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-Dede. -susurra Pablo a mi lado. Giro la cabeza y lo miro. -¿Vienes conmigo al agua?

-Claro. -sonrío.

Los dos nos levantamos de la toalla, y dejamos al resto hablando de no sé qué mierda. Vamos juntos al agua, y antes de entrar, me hago una coleta alta.

-¿Te has tatuado la nuca? -me pregunta. Yo sonrío y asiento con la cabeza mientras entro en el agua. -¿Puedo verlo?

-Si, ven. -le digo.

Aparto mi coleta, y siento el cuerpo de Pablo pegado a mi espalda. Pasa el dedo por encima del tatuaje, haciéndome estremecer por completo.

-Nos lo hicimos en el primer viaje que hicimos, hace dos años. -explico.

-¿Y por qué una luna? -pregunta curioso. Yo me doy la vuelta y lo miro.

-Fuimos a Ibiza. Fue un poco locura, hacíamos vida de noche. Dormíamos durante el día, salíamos durante la noche. -murmuro con una sonrisa. Él se ríe.

-A ti que no te gustaba salir de noche. -dice divertido.

Yo sonrío y entro por completo en el agua, hasta que me cubre los pechos, él me sigue.

-Y no ha cambiado. -digo. -Pero ese verano lo necesité. Tuve una mala racha de dos años.

-¿Y eso? -pregunta acercándose a mí.

-Pues... me quedé embarazada, perdí al niño, te perdí a ti, perdí mi plaza en la universidad a la que quería ir, perdí a mi padre, luego perdí a mi ratón y también perdí peso, muchísimo. -digo enumerando con los dedos.

-Santo cielo, Dede. -murmura. -¿Cómo que perdiste peso?

-No podía comer. De lo mal que estaba, se me cerró el estómago y no comía, luego me ingresaron un tiempo y me recuperé. No llegué a la anorexia, pero casi. Yo tenía hambre, pero el alimento no entraba. Se me quedaba atorado. -murmuro con una mueca.

Los brazos de Pablo me envuelven, y yo le correspondo el abrazo rápido, escondiendo mi cara en su pecho.

-Siento que hayas tenido que pasar por todo eso. En cierta forma soy culpable. -susurra.

-No eres culpable de nada, Pablo. -murmuro cuando nos separamos.

-Si no me hubiese ido, podría haberme quedado contigo y no deberías de haber pasado por todo eso sola.

-No lo pasé sola, tenía a mamá y a las chicas.

-Un poquito más de ayuda, nunca viene mal. -me dice con una sonrisa. Yo muerdo mi labio intentando esconder una sonrisa. -No has cambiado nada.

-Ayer me dijiste que había cambiado mucho.

-De físico si. Pero tu comportamiento y tus costumbres no. -dice sonriendo. -Sigues matando a la gente con tus comentarios, te muerdes el labio inferior para esconder una sonrisa, ruedas los ojos cuando alguien tiene razón y tú no, tienes mal humor por las mañanas, apuesto mi cabeza a que tu color favorito sigue siendo el negro y el dorado, que tu grupo favorito es Imagine Dragons, y que sigues haciendo de madre con las dos locas que tienes como amigas. Oh, y estoy seguro de que sigues usando ese perfume con olor a avellanas. 

Yo sonrío mirándolo a los ojos.

-¿Cómo te acuerdas de todo eso? -susurro sonriendo.

-¿Cómo podría olvidarlo? -pregunta con una sonrisa en el rostro.

-Yo tampoco he olvidado nada, aunque supongo que habrás cambiado al hacer esa transición a adulto. -murmuro mirándolo a los ojos.

-Créeme que no he cambiado. -dice poniedo su mano a mi espalda baja, atrayéndome a él.

LLÁMAME DEDE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora