25 Nooroo

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Los Miraculous eran joyas místicas y poderosas con varios milenios de antigüedad, por lo que los Kwamis habían conocido y visto un gran sinnúmero de humanos a lo largo del tiempo.

Todos ellos habían convivido con toda clase de hombres y descubierto diversas facetas y caras de la humanidad. Tanto buenas como malas y algunas que los Kwamis no habían aprendido a catalogar a pesar de los siglos.

La humanidad era una especie bastante curiosa y extraña, era sorprendente lo alto que podían llegar y lo bajo que podían caer.

Eran como si su naturaleza estuviese herida. Con sed de grandeza y cosas "altas", nobles ideales y una capacidad increíble de darlo todo por lo que amaban. Pero a su vez, se corrompían con mucha facilidad, era como si quisiesen volar pero sus alas estuvieran heridas y les era muy difícil elevarse, sabían que eran superiores a los animales pero se olvidaban muy rápido que eran humanos y no dioses.

Y esta extraña forma de elevarse y caer, de perfeccionarse y corromperse, se intensificaba peligrosa e inestablemente en cuanto obtenían poder, sobretodo uno superior al de su naturaleza.

Todos los Kwamis habían tenido tanto buenos como malos portadores, humanos que supieron elevarse en lo más alto y otros que cayeron en lo más bajo.

Muchos podrían creer que los Miraculous siempre habían sido utilizados para el bien y que algo sumamente insólito que fuesen manipulados con fines egoístas... cuando había sido exactamente todo lo contrario.

Fue gracias a todas las veces que los Miraculous cayeron en manos equivocadas que surgió la orden de los guardianes, para proteger y dar los Miraculous a portadores capacitados.

Todos los Kwamis habían tenido portadores interesados en usar el poder para sus propios fines.

Ni siquiera Tikki con su buena suerte se había salvado de esa experiencia, Plagg era quien peor la había pasado en ese aspecto y los demás Kwamis estaban en un punto intermedio entre ambos extremos.

Pero había algo que todos los Kwamis tenían en común con sus portadores, ya fuesen "elevados" o "caídos": todos los Kwamis amaban y comprendían a sus portadores.

La conexión que surgía entre un Kwami y el humano que portara su Miraculous era algo misteriosa, los conectaba y permitía a los pequeños pero poderosos seres llegar incluso a fusionarse brevemente con sus portadores.

Era como si por un instante pudiesen entrar en la mente de los humanos y conocer sus emociones y sentimientos casi como propios.

Eso era parte de lo más hermoso en una relación con un portador en el camino correcto, y a su vez lo más doloroso de tener un portador perdido.

No era que los Kwamis justificasen las acciones de sus portadores perversos, ni que dudasen de que era incorrecto lo que hacían. Solo que los entendían.

Ellos podían comprender y conocer los sentimientos y demás impulsos que los llevaban a hacer lo que hacía, llegando incluso a sentir su dolor casi como propio.

Esa era la tortura que Plagg había experimentado tantas veces y que ahora padecía Nooroo.

Nooroo conocía el dolor y la desesperación de Gabriel, el anhelo de recuperar lo perdido y reconstruir una felicidad rota, las quemaduras de un corazón de hielo y la agonía de la silenciosa ausencia, el estrés y la frustración ante el constante fracaso, el sufrimiento constante de la culpa al saber que actuaba de forma egoísta y el temor de que todos los esfuerzos sean en vano.

Sabía que los deseos del diseñador eran sinceros y sus intenciones eran por el bien de su familia, que amaba con locura a su hijo y que le destrozaba el no saber darle el amor que tanto necesitaba.

Sin embargo Nooroo permanecía firme en su declaración que los medios de su portador no eran los correctos, reconocía al hombre que poseía su Miraculous como un villano.

Los hombres eran seres complicados. Pero los Kwamis lo eran aún más... o quizás demasiado simples para los humanos.

Gabriel podría ser despiadado e impaciente, un manipulador desconsiderado con sus víctimas e incluso podría llamarlo un pésimo compañero para el Kwami.

Pero seguía siendo a pesar de todo su portador.

A lo largo de los siglos junto a la humanidad, lo más parecido que los Kwamis pudieron encontrar a la relación de un Kwami para con su portador era el amor de una madre a su hijo, que a pesar de todos los dolores y errores jamás dejaría de quererlo.

El amor de los Kwamis no era idéntico al de las madres a sus hijos, pero tenía la inmortalidad que parecía poseer este.

Porque a pesar de los siglos, malos ratos, recuerdos amargos, abusos de poder e incluso ser tratados como esclavos o seres sin vida ni inteligencia, un Kwami jamás renegaría de su portador.

Podría desear la victoria de los enemigos de su humano, pero para que estos le detuviesen antes de que fuese demasiado tarde para él. Tal vez quisiera separarlo de su Miraculous a toda costa, pero para protegerlo de sí mismo y el poder que le corrompía. Quizás llegaría a incluso anhelar la muerte del hombre que lo portaba, pero sería para salvarlo de caer incluso más en la oscuridad y perdición de su camino.

La relación de los Kwamis para con sus portadores era muy complicada, o tal vez demasiado simple como para que los humanos pudiesen comprenderla.

Porque a pesar de todo lo que ocurría, Nooroo quería que Gabriel pudiese recuperar su felicidad perdida. Solo deseaba que lo hiciese por los medios correctos.

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Historia dedicada a mi queridísima Rake bonita!!! Y a mi increíble amigo Lord!!!

GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora