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Un baile es un baile, uno con música en algún lugar quizás con un par de personas compartiendo la misma idea de sincronizar pasos y perderse en la melodía, pero Matías tenía una idea diferente de "baile" a mi parecer

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Un baile es un baile, uno con música en algún lugar quizás con un par de personas compartiendo la misma idea de sincronizar pasos y perderse en la melodía, pero Matías tenía una idea diferente de "baile" a mi parecer.

Cuando me invitó a bailar jamás se cruzó por mi cabeza que lo haríamos en un parque solitario, sin música, solo siendo guiados por nuestros pasos que se sincronizaban para igualarnos, pese a todo: me encantó porque era algo salido de la rutina, algo muy loco pero único, bailar sin música en un parque desierto de personas no es algo que se viera todos los días.

Él reposaba ambas manos hacia mi cintura y yo me aferraba a su cuello casi como si temiera que se escapara de mí. Lo apresaba mientras mi cabeza reposaba cerca de su cuello y aromatizaba su fragancia de colonia varonil, una muy suave que no aturdía a mi olfato.

—Estás muy hermosa, mi pequeña —lanzó un cumplido, ni siquiera estaba mirándome, estaba mirando hace quién sabe qué.

—Gracias, futuro Dr. Thompson —lo alagué recordando cómo lo había llamado una vez—. Tú también luces muy apuesto.

Sonrió tal vez recordando cierta escena antes de que mi padre nos descubriera por primera vez.

Pensó un poco más de tiempo, era un silencio que no me intrigaba ni tampoco era incómodo, era uno en la que ambos nos transportábamos en varios momentos, así decidimos expresarlo.

—Acuérdate que mi primer trabajo como médico será sanar esa baja autoestima que posees —sonrió.

—Ya no hará tanta falta —mencioné mordiéndome el labio inferior—. Me hiciste amar algo que siempre odié, con nuestra separación maduré, no del todo pero es lo que necesito por ahora y aprendí que para todo existe un momento y una razón. También un aprendizaje.

—Creo que mi momento era mudarme aquí y tú eres ese bello hecho que le dio la razón y mi aprendizaje es que te amaría hasta donde pudiera—musitó acerándose.

Mi corazón latía con cada centímetro que sus labios se acercaban a los míos, deseosos, incitándome a besarlos, miraba su boca, luego a sus ojos y volvía a bajar a la primera observación.

Su respiración se mezclaba al chocar con la mía, mis labios rozaban con los suyos, lentamente se fueron saboreando, disfrutándose mutuamente.

— ¿Tienes una palabra para todo, no? —interrogué aun saboreando el sabor de sus besos.

Seguíamos bailando bajo la luz de la noche y la iluminación del parque, nuestras sombras se reflejaban en el piso, las estrellas se iban ocultando una tras otra con la llegada de una inesperada lluvia que nos empapó completamente.

Habíamos ido caminando así que no nos quedó de otra que volver de la misma manera con la diferencia de que la lluvia nos acompañaba, no le dimos importancia, nos convertimos en un par de niños saltando en los charcos que se acumulaban por las calles y reíamos mientras todos corrían refugiándose.

Antes de que amanezcaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant