Capítulo 45

130 13 2
                                    

Por suerte ni papá ni mamá preguntaron por qué había llegado una hora tarde de lo habitual. Tal vez Richard se había encargado de decirles que me quedé en la biblioteca.

Una vez que mi teléfono se conectó al Wi-fi de casa decenas de mensajes empezaron a llegar. Todos eran de Zach, en facebook, whatsapp, instagram, hasta en tumblr.
Seguía enojada con él y no pensaba abrir ningún mensaje, en vez de eso me dediqué a hacer el ensayo de Becca.

Al rededor de las 9 pm, yo seguía concentrada en el ensayo de mi amiga, tanto que me sobresalté cuando Zach tocó mi ventana.

Me acerqué y la abrí.

-¿Qué haces aquí? -Le pregunté desconcertada.

No se me cruzó por la mente que mi novio entraría a casa por mi ventana después de un drama como el de la tarde. Zach odiaba las escenas de celos y me lo había dejado muy claro unas cuantas veces al hablarme de las escenas que las novias de sus amigos les hacían a ellos. Pero después de analizarlo detalladamente en esa fracción de segundo, él había empezado todo cuando había dicho que saldría con Richard a tomar un café.

-¿Puedo entrar? -Respondió.

Lo pensé un momento y luego lo invité con una señal. Cerró en cuanto entró.
Sin más volví a mi escritorio, sentándome en mi silla giratoria a teclear un mar de palabras que podrían salvar a mi tonta y linda mejor amiga en francés.

-Nirvana. -Me habló con voz áspera.

Lo ignoré.

-Vania, estoy hablándote.

Volví a ignorarlo.

-Nirvana, tenemos que hablar.

Oí un suspiro frustado y muy enojado, y también pasos firmes en mi dirección. Zach hizo girar la silla con un movimiento brusco haciéndome quedar cara a cara con él. El corazón se me aceleró y la respiración se me fue más agitada, nunca me había dedicado una mirada igual, tan gélida llena de reclamos e ira, me removí en mi silla tratando de decirle que no estaba cómoda con él en esa posición y que si había querido intimidarme lo había logrado ya.
Sujetaba la silla con fuerza, con tanta que sus nudillos ya estaban blancos, sus ojos castaños me estaban penetrando lenta y dolorosamente, me sentía tan frágil, tan débil, tan pequeña, tan insignificante y tan desnuda.

Cerré los ojos con fuerza, no pude soportar su mirada.

-Mírame. -Me ordenó.

Negué con la cabeza y volvió a ordenarme lo mismo. Al no obtener una respuesta positiva de mi parte sentí como sus manos tomaban ambos costados de mi cara y sus labios se posaban en los míos. Este beso eran tan diferente, tan vehemente, lleno de enojo y pasión. Y sus labios no sabían igual, no tenían ese sabor dulce, ni esa textura suave, sabían a alcohol y casi raspaban.
Quise alejarme pero él no me lo permitió.
Empujé con fuerza pero no lograba alejarlo de mí. Me estaba asustando mucho. Succionaba y besaba mis labios como jamás lo había hecho. Casi dolía. Tal vez en otra situación hubiese correspondido a un beso similar. Pero no hoy. Cuando sus manos bajaron a posarse por debajo de mi blusa, acariciándome y tocando mi piel y su boca a besar mi mandíbula y parte de mi garganta, una voz temblorosa presa del miedo tuvo la oportunidad de hablar.

-No, por favor, Zach...

Le llevó unos segundos reaccionar y cuando lo hizo bajó la mirada a mis manos que tomaban con fuerza sus muñecas tratando sin éxito de alejarlo.
Me miró y pude ver que al igual que yo, estaba asustado. Se echó para atrás como si un imán enorme lo repeliera y cayó al suelo.
Abracé mis piernas como si mi seguridad dependiera de ello, estaba temblando y los ojos los sentía llorosos.

-Vania... -Susurró.

De repente sus ojos cambiaron, ya no estaban ardiendo ni se veía esa chispa que juraría que los incendiaba. Solo estaban los ojos de Zach... Lindos, tiernos y cálidos. Y asustados.

-Mierda -Se llevó las manos a la cara. -Soy un imbécil. Vania... Perdóname...

Me fijé en que también estaba llorando y de un momento a otro estaba arrastrándose hasta mí.
Intentó tocarme la mano pero involuntariamente la alejé.
Intentó acercarse pero no se lo permití.

-Por favor... No me hagas daño. -Supliqué con un hilillo de voz abrazando mis piernas con la mirada fija en el suelo.

Su rostro se deformó cuando una mueca de dolor y asco se halló en su cara.

-Perdóname, no fue... No quise... -Una lágrima solitaria surcó su mejilla derecha. -No quise hacerlo. -Admitió antes de desplomarse otra vez contra el suelo y echarse a llorar. -No fue mi intensión. Por favor perdóname.

De un momento a otro se levantó y cruzó mi ventana, no sin antes voltearme a ver con una mirada de arrepentimiento.

Me quedé ahí, sentada abrazándome a mí misma tratando de explicarme lo que acababa de pasar y por qué había sentido tanto miedo cuando me tocó. No era lógico, no era posible, era ridículo.

Reaccioné un minuto después y corrí hasta la ventana para averiguar si aún podía hacerlo volver, pero él ya no estaba, iba demasiado lejos.

Por un momento me quedé inmóvil analizando todo, y al no querer pensar más en ello volví al ensayo, en un intento fallido de borrar la mirada de Zach y mis palabras de mi cabeza.
Unas horas más tarde un mensaje hizo que mi teléfono vibrara.

Perdóname, por favor.
No fue mi intensión hacerte daño, fuí un imbécil, no tengo palabras para explicarte la manera en que actué, solo sé que ese no era yo. Por favor, te suplico que me perdones.

No supe que responder, ni siquiera yo sabía qué había pasado conmigo.

No te preocupes.

PacienciaWhere stories live. Discover now