Capítulo veintiséis:

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    26. Sectumsempra

¿Qué somos? Era lo que me he preguntado una semana y media, desde aquella peculiar noche de cumpleaños. No volvimos a cruzar palabras, ninguna. Al comienzo me sentí mal, pésimo. Mi parte negativa y cegada por la vergüenza me decía que él solo buscaba sexo, y que no me buscaría hasta nuevo aviso de su amigo; pero cambiaba todo aquello cuando me guiñaba un ojo cuando nos cruzabamos en los pasillos ó le pillaba mirándome fijamente, sin ningún disimulo y con una sonrisa de medio lado. Lo que por motivos obvios me dejaba alucinando el día entero... hasta que a mi cabeza regresaba el hecho de que no habíamos hablado, y el ciclo continuaba. Una y otra, y otra vez.

Sin embargo, me desperté el quinto día de Mayo de golpe, hoy él estaba de cumpleaños y... no le tenía nada. Maldije un par de veces en todas las lenguas que me parecieron adecuadas e intenté pensar en algo. Entonces me di cuenta de lo idiota que estábamos siendo.

Si él quería volver, y yo también: ¿Qué hacíamos perdiendo el tiempo?

Era el regalo perfecto, y lo sabía.

Cuando le pregunté a Theodore Nott si había visto a Draco y él me respondió que andaba por el sexto piso, mi ánimo estaba por el universo.

Cuando caminaba hasta ahí, con el ánimo elevado y pensando en que las brujas de Macbeth iban a sacar un nuevo disco, me imaginé a un Draco cumpliendo sus rondas de prefecto, caminando por los pasillos vacíos.

Cuando pensé en eso, sonreí al ver como su cabellera rubia cruzaba aquel pasillo, a un par de metros de mi, hacia una intersección, me dije a mi misma que era hora de olvidar su falta de confianza y hacer como si nada hubiese pasado; siempre y cuando él dejase de dejarme plantada y no anduviese de malos ánimos cuando lo-que-sea que se traía en manos no funcionase, porque yo claramente no tenía ni la más mínima culpa de aquello, así que le llamé.

Cuando dije su nombre en voz alta para que él se detuviera, proyecté una sonrisa en sus labios y una de esas miradas que él te daba que eran capaces de dejarte sin respiración.

No tenía en cuenta, ni esperaba de que cuando me introdujera en aquella intersección, Pansy estuviese comiendole la boca, en sentido figurado.

Cuando comencé a alejarme del pasillo, murmurando insultos a mi misma en latín, no tenía considerado el hecho de que él me viniese siguiendo, mientras intentaba, sin éxito darme una explicación.

¿Por qué debería darme una explicación si no somos nada? Vaya, pensar en aquello dolía.

Cuando me harté de todo lo que él estaba diciendo y yo no tenía intenciones de escuchar, murmuré: Muffiato, un hechizo que le había copiado a Harry, y que sabía que servía para que, a lo que apuntases, no llegara el ruido externo. Sabía que Ron, Hermione y Harry hacían eso en clases, para que el profesor no los escuchase.

Cuando llegué al recurrido pasillo del primer piso, no escuchaba nada: ni a Draco llamándome desesperadamente, ni a los mocosos de primero que caminaban por ahí, ni las cientos de palabras que los alumnos intercambiaban. Llegué a la habitación y me tumbé en la cama.

Cuando de mi garganta comenzó a salir una risa larga y prolongada, que dio paso a un ataque de risa, y no al mar de lágrimas que pensaba derramar, caí en la cuenta de que algo me estaba pasando.

Cuando noté aquello, caí en la cuenta de que era algo bastante simple: Un raro síntoma derivado de lo que se conocía popularmente como "un corazón destrozado"

Cuando mi risa paro de golpe debido a la extraña sensación de calor cerca mío, saqué el muffiato de mis oídos y miré el lugar dónde las cenizas se volvían rojas y un pequeño ave, que sin plumas se veía mal, comenzó a salir.

Cuando vi al pequeño animal removerse, transformando las cenizas en su cuerpo, me sentí aliviada: Se había demorado demasiado en renacer, dejándome preocupada, vale, en algún momento pensé que le faltaban cenizas, que Hagrid lo había toquetado mucho y había sacado parte de los residuos de la cajita, y por eso, se había cargado a mi fénix.

Así que cuando leí las indicaciones del libro que Remus me había dado y comencé a acariciar al fénix y darle un poco de comida sonreí con nostalgia:

Por lo menos estaba creando lazos con algo/alguien que no fuese Él.

**

A mitad de mayo, me dirigía  al despacho de la profesora McGonagall para mi última clase de animagia cuando unas voces en el baño de niños me hizo detener de golpe. Reconocería aquella quebrada voz en cualquier parte.

No no no no no.

Pasé a mi forma de animaga con rapidez mientras me adentraba en el baño.

Ninguno de ellos advirtió mi presencia, y yo no podía apartar la vista de aquella inusual pareja:

Draco Malfoy estaba de pie, de espaldas a la puerta, con ambas manos agarraba el lavamanos y con su rubia cabeza agachada.

—No llores- canturreaba Myrtle desde un cubículo- No llores... no pasa nada... Dime qué te pasa... yo puedo ayudarte

—Nadie puede ayudarme- se lamentó el, sacudido por fuertes temblores- No puedo hacerlo... no saldrá bien... pero si no lo hago pronto... él me matará.

Mi cuerpo se paralizó al darme cuenta de que él estaba llorando de verdad: las lágrimas le resbalaban por el pálido rostro y caían al sucio lavamanos. Malfoy emitió un grito ahogado y trago saliva. Entonces, con un brusco estremesimiento, levantó la cabeza, se miró en el resquebrajado espejo y en él se reflejaba Harry.

Mi conciencia se separó de mi, y me encontraba corriendo por el pasillo, buscando a algún profesor, por desgracia sabía que Draco y Harry no terminarían bien.

Snape me detuvo en seco y me miró, maldije por lo bajo y le confería en menos de dos segundos lo que había pasado, creo que fue "Draco y Harry, baño, duelo". Snape empalideció de golpe y me gruñó que fuera a la enfermería y que esperará ahí.

Cuando llegué a le enfermería, me encontraba en pleno ataque de nervios, no sabía que estaba llorando, hasta que sentí lágrimas golpear contra mis brazos, tampoco me di cuenta que me encontraba chillandole a Madame Pomfrey en otro idioma hasta que miré su ceño fruncido y sus pequeños ojos mirándome preocupada. Me hizo sentarme al lado de una camilla y me trajo un vaso con una sustancia rosado pálido, me susurró que era un remedio contra la ansiedad y que me lo tomara. En ese momento Snape entró en la habitación con un Draco que parecía estar a punto de derrumbarse. Su piel estaba más pálida y grisácea y la camisa la tenía abierta, llena de sangre.

Madame Pomfrey pegó un grito consumido e hizo recostar en la camilla a Malfoy. Éste me miró e intentó articular alguna palabra, le negué con la cabeza y tomé su mano. Antes de que lo notara, Draco Malfoy estaba inconciente.

Can't Hold Us (2T-DM)Where stories live. Discover now