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—Liz, hija, es Matías ya vino por ti

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—Liz, hija, es Matías ya vino por ti.

— ¡Dile que ya bajo mamá!

Pasado otro año más, la presencia de Matías en mi vida era tan común y rutinaria, tanto que si él no venía era mi madre quien se preocupaba, en realidad, por ambos, dolía no verlo a veces, se convirtió en parte de mí, de mi esencia, de mí ser.

Me acostumbré a él, lo suficiente para extrañar su vivaz compañía cuando se ausentaba, en esas circunstancias no era yo, estaba incompleta, con Matías volvía a renacer, a veces odiaba eso, mi felicidad no dependía de él ni de nadie, es sólo que con Matías la vida se tornaba de otros colores muy diferentes con los que me acostumbré a pintar.

—Oigan chicos ¿podemos ir juntos al parque el domingo? —Verónica trataba de organizar una salida entre "amigos" lo sabía perfectamente—. Estaré libre por si quieren salir a disfrutar un rato.

—Perdóname Verónica, no podré asistir, debo ver a alguien ese día, vayan tú y Liz.

¿Debía ver a alguien? No lograba comprender qué era lo que sucedía dentro de mí, se sentía como una bala atravesándome ¿desde cuándo es que me molestaba si Matías hablaba o veía a otras chicas? bueno, solo nos hablaba a Verónica y a mí, evitaba por completo estar cerca de otras chicas, entonces analicé la situación y pensé en ese instante *¿será realmente una chica a quién verá? ¿Por qué te pones así? ¿Qué es lo que te pasa Liz?*

— ¿Te encuentras bien mi pequeña?

—S-sí, sólo ignórame —sugerí cabizbaja.

— ¿Pero por qué hablas así? Te conozco y sé cuándo algo te sucede.

¿Cómo huir de alguien que me conoce más de lo que yo misma me conozco? No reaccioné por un momento hasta que volvió una pequeña parte de mi compostura, agarré mis cosas sin siquiera hacer contacto visual con cualquiera de los dos y me retiré del salón tratando de evadir más preguntas.

Caminaba presurosa por los pasillos hasta que escuché pasos detrás de mí, Matías me seguía buscando explicaciones. Me atajó del brazo para evitar que siguiera huyendo.

— ¿Qué te sucede? Dime mi pequeña —acarició mis mejillas con sus manos, se le notaba la preocupación de verme así.

—No me pasa nada Matías, es que me urge ir al baño.

—Estaré comiendo palomitas de maíz esperando el momento en que decidas hablar conmigo mi pequeña.

—No es buen momento para bromear, Matías.

—Es que yo... bueno... disculpa.

Me contuve para no derramar ninguna lágrima, no sabía lo que me estaba pasando, por qué me afectaba tanto ¿por qué?

No me podía controlar, no estaba bien, entonces decidí en ir junto al director a manifestarle mis supuestos "dolores de estómago" y de inmediato informaron a mi madre.

—Hija, te noto un poco extraña ¿segura que estás bien? —inquirió mi madre poniendo el coche en marcha.

—Si mamá, es un pequeño dolor nada más —expliqué con la mirada perdida en el paisaje que se asomaba en el exterior del coche.

—Si te sientes mal podemos ir al médico, a lo mejor comiste algo que no te sentó bien.

—Ya de seguro se me pasará pronto, no te preocupes.

Mis pensamientos fueron mis consuelos ese día y no me percaté de la hora que era ¡11:45 p.m.! me sobresalté de lo sorprendida.

Necesitaba tan solo una palabra de Matías para estar tranquila, mis pensamientos solo eran él, es que no entendía lo que estaba pasándome... no lo entendía. Sonó mi teléfono celular que se encontraba sobre mi mesita de noche, definitivamente no sabía quién podría ser a tal hora.

— ¿Te desperté mi pequeña?

— ¿Matías? No, en realidad, llamaste en el momento justo. Como si supieras que necesitaba de alguien.

— ¿No preguntas cómo conseguí tu número?

—Eres Matías, tú sólo sacas una carta de la manga y ¡PUM! —me reía de mi patética referencia.

—Eso es, me gusta oírte sonreír, ya te imagino con tus mejillas sonrojadas y con esos ojos que son la razón de mis tonterías, es que eso provocas en mí.

— ¡Y yo creyendo que eras tonto por nacimiento!

— ¡Oye! Bueno, es que desde que te conocí, mi misión es hacerte feliz. Tal vez ya era un poquito bromista antes —se reía de él mismo aceptándose al otro lado del teléfono—. Pero era un bromista sin causa, ni efecto, ahora tú eres mi causa, y tu mágica sonrisa son el efecto.

Seguimos hablando por teléfono mucho más de lo que pensábamos, no recuerdo si eran las dos o las tres de la madrugada, pero esa noche hablamos hasta quedarnos dormidos, eso me alivió.

Al amanecer del sábado, Verónica vino a casa para organizar nuestra salida de chicas ya que Matías estaría ocupado en "ir a ver a alguien".

Mi madre nos preparaba un delicioso desayuno mientras con Verónica comenzábamos a charlar, saltábamos de un tema a otro, como en un momento lo había dicho: ella era una hermana para mí, tal vez no tuvo con ella a sus padres verdaderos pero se ganó a unos padres que la aman, y sobre todo, se ganó una familia más... la mía.

—Gracias por el café Sra. Harrison, estaba delicioso.

—Niña, ya sebes que puedes llamarme Iris "Sra. Harrison" suena muy formal.

—De acuerdo, y ammh... Liz, ahora que lo recuerdo, iremos por unos batidos­ y luego al parque ¿de acuerdo? —me dirigía la palabra.

—Claro, no tengo problema, estaré esperándote.

— ¡Bien! Paso por ti a la tarde.

Antes de que amanezcaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ