retumbando unos segundos en la cabeza, sabía que en el pasado ya lo había escuchado. ¿Pero qué significaba? ¿Qué quería recordar exactamente?

—¿Y que tal estás Nirvana Rose? ¿Ya te recuperaste?

—No del todo pero supongo que ya casi.

—Me alegra escuchar eso.

Zach sonrió y Nirvana observó sus ojos con suma atención, eran los mismos ojos que había visto aquella noche con Richard, aquellos con los que había soñado. Y eso la hizo intrigar aún más, ¿quién era ese chico?

Era muy guapo, demasiado alto, además de simpático y con un muy buen gusto para la música. 
Estaba empezando a perderse en sus orbes castañas cuando la mesera interrumpió dejando las papás en la mesa.

—Aquí tienes.

—Gracias.

—¿Desea ordenar algo, joven? —Preguntó ahora refiriéndose a Zach. 

—¿Tienes dedos de queso?

—Por supuesto.

—Genial, entoces, dame una orden de dedos de queso y dos sodas, por favor.

—En seguida. 

—Gracias.

<<All we need is just a little patience>>

Una punzada atacó su cabeza y se vio obligada a cerrar los ojos.

—¿Te encuentras bien? —Le preguntó Zach con preocupación.

—Sí... Es solo que. —Otra punzada. Tuvo que sacudir la cabeza. —Me pasa seguido desde que desperté...

—Ya, me comentó mi padre que estuviste en coma. ¿Pero segura que estás bien? ¿Es normal? Puedo llevarte al hospital.

—No no —Se apresuró a decir —Estoy bien, se me pasa rápido. Tengo medicamentos para eso. —Explicó —¿Quieres? —Le acercó las papas fritas.

Él sonrió, agradeció y se llevó una a la boca.

Se miraron y entonces los dos sonrieron.

Era el mismo infierno poder verla y tenerla cerca y pensar en cuánto deseaba besarla, como en todos esos recuerdos y que ella pensara que él solo era un simple desconocido con el que nunca había hablado.

Si fuera su alma la que hubiera perdido, sin dudar pactaría algo con lúcifer y atravesaría el mismo infierno para poder recuperarla.
Pero sus recuerdos... ¿Qué haría?

—¿Te importa si pongo algo? —Le preguntó la rubia.

—Adelante —Le respondió.

Ella se puso de pie y se encaminó hasta la rockola. Simplemente era perfeta. Para él era perfecta, y siempre lo sería. Su cabello bailando al compás de sus pasos, sus verdes ojos almendrados, su ligero andar...

Le sonrió desde el frente de la rockola y la observó introducir una moneda, mordía su labio intentando elegir una canción.

Por fin lo había hecho y su elección lo tomó por sorpresa. ¿Por qué habría elegido una canción tan afligida?

—¿Linger? —Le preguntó alzando una ceja. 

La mesera se aproximó a ellos con la comida antes de que la rubia pudiera contestar.
Zach extendió una de las bebidas hasta su novia y puso los dedos de queso en el centro de la mesa ofreciéndole a la chica.

—Gracias —Replicó sonrojada.

—Por nada. 

La forma en que sus ojos se achinaban cuando sonreía era sin duda lo que más amaba de ella. 

—Así que... ¿Por qué una bella señorita como tú escucharía ahora una canción tan triste como esa? 

Ella sonrió por lo bajo.

—No es nada. 

—Claro que debe ser algo. —Objetó con una sonrisa de lado.

Ella suspiró.

—Creo que me he enamorado. —Admitió con vergüenza y el color vino a su rostro.

El corazón de Zach se hizo polvo en el instante en que ella dio fin a esa oración, aún así pudo mantener muy bien su sonrisa interesada y radiante, pero extremadamente falsa pues sabía muy bien que no era de él de quien ella se había enamorado. Sin que pudiera evitarlo sus ojos empezaban a escocerle, y la respiración se le cortó, por un momento olvidó cómo respirar y un cosquilleo terrible le recorría las palmas de ambas manos.

—¿Y por qué eso es malo? —Preguntó logrando con éxito que la voz no se le quebrara.

Ella lo miró a los ojos y luego río agachado la cabeza. 

—Porque es mi mejor amigo.

El alma se le cayó a los pies y la sangre se le heló, la comida que masticaba pronto pareció convertirse en plomo, todo al rededor se detuvo, la lluvia que azotaba en la ventana pronto dejó de producir sonido. El único sonido audible era el de el palpitar de su corazón, y la miró, se perdió en las orbes verdes de sus ojos, viajando por ellos en busca de alguna señal, un atisbo, una chispa que le indicará que el sentimiento por él estaba ahí, muy bien guardado en un rincón de su mente y su corazón.

—Zach... Zach...

Él entonces reaccionó, parpadeó cuando se percató del agua en sus ojos.
Qué hermoso sonaba su nombre cuando salía de sus labios. 

—Disculpa... Yo... Lo lamento, recordé algo.

—Ojalá yo pudiera. —Murmuró metiéndose un dedo de queso a la boca. 

—¿Cómo?

Lo miró, no pensó que la hubiese escuchado. 

—No, no es nada. 

—Adelante, puedes decirme. —La animó con una sonrisa tierna.

—Bueno... En el accidente, quiero decir... Me golpeé la cabeza y olvidé ciertas cosas, más bien olvidé casi todo lo que aconteció en un año. Me perdí un año de mi vida, ¿puedes creerlo?

A la mierda, a la mierda todo.

—Lo sé. —Respondió.

Ella lo miró interrogatoriamente levantando una ceja. 

—Sí yo... Digamos que éramos buenos amigos, Nirvana Rose. 

PacienciaWhere stories live. Discover now