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Cuando llegamos a la playa, podemos ver que está totalmente sola. Pablo me coge de la mano, y me lleva hasta un extremo apartado de la playa, un punto muerto desde dónde nadie podría vernos. Dejamos nuestras cosas en la arena, y nos quitamos la ropa quedando con el bañador.

-¿Vamos? -pregunta sonriendo, tendiéndome una mano. Tomo su mano y asiento con la cabeza.

Andamos hacia el agua, y nos metemos hasta que el agua me llega por debajo de los pechos. El agua está más caliente ahora que cuando vinimos ayer. Pablo pone sus manos en mi cintura y me alza un poco para que enrolle mis piernas en su cuerpo. Me sujeto bien de su nuca y lo miro a los ojos.

-¿Cómo es que has querido quedar ahora, los dos solos? -pregunto en un susurro.

-Me apetece pasar un rato los dos solos. -susurra con su rostro extremadamente cerca del mío.

-A mí también. -murmuro.

Pablo entierra su rostro en mi cuello, y deja un beso en él. Luego otro, y otro, y otro. Una corriente eléctrica, que hace mucho tiempo no sentía, recorre mi cuerpo entero, y una estampida de rinocerontes hace presencia en mi barriga.

-Pablo. -susurro cerrando los ojos.

-Déjate llevar, Dede. -susurra contra mi cuello. Me sujeto bien de su nuca, y él sigue su camino de besos por mi cuello. Baja hasta la clavícula y vuelve a subir.

-Vamos a la toalla. -susurro abriendo los ojos. Él separa su rostro de mi cuello y asiente con la cabeza.

Sin soltarme, empieza a andar conmigo en brazos hacia la toalla. Cuando llegamos a ella, me tumba con cuidado encima de mi toalla, y él se acuesta encima de mí, sin apoyar el peso en mi cuerpo.

Sus labios vuelven a dirigirse a mi cuello, y yo muerdo mi labio para reprimir una sonrisa. Sabe de sobras que el cuello es mi punto débil, el punto que debe tocar para lograr excitarme. Muerde suavemente mi cuello, para luego lamerlo un poco. Este hombre me va a matar. Llevo mi mano detrás de su cabeza, masajeando suavemente para que no deje de besarme el cuello.

Sus besos suben hasta mi mentón, y cuando está encima de mis labios, me sonríe un poco.

-Voy a besarte, Diana. -susurra encima de mis labios.

Y sin esperar más, une nuestros labios, después de cuatro largos años esperando esto. Los besos de Pablo siempre han sido geniales. Es como si nuestros labios estuvieran hechos para estar unidos, encajan a la perfección. Llevo mis manos a su nuca, y profundizo el beso, acariciando su lengua con la suya.

Baja sus besos de nuevo a mi cuello, siguen bajando hasta la clavícula pero no se detiene y sigue bajando. Besa mis pechos y los muerde suavemente.

-Pablo. -jadeo cuando acaricia uno de mis pechos con su mano.

-Te deseo mucho, Dede. -susurra subiendo a mis labios de nuevo, para besarlos con un poco de ansiedad.

Muerde mi labio y tira de él, arrancándome un jadeo. Acaricio su espalda cuando vuelve a besarme, deslizo un poco mis manos hasta el elástico de su bañador, y meto mis manos hasta tocar el comienzo de su trasero y lo araño un poco. Siempre me encantó su trasero, y siempre se lo dije. Noto como sonríe en mis labios, y eso provoca que yo también sonría.

Su mano se cuela entre nuestros cuerpos y acaricia mi intimidad cubierta por la braguita. Suelto un pequeño gemido, y muerdo su labio inferior. Aparta un poco la braguita con su mano, y me acaricia suavemente.

-Estás muy mojada, cariño. -susurra encima de mis labios.

-Acabamos de salir del agua. -bromeo. Él sonríe y mete dos dedos dentro de mí. -Dios. -gimo.

LLÁMAME DEDE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora