Capítulo 31

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Al final terminó presentandome a sus primos.
Odiaba que todos me vieran fijamente sin expresión alguna, así como examinándome, ¿a caso no consebian que fuera tan... Fea para alguien como Zach? Y después su cara inexpresiva se transformaba en una radiante sonrisa.

Sus primos me saludaban con una reverencia y un beso en el dorso de la mano. Raro, pero un gesto muy galante, como el estilo de Zach, y él solo negaba con la cabeza y se llevaba las manos a la frente con una expresión de fastidio.
Los gemelos sí que eran lindos, tenían los ojos color miel.
Y el otro, Jessie era más tímido.

-No jodas.

Gritaron los gemelos cuando les dije mi nombre. Supieron que no debieron decir tal palabrota al instante que la pronunciaron completa, pues varias personas nos miraron, su madre los quiso matar con la mirada.

Zach estaba que casi explotaba de risa.

-Estás viendo a los dos clones idiotas mas grandes fans de Nirvana.

-¿Te gusta Nirvana?

-Ese es mi nombre, sería un crimen que no me gustara.

-Mierda. ¿Quieres ser mi novia? -Dijo una de ellos, no sabría decir si era Jeshua o Joshua.

Me reí y Zach intervino.

-No hermano, consíguete la tuya. -Y me tomó del brazo para situarme a su lado.

Me reí muchísimo.

-¿Dónde consigues una así? -Le dijo el otro gemelo a Zach.

-Es única en su clase. -Y me dio un beso en la frente. -Además es Gunner.

-Maldito con suerte. -Replicaron los dos al unísono. Esos dos estaban tan conectados que hasta las frases las decían al mismo tiempo.

Mi teléfono comenzó a vibrar era Becca. Salí afuera para contestar. Había mucho frío.

Zach

Nirvana había salido a atender su llamada, dijo quera Becca. Me quedé con mis primos charlado, estaban encantados con mi chica de hecho hasta me daba un poco de celos que les gustara mi chica.

A toda mi mi familia le agradó, tal vez era porque desde el accidente no había asistido a ningún evento de la familia, y esta era la primera vez desde hace un par de años.

-Zach, cariño -Era mi tía Irene, la esposa de mi tío Joseph -necesito que me ayudes a recoger el florero de la esquina. Uno de los niños pasó corriendo y lo tiró. ¿Puedes, por favor?

-Claro tía.

Y me dirigí a donde estaba el desastre. El jarrón estaba roto, y las pequeñas plantas quebradas. Recogí todo, al menos los pedazos grandes, los eché en una bolsa, los saqué a la basura, hacía frío afuera el vaho me salía como humo de la boca. Vi a nirvana a lo lejos, caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja. No podía verme, estaba de espaldas a mí, me estremecí de pensar en el frío que seguramente tendría.

Dios, esa chica. Se veía hermosa en ese vestido, se veía hermosa de todas las formas posibles, pero hoy un poco más que nunca.

Volví adentro a terminar de levantar todo, mi madre me había dicho que fuera a plantar esa planta en el jardín.

-Mamá, esto no va a funcionar, se morirá en un par de días.

-Ve a plantarla.

-Mamá, me mancharé el traje.

-Si no lo haces con cuidado, sí.

-Hace frío afuera.

-Zach... -Y ahí estaba su mirada amenazadora.

-¿Puedo hacerlo mañana?

Suspiró...

-Bien, pero ve a dejar eso al jardín.

Hice lo que mi madre me ordenó, deje la estúpida planta sobre el césped, junto a las otras plantas. Nirvana estaba cerca, podía oír vagamente su conversación.

-Ajá, ¿cómo sabes?
No, no lo creo.
No puedes estar tan segura.
Pues... No lo sé.
No.
Porque no quiero que piense que soy una interesada.
A ver... Veamos, me compró un vestido, seguramente muy caro, y también unos zapatos.
Pues obvio que sí, sería de lo más perfecto...
Sí.
Demasiado.

Entré a la casa antes de que me descubriera escuchándola.
Sabía de lo que hablaba, era muy obvio y Becca tenía razón, ya había preparado todo para pedírselo, pero en ningún momento se me pasó por la mente pensar en que aceptaría a causa de lo que le había regalado, o aprovecharme de eso para que aceptara. Simplemente era el momento perfecto, puede que solo fuera un banal título, pero me importaba porque la quería.

Cuando llegó la hora del pastel de cumpleaños todos cantaron en cumpleaños feliz y comimos del postre. Ya era tarde, al menos las 9 pm. Cuando comenzó la música de baile algunos se pusieron a bailar con sus parejas, era música de vals donde todos tenían que estar coordinados, todos ahí lo conocían porque era el baile traicional de la familia, se dice que la coreografía se inventor hace décadas.
Nirvana observaba todo desde nuestra mesa, maravillada por aquel baile. Me tenté a invitarla a formar parte del baile pero cuando lo hice se negó rotundamente.

-No es que no quiera bailar contigo, es que no sé los pasos.

Fue lo que dijo para que la dejase en paz.

Observamos un rato más, yo estaba cerca de ella, mis primos me molestaban porque no me despegaba de ella ni un momento.

-¿A qué hora tienes que regresar a casa?

-Eh... En realidad me iré a casa de Becca.

-¿Por qué?

-Porque pedí permiso para quedarme en su casa pero también para venir aquí.

-¿Quieres ir afuera? -Le pregunté.

Nirvana

Hacía frío, pero no me quejé, necesitaba ya el olor dulce del aire fresco. Caminé con Zach hacia el jardín trasero donde también había muchas luces al rededor de los árboles y a los costados del caminito de cemento. Los zapatos ya me estaban empezando a cansar, me costaba caminar, y sobre todo en el césped, me tambaleaba como si estuviera ebria.
Zach me sujetaba de la mano y no parábamos de caminar, hasta que llegamos a un pequeño banco de piedra. Tenía la otra mano helada, y la nariz también la sentía fría, todo era silencio, como si se nos diera la oportunidad de disfrutar de la magia de la noche.
Me hizo sentar y se quitó el saco ofreciéndomelo para cubrirme. Me lo puse, me quedaba grande pero hacía juego con mi atuendo.

-¿Ya viste las estrellas?

Miré hacia arriba, nos habíamos alejado de las luces de la casa, y las estrellas se veían más brillantes que nunca. Sí, era una noche mágica.

Zach se sentó en el frío césped. Su reloj marcaba ya las 11.

Me quedé observando las incontables estrellas, y también la Luna. Vi una estrella fugaz y avisé a Zach de eso.

-Pide un deseo -Le dije.

-Creí que no creías en las estrellas fugaces.

-Sé que no conceden deseos, pero si tienes la oportunidad ¿por qué no intentarlo?

Sonrió, él no estaba mirando las estrellas, ni la luna, me estaba mirando a mí

-Solo las estrellas saben lo mucho que les hablo de ti por las noches en las que no estás conmigo. -Tomé su mano y le dediqué una suave sonrisa, baje del banquito y me senté a su lado recargando mi cabeza de su hombro, rodeando su brazo derecho con mis manos.

-Eres un cursi sin remedio.

-Lo sé.

Me sonrió.

-Estoy enamorado de ti.

PacienciaWhere stories live. Discover now