Capítulo 49: Lost

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No dejó de llorar y vagar por las calles hasta muy entrada la noche.
¿Cómo era posible? Todo era una pesadilla.
Era su primer amor, no podía ser posible que acabara de esa forma tan horrible y humillante, nadie podía ser tan cruel y mentiroso como para hacer algo de esa magnitud, ¿o sí?
Evidentemente sí.

Sabía desde el principio que debía alejarlo de ella a toda costa, a pesar de su sonrisa galante y perfecta y a pesar de sus caballerosos modales y su carisma tan jovial.

¡Lo sabía! Mierda, sabía que sería desastroso. Sabía que debía alejarse de él, sabía que no debió de haber aceptado esa segunda cita en el café de Sussie después de que la dejó plantada, sabía que nunca debió ser su amiga, sabía que su corazón al final saldría muy lastimado. Y no se había equivocado.

¿Cómo fue que se permitió enamorarse?

Se preguntaba.

¿Cómo fue que prefirió dejar de un lado las historias de amor de sus libros por vivir una real en carne propia?
¿Cómo fue que le había permitido tomarla aquella noche en la habitación de él? Al final pensó que el desistir de Zach fue lo mejor que pudo haberle pasado.

Entre jimoteos, sollozos, lágrimas y vientos helados se dirigía a casa con pasos flojos, sintiendo que ya no le quedaban fuerzas para echar un paso más.
Si hubiese sabido que al final de todo dolería demasiado, hubiese elegido jamás conocer a Zach Parrish.

Temblorosa sacó el móvil del bolsillo trasero de sus jeans. Con las lágrimas cayendo subre su pantalla buscó el número de su mejor amigo y marcó. Uno, dos tres, cuatro timbridos y Richard contestó.
Ella apenas con voz inteligible le preguntó al muchacho si podía visitarlo a su casa. Él, preocupado por el estado en que se encontraba su amiga le preguntó en donde se encontraba, cuando Nirvana hubo contestado él se vistió el suéter, se puso un gorro verde militar y corrió a toda velocidad a un lugar entre las calles siempreviva y primavera, muy preocupado por la chica, era muy bien sabido que él jamás había dejado de sentir algo por ella, pero se había contenido mucho para no arruinar su valiosa amistad de 12 años. Sin embargo, él sospechaba que su amiga sufría por el imbécil riquillo que la había arrebatado de sus brazos, o eso pensaba él.

Cuando llegó a la intersección solitaria de las calles tuvo que prestar mucha atención porque el alumbrado público no era lo suficientemente resplandeciente para ver en ciertas partes de la acera.
Aguzó el oido y pudo percibir unos suaves sollozos. Se acercó con cautela a una banqueta y más allá, recargada de espalda contra un árbol, sentada vislumbró a su amiga... Esta al notar su presencia ahí se levantó y se abalanzó a él abrazandolo fuertemente y llorando más en su hombro. Él comprendió en ese momento que no era apropiado hacer preguntas de ningún tipo, solo se limitó a acariciarle el pelo y a susurrarle en el oído que todo estaría bien. Minutos después cuando se hubo calmado se soltó de él y trató de respirar. No pudo, solo consiguieron escapar gimoteos acelerados y agitados.

-Ya, ya, ya, Vania, todo está bien, ¿sí? Tranquila. -Le habló como si se tratara de una niña de 3 años que acababa de rasparse las rodillas.

Cuánto deseaba Nirvana tener que rasparse las rodillas a sentir esa avalancha de dolor y humillación que la estaba golpeando sin compasión.

Abrazándola, Richard la condujo hasta su casa. Nirvana solo esperaba que sus padres estuvieran concentrados en la TV o haciendo alguna otra cosa parecida para que no se dieran cuenta del estado en que llegaba.
Su amigo no hizo ninguna pregunta, pero sin duda le tiraría los dientes al imbécil riquillo que la había arrebatado de sus brazos en el momento en que se lo topara.
No queriendo hizo adentrarse a Nirvana a su casa. Sus plegarias fueron escuchadas pues sus padres estaban absortos en la televisión prestando su total atención a un programa de Natgeo.

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