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Me despierto sola en la cama y algo desorientada. Miro la mesita de noche y veo que faltan cinco minutos para que suene el despertador. Enfrente del despertador, hay una pastilla rosa, una vaso de agua y una notita.

"Es la pastilla del día después. Tómala, preciosa."

Sonrío un poco y tomo la pastilla. Los recuerdos de anoche golpean mi mente haciéndome ampliar mi sonrisa. Voy hacia el armario y cojo la ropa que me pondré. Me visto con unos pantalones negros de vestir con pequeñas y finas rayas verticales de color gris oscuro, una camiseta blanca de tirantes, un jersey fino gris de cuello alto que meto por dentro de mi pantalón y unos botines negros de tacón.

Entro en el baño de la habitación, pero antes apago el despertador antes de que suene. Me lavo los dientes, la cara y me maquillo y perfumo un poco. Peino mi pelo dejándolo suelto y liso. Cojo mi chaqueta y mi bolso y salgo hacia el salón. Escucho trasteo y asomo la cabeza por la cocina que comunica con el salón. Dejo mis cosas en la silla y me acerco a la cocina.

Mi hombre está de espaldas a mí. Lleva puesto unos pantalones de traje azul marino, una camisa blanca y veo que en la silla tiene la americana. Tiene su pelo amarrado en un pequeño moño. Es un Dios.

Me acerco a él y al escuchar mis tacones, se gira y me sonríe.

-¡Feliz cumpleaños! -exclamo contenta. Él se ríe un poco y yo beso sus labios. -Te quiero, te quiero, te quiero.

-Gracias, amor. -susurra sonriendo. Me da un último beso y coge una bandeja con el desayuno.

Un bol lleno de fruta cortada para mí y un sándwich, un zumo, un café y una tostada para él. Dios santo. Nos sentamos a desayunar.

-Tengo un regalo para ti. -sonrío. -Tómalo como un regalo de cumpleaños y de Navidad juntos.

-No tenías porqué. Ya tengo suficiente con que vinieras. -murmura.

-Sh, cállate. -él se ríe y besa mi mejilla por encima de la mesa.

Cuando terminamos, él recoge todo y yo voy a la entrada. Saco la funda de la guitarra del armario y la llevo hasta el salón. La apoyo contra el sofá y me acerco a la barra de la cocina.

-Dijiste que apenas tienes tiempo de tocar la guitarra y que además no tenías una. -digo. Él se gira mientras seca sus manos. -Y la verdad es que quiero que vuelvas a tocar, quiero verte hacerlo. Así que...

Me aparto un poco para que vea la guitarra y abre la boca algo sorprendido. Deja el trapo encima de la encimera y sin quitar la mirada de la funda de la guitarra, camina hacia ella.

-Dede, cariño, no debías... -murmura.

Se sienta en el brazo del sofá y pone la funda encima de sus piernas. Yo me pongo enfrente de él. Doy pequeños golpecitos en la funda con mis uñas.

-Si algún día lo... dejáramos, quiero que la tengas como recuerdo. Que tengas una parte de mí en esta guitarra. -murmuro mientras abro la funda.

Cuando la abro del todo, él mira la guitarra negra. Acaricia la "D" con sus dedos y sonríe. Cojo la funda pequeña con las dos púas y se la doy. Él la abre para ver lo que hay en su interior. Sonríe al verlas y luego me mira a los ojos. Cierra la funda y la deja encima de la silla. Se levanta mientras me envuelve con sus brazos.

-Muchas gracias, Dede. -susurra en mi oído.

-Yo también te amo, Erik.

Él refuerza su agarre y besa mi cabeza.

-Pensaba que no lo habrías escuchado. -murmura cuando nos separamos. Lo miro a esos preciosos ojos que me miran algo avergonzado.

-Claro que te escuché. -susurro sonriendo. Erik besa mis labios.

LLÁMAME DEDE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora