Capítulo 20

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Me sentía adormecida, apenas y podía echar los pies para adelante, lo único que sabía era que teníamos que llegar a un lugar, me sentía mareada. Cuando después de lo que me pareció una eternidad... entramos a su casa, el ambiente estaba muchísimo más cálido, tal vez era cosa de la calefacción. Era tan gratificante sentir aquel bonito calor. En casa no podíamos darnos el lujo de una cosa parecida, pues no podríamos pagarlo, o tal vez sí pero la respuesta de mi padre seguramente sería: no hay necesidad de tal cosa.
Como fuera, era una gran casa elegante, mi sala fácilmente cabía tres veces en la de él, y sus muebles se notaban muy cálidos y cómodos, y el piso reluciente, casi hasta podía ver mi reflejo. A lo lejos había una chimenea, y lo único que quería era ir hacia allá, pero Zach me llevó por otro lado.
Subimos varias escaleras, me tomó de la cintura empujándome hacia arriba, creo que si no lo hubiera hecho, jamás hubiera podido llegar a la cima.
Entramos en una habitación, super espaciosa, también con calefacción, una cama enorme y ventanas gigantes por donde se podía ver la caer nieve del exterior, seguida de una oscuridad espesa y tenebrosa.

Dejó de abrazarme y de nuevo quedé expuesta.

-Quítate la ropa. -Me ordenó sin más.

Obedecí y él se apresuró a buscar con rápidez entre su closet algunas toallas y ropa. Lo que me había quitado era el pantalón, estaba frío y pesado tenía aún nieve en varias partes. Ahora sí estaba casi desnuda pero ni siquiera estaba segura de si eso importaba o si sentía vergüenza. Daba igual, de todos modos no era algo que él jamás hubiera visto. Supongo.

-Te prometo que no veo nada. -Estaba de espaldas a mí buscando todo aquello, y cuando lo tuvo se giró en mi dirección con los ojos cerrados.

-Ponte esto. -Dejó sobre la cama un pantalón de franela color gris, al igual que una camisa blanca, un suéter y unas calcetas negras, sin dejar de apretar los párpados.

Se volteó hacía los controles de la calefacción en la pared para subir la temperatura.

-Ya vuelvo. Después métete a la cama.

Me sequé y vestí lo más rápido posible. Todo me quedaba enorme, los pantalones de franela me arrastraban bastante y el suéter estaba gigante, pero era grato tener ropa seca, aunque no fuera mía. Aún tenía frío, así que me metí en su cama y me cobijé con sus edredones. Me hice un ovillo ahí y a los pocos minutos entró de nuevo. Se sentó en la orilla y noté que tenía varias botellas con agua en las manos, eran al menos 4.

-Te destaparé un poco, ¿okay? -Asentí e hizo los cobertores a un lado.
Ya estaba vestido diferente.
Tomó unas toallas de un buró y envolvió las botellas con ellas.

-Póntelas en el pecho. -Me indicó. Obedecí, ahora lo entendía, eran botellas con agua caliente. -Esta en medio de tus piernas. -Y por último me puso una en el cuello.

En poco tiempo ya sentía que mi cuerpo se descongelaba. Y Zach seguía con expresión preocupada.

-¿Tú cómo estás? -Le pregunté después de un rato.

-¿Yo? -Se incorporó confundido, como si le extrañara que preguntara por él. -Yo estoy bien, tranquila. ¿Qué tal te sientes ahora?

-Mejor. -Afirmé. -Ya no tengo frío.

-¿Estás segura?

-Sí.

Su expresión se suavizó.

-Vale, espera aquí, ya regreso. -Dijo sin más y se fue.

Creo que me dormí un rato, no estoy segura, me sentía tan cansada que cuando desperté olvidé por un segundo en dónde me encontraba, Zach no estaba ahí así que decidí salir de las cobijas.
Me había dejado al pie de la cama unas pantuflas de conejito color blancas, me reí en mi mente y me las calcé de inmediato.
Eché un vistazo a la habitación, ahora que no me sentía confundida sí podía contemplarla, estaba impecable, era difícil suponer que era la habitación de un chico. Salí y bajé por las escaleras, la casa era tan espaciosa que creía que si gritaba, mi propio eco me respondería.

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