20 Escuchar

267 29 17
                                    

Nadie es perfecto, todos los humanos tienen virtudes y defectos, es parte de la naturaleza humana el cometer errores y equivocarse.

Gabriel Agreste había escuchado varías veces esas afirmaciones y estaba de acuerdo con ellas ¿Pero cómo hacer que su frío carácter al borde de su paciencia lo entendiese?

Era sabido para muchos que al momento de relacionarse y tratar con las personas, los Agreste siempre habían sido reconocidos por su paciencia... más bien la inexistencia de esta.

Gabriel quería mucho a Emilie, ella era su mejor amiga y una compañera a la que tenía un gran aprecio. Adoraba esa emoción que ella sabía ponerle a todo lo que hacía... pero en esos momentos solo quería que dejase de ser tan sensible y dramática por estupideces.

¡Por amor a las Ascalaphas, que dejase de llorar de una bendita vez!

— No me dieron el papel de Rosaura... dijeron que no sirvo para representar a una mujer como ella... que mejor interpretada a Estrella... porque encaja mejor conmigo... y... y... ¡Yo quería ser Rosaura!... Tal vez no sirvo para el teatro... — escuchó como sollozaba la chica.

¡Por favor! ¿Se estaba escuchando a sí misma? ¿Cómo alguien tan radiante y positiva como ella podía ponerse así por semejante tontería?

Se obligó a sí mismo a respirar profundo y contar hasta diez. Emilie era una amiga muy valiosa para él y Gabriel era consciente de cómo podía llegar a ponerse un Agreste cuando perdía la paciencia.

¿De dónde sacaba Felícita la serenidad para soportar eso todo el tiempo? Ahora la chica que traía loco a su hermano estaba ganándose se respeto por saber sobrellevar esa clase de situaciones.

Lástima que Gabriel no era como Felícita.

— ¡Ya basta Emilie! — terminó de agotar su paciencia, captando de inmediato la atención de la chica, quien intentó retener sus sollozos para poder escucharle.

— Pe-Pero Gabriel... la obra... — gimoteó ella.

— ¡Pero nada! Ya me harté de esta tontería. — le interrumpió enojado, la rubia solo bajo triste su cabeza.

Gabriel no quería ser cruel con ella, pero él tenía su límite y no podía controlar más la rabia que le daba toda esa situación.

— No puedes ponerte así solo porque, por primera vez, no obtuviste el papel que querías para la obra de teatro. — explicó su punto tratando de no gritar.

— Pe-Pero... yo creí que iba a conseguirlo... he estado en el club de teatro por años y no me dieron el papel... creí... creí que la profesora me lo daría... creí que le agradaba... debe haberse enojado conmigo... — siguió lamentándose la chica.

Gabriel solo pudo morderse la lengua para no soltar algún improperio ¿Cómo hacía esa chica para terminar de quietarle la paciencia que ya no tenía?

— ¡Eso no tiene nada que ver! ¡Déjate de sentimentalismos y escúchame! — vociferó exasperado, callando sus sollozos y obteniendo su atención otra vez — Esto es ridículo Emilie, me decepciona que actúes así ¡Por favor, eres más fuerte que esto! No puedo creer que de verdad pienses que los de teatro tienen algo en tu contra solo porque no obtuviste un estúpido papel de Rosauria o como se llame. ¡Eres una chica maravillosa pero estúpidamente sensible! ¡No dejes que tonterías así te depriman! Eres más que una niña llorona que hace berrinches por no obtener lo que quiere, no siempre todo va a salir como a ti te gusta. ¡Ahora escucha lo que te digo y deja de llorar! ¡Sonríe de una bendita vez, me desespera verte así! — terminó de gritar.

Ambos se sumergieron en un extraño silencio, en el que el rostro de Gabriel se tiñó de rojo al procesar la última frase que había dicho, y Emilie dejó de sollozar para mirarlo asombrada, nunca había visto así a Gabs.

— Yo... — intentó hablar Gabriel, pero parecía que las palabras ya no querían salir de su garganta.

Emilie lo seguía observando anonadada, con esos hermosos ojos esmeraldas comenzando a aguarse otra vez. Si antes sollozaba ahora parecía romper en llanto en cualquier momento.

El Agreste solo pudo maldecirse a sí mismo mentalmente, solo había empeorado las cosas.

— Gabs... — sollozó ella con voz quebrada y labios temblorosos.

— E-Emilie... yo... — Gabriel comenzaba a aterrarse, no sabía cómo disculparse porque no tenía idea de qué cosa podría haberla hecho llorar ahora. ¿Habrían sido sus palabras? Probablemente, solo esperaba que ella pudiese perdonarlo por su pésimo carácter.

— Gabs... — volvió a gimotear Emilie, con una sonrisa temblorosa asomándose en sus labios.

Alto ¿Una sonrisa?

Antes de que Gabriel pudiese procesar lo que estaba pasando, Emilie saltó emocionada a abrazarlo con fuerza, riendo levemente entre el rastro de sus lágrimas.

Ahora si que el chico no entendía nada ¿Qué era lo que le pasaba a su amiga ahora?

— Gracias Gabs... — fue todo lo que ella me dijo abrazándolo, haciendo que Gabriel pudiese escuchar el latido apresurado de un corazón que no supo reconocer como el suyo, el de Emilie o de ambos coincidiendo.

No entendía que era lo que pasaba por la cabeza de su extraña amiga sentimentalista, aunque tampoco comprendía que era lo que le pasaba a él mismo, por lo que se limitó a corresponder el abrazo deseando que ese confuso momento durase para siempre.

Tiempo más tarde, Gabriel volvería a llevarse una extraña sorpresa cuando Emilie le gritase algo como "¡Haz tu orgullo a un lado y escucha lo que te digo!", causándole un extraño deja vú al sentir como la situación se repetía a la inversa.

Aunque esa extrañeza no se comparó con la que sintió varios años después, por parte de un rubio felino que no dudó en gritarle "¡Deja de ser tan obstinado y haz lo que te digo!".

Gabriel juraría haber oído antes algo así, solo que de parte de un joven insensible a su amiga sentimentalista y de una mujer fuerte a un jactancioso hombre.

Tal vez debería comenzar a prestar más atención a lo que escuchaba...

GabrielWhere stories live. Discover now