Capítulo 3

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¡No podía creer que hubiera aceptado no tocarla! ¿Estaba loco? Sí, la niña lo traía loco. Pero haría de todo para tentarla y caería, estaba seguro de esto.

–Quiero saber algunas cosas –le dijo mirándose muy tímida, ruborizada. –¿Como haremos esto? Sé que eres muy privado en tus cosas, pero hay dos personas que sabrán sobre lo nuestro de mí lado, una es mi hermana y por ende Adrián. Ella será un problema para nosotros, no sé cómo manejarla, sabe cosas sobre mí, cosas que ni tú sabes, como dije será un problema –se veía preocupada.

–No tiene que decir nada, ya no eres una niña y puedes hacer muy bien lo que quieras y si eso significa no obedecerla, lo debe aceptar –se veía bastante enojado. –Ya hablaremos sobre eso de que sabe cosas que no sé, no creas que no lo noté. No iras a arrepentirte florecita porque si sucede eso, lo primero que haré será hacerte mí mujer y ahí no podrás huir más. ¡No me provoques! –agarró su trasero y lo apretó contra él, cayó sobre su pecho, poniendo sus manos sobre él. La miraba con ojos brillosos tentada por sus palabras. –¡No me mires así, no si no quieres ser completamente mía! ¡Tengo mí límite florecita! –entonces lo sorprendió. Lo beso abrazándolo muy fuerte.

Suavemente primero y luego exigiéndole más, se abalanzó hacia ella y pensó "si, sin tener sexo", eso no pasaría, no como respondía a él y lo que era peor como respondía él a ella. Estaba perdido, lo sabía.

Flor sentía como él tomaba el liderazgo del beso, como la acariciaba y estrujaba contra él, no sabía de donde había sacado la confianza para besarlo, pero él tenía la culpa. ¡Sus palabras la calentaron! Despacio la recostó en el sofá poniéndose sobre ella, atacando sus labios con hambre, la beso hasta que perdió la noción de donde estaba y que estaba haciendo. Despacio pasó por sus pechos, acariciándolos, pasando por su cintura y luego su trasero, la apretó contra él y escucho como gimió de placer al sentirla.

–Anthony... para, debemos parar... me gusta demasiado... ¡Anthony!

–¿Si dices que te gusta crees que pararé? ¿Estás loca mujer? Déjame besarte un poco más, tocarte. ¿No quieres? –la miraba tentadoramente y también suplicando por más. Arremetió otra vez contra su boca, sin dejarla de tocar.

Salió debajo de él cómo pudo, gateando por el piso. Y corriendo hacia la habitación, parándose en la puerta.

Se levantó del sofá desesperado por la niña, excitado. Parecía loco.

–Para Anthony, dije que sin sexo.

–Me tientas y luego me quitas el dulce de la boca. Ven acá florecita, no hagas que te busque porque será peor.

Era evidente que estaba en su límite y ella sonrió, la deseaba, con locura, sus lágrimas de felicidad brotaron y vio que se preocupaba por ella.

–¡Maldición florecita no llores, está todo bien ya me calmare! –se dió la vuelta y tomo varias respiraciones tratándose de calmar, lloró más por todo lo que hacía por ella, por la gordita, la había buscado, la respetaba, trataba de calmarse cuando fue ella que lo tentó en primer lugar. ¡Estaba perdida y lo sabía!

–Mami todo está bien. ¿Deja de llorar si? –fue hacia él y lo abrazó, sorprendiéndolo otra vez, pero ahora si lloraba a lagrima viva.

–Shhh... todo está bien. Juro que no te molesto más ¿sí? Soy calentón y me excitas un montón, trataré de no tocarte más ¿sí? –le levantó la cabeza agarrando su barbilla. –No llores... ¡Hazlo por mí!

Se calmó un poco y él limpio sus lágrimas.

–No tienes la culpa... no lloraba por eso... no tienes la culpa de nada, solo me di cuenta que me gustas un montón y que realmente eres un hombre verdadero. Yo comencé... –se ruborizó un montón al decirlo. –No tienes la culpa. ¡Lo siento por hacerte sentir mal!

El sueño de una RomeistaWhere stories live. Discover now