Capitulo 3

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6:20 p.m.:

Cuarenta minutos antes:

-¡Miau!-.

-¡Cállate gato estúpido!- varias cosas volaron por el aire -Maldita bola de pelos-.

Tomó el bate de béisbol y le pegó a la mesada dejando un enorme hundimiento.

-¡Carajo!, ¿¡Para cuándo suena esa sirena!?- gritó elevando sus brazos de forma escandalizada -¡Voy a matar al gato!- amenazó a la nada (A pesar de que sus vecinos pudieran oírlo, las paredes eran demasiado finas para disgusto de todos).

Respiró profundo, cerró los ojos y se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared.

RIN. RIN.

El ruido lo sobresaltó, tomó el teléfono y atendió.

-¿Qué?- preguntó de forma seca.

-¿Qué pachaaaa?, ¿Po' qué esa vocesita?- se oyó del otro lado.

(Es una burla)

-¡Cállate!, Quiero que esa alarma suene-.

-Ummm, pobrechitooo- frenó, y el tono se volvió frío y cortante -¿te vienes para mi casa, o tengo que ir a buscarte?-.

-¡Ya voy idiota!-.

-¡Bieeen!, no tienes nada para cubrirte, ¿cierto?-.

-No-.

-¡Perfecto!, yo tengo algo para ti-.

Ni siquiera se molestó en oír si la otra persona iba a decirle algo más, simplemente separó el teléfono de su oído y cortó.

Miró su departamento. La madera del piso crujía como si fuese a quebrarse, las paredes estaban llenas de humedad, y el techo se desmoronaba casi sobre su cabeza.

Había una ventana en el cuarto en el que se hallaba, el vidrio estaba roto, hacía unos meses atrás unos niños estúpidos tomaron como juego tirar cascotes de ladrillo en las ventanas, ese día se quedó afónico de tantos gritos que les dio.

Hasta el momento sus manos habían estado en el aire, las bajó y las puso a ambos lados de su cuerpo, tiro la cabeza hacia arriba y suspiró.

Trató de despejarse, se lo repitió una y otra vez: "Cálmate, y respira". Inevitablemente lanzó un sollozo, pero no llegó a derramar ninguna lágrima. Porque algo peludo pasó entre sus dedos.

-¿¡QUÉ PUTO ASCO!?- un jodido ratón se estaba paseando en sus manos.

El chico brincó alejándose, con unas serias ganas de vomitar. Le repugnaban los animales, y más aún esas asquerosas cosas portadoras de enfermedades.

Salió corriendo al baño y se limpió las manos, recordando que sus cosas habían quedado en la misma habitación que "la cosa peluda con enfermedades".

Volvió sobre sus pasos con desesperación y se alivió al no ver al roedor.

Atrapó todo y cruzó el umbral de la puerta.

Miró hacia todos lados, las puertas permanecían cerradas, y el silencio parecía ser amo y señor de aquél corredor, del edificio..., ¡de la ciudad entera!, pero solo bastaba afinar un poco el oído para darse cuenta de las distintas situaciones de las familias o personas que allí vivían.

Era un barrio pobre. ¿Qué podrían estar haciendo?, lloraban, rezaban, algunos se preparaban para proteger a sus seres queridos.

Aries negó, eso de tener seres queridos le parecía una pérdida de tiempo. Se había quedado solo a los ocho años, y nunca había vuelto a estar con nadie, y sin embargo estaba vivo..., no le importaba mucho su vida..., pero al menos no tenía que estar preocupado cuidando de otros.

Y por eso era que La Purga le divertía.

Bajó las escaleras del edificio, y comenzó a caminar, le recordaba a una película de vaqueros, cuando estos estaban por enfrentarse y todos se encerraban mientras miraban el tiroteo.

La primera vez que participó de La Purga tenía diez años.

Se alió junto a otros dos niños, la adrenalina que había sentido lo consumió. Se sentía vivo.

Entre los tres mataron a golpes a varios tipos, que por suerte estaban atacando solos y con "armas" patéticas.

Un ruido llamó la atención y lo distrajo de sus pensamientos.

-Maldito gato inútil- murmuró con rabia al verlo salir de un callejón.

El felino de pelaje blanco lo miró como con superioridad y se paseó por delante de él con elegancia.

-¿Te crees el rey?, tsk- un insignificante gato le estaba jodiendo la existencia, era tonto.

Con ese pensamiento en la cabeza siguió su camino alejándose de ese extraño "rey".

El sol estaba bajando, cada vez más rápido. Eso lo ponía feliz.

Llegó a la casa acordada y golpeó la puerta de madera.

-¡Abran!-.

-¡Ya va Aris!-.

-¡No me llames así!- golpeó la puerta con rabia, descargando enojo.

-Aries- la puerta se abrió -Deja de gritar y entra-.

-Hum..., bien-.

En el aire revoloteaba el aroma a galletas de chocolate.

-¡Aris, viniste, yo sabría que no tendría que ir a buscarte!-.

-Cállate, eres una molestia-.

-Nee~ estás de malhumor- gimoteó el rubio que llegaba de la cocina con dos alitas de ángel sobresalíendole de la espalda.

-¿Por qué tienes eso puesto?-.

-Por que soy un ángel- y estiró su boca, formando un "pico de pato".

-Tú, eres como un ángel caído diría yo- se acercó Capricornio (quien le abrió a Aries) -Más vale demonio que ángel-.

-¡YO SOY TIERNO Y LINDO!, ¡NO UN DEMONIO!-.

Aries rió y Capricornio esbozó una sonrisa. Géminis hizo un puchero, pero al ver a sus dos amigos bien cambió su rostro.

-¡Les he hecho los trajes!, ¡un amigo me ayudó a confeccionarlos, aunque los diseños son míos!-.

-¿Por qué parezco un monje budista?- se quejó Aries.

-Mira que eres cabeza hueca, prefieres quejarte del traje en vez de ver sus cosas positivas, corre esa tela- señaló Géminis.

-¿Para...?- Aries abrió los ojos.

El traje consistía en varias capas de tela de color negro, que entre medio tenía colgadas varias municiones, armas y cuchillos.

-Wow-.

-Lo sé, soy genial, además logré que casi no sintieras el peso, increíble, ¿verdad?- se elogió el rubio.

-Lo que digas-.

-Capri, saaaal, queremos verte- Géminis comenzó a dar saltitos.

El mayor de todos entró a la habitación vestido como militar con una máscara anti-gas, dándo un aspecto tenebroso.

-Está bien- dijo Capricornio.

-¡¡¡AAAAAH!!!, ¡Te gustó!- la emoción de Géminis llenó el aire -Bien, mi turno, jeje-.

....
-Cuando nadie lee la historia, pero te vale porque eres feliz subiéndola xD-

Doce Horas Para Sobrevivir [Zodíaco] {Yaoi}Where stories live. Discover now