7

168 69 10
                                    

Pasaron tan rápido esos días

Oops! Bu görüntü içerik kurallarımıza uymuyor. Yayımlamaya devam etmek için görüntüyü kaldırmayı ya da başka bir görüntü yüklemeyi deneyin.

Pasaron tan rápido esos días... días donde ocurrieron variedad de cosas increíbles como el paseo inesperado con los compañeros al museo de la ciudad, el nuevo menú de postres de la cantina del Instituto, Verónica continuaba con la imparable investigación acerca de sus padres, por otra parte Matías y yo seguíamos conociéndonos cada vez mejor.

Llegó el sábado, día en el que estaría dando mi primera presentación como violinista ante los demás (miles de personas a decir verdad) mis nervios iban de mal en peor; en mi lugar otros estarían entusiasmados, en cambio... yo no podía contra tanto.

Mis padres no asistirían al festival porque arreglaron ir a cenar a un restaurante en el centro de la ciudad para conmemorar su aniversario número trece y así celebrar tantos años aguantándose (concordaba con que había que celebrar los años que le tocó a mi madre aguantar el molesto carácter de mi padre). Resolvieron que me llevarían a casa de Verónica para ir con ella y sus padres; no llevé ropa para la ocasión así que se ofreció a prestármelo (por fortuna éramos de la misma talla).

— ¿Qué te parece este vestido púrpura? —cuestionó.

—Es algo corto para mi gusto —fruncí mis cejas analizando aquel vestido.

—Hmmm... ¿qué tal este? —me mostró otra opción entre tanta ropa esparcida por su habitación a consecuencia del desorden que logramos realizar buscando un vestido que se adecue mejor a mi estilo.

— ¡Creo que éste está perfecto! —sugerí enseñando un bello vestido de encaje color beige un dedo por debajo de la rodilla.

— ¡Pruébatelo! —insistió Verónica muy entusiasmada.

Salí del closet caminando como si fuese toda una modelo enseñando lo bien que me quedaba el vestido y realizando poses raras.

— ¡Te destacaras ante todos Liz, te lucirás, no lo dudo! —opinó aplaudiendo y dando brinquitos al aire.

Fuimos camino al "espectáculo de la noche", estaba nerviosa sabiendo que me encontraba a sólo minutos de mi presentación; mis manos estaban sudorosas y temblando continuamente, era inmensa la cantidad de personas que asistieron, entre ellas, Matías se percató de mi llegada y de mi penosa situación, se acercó a darme unas palabras de aliento para sentirme confiada.

— ¡Luces increíble Liz! —me apreciaba de pies a cabeza deslumbrándose por mi belleza y elegancia.

— ¿Acaso solo lo soy por la ocasión? —crucé los brazos fingiendo enfado.

— ¡Tú eres hermosa como sea! lo que quise decir es que ésta vez estás espléndida... ¡creo que me pondré algo celoso por las miradas que te asecharán!

—Algo que me tiene sin cuidado —lo decía muy segura.

—Debes confiar en que todo saldrá de maravilla. Si después de eso sigues nerviosa sólo mírame a mí ¡y de seguro se te pasará!

—Matías sin sus bromas no es Matías ¿cierto? —ambos reímos—. Y gracias por tus palabras de apoyo, necesitaba oír algo que no fueran mis pensamientos diciéndome que haré el ridículo.

—Sólo debes ser tú misma —alegó.

Así que... ¿sólo debía ser yo misma? Supongo que tenía razón, después de todo, de eso trata la vida ¿no? De ser quien quieras ser sin temerle a nada, confiar en nuestros instintos y si nos equivocamos ¡qué importa!; nacimos para aprender de nuestros errores no para ser perfectos. Una simple presentación no podía acabar con mi integridad, debía imaginarme que tocaba para mí misma y así lo hice.

Si algo aprendí en tantos años de práctica fue el trabajo en equipo y confiar en mis compañeros, de que ellos esperaban siempre lo mejor de mí; Harry tocaba el violonchelo, Alfred la viola, José y yo el violín —así es ¡yo era la rosa entre las espinas! —, pero aun así nunca me hicieron sentir inferior, más bien, apreciaban que yo fuese parte de ellos.

Ahí me encontraba yo: abrumada y cegada por las luces del escenario que daban directo a mi rostro.

Respiré profundo y proseguimos a interpretar el cuarteto catorce en Re menor conocido como "La muerte y la doncella" compuesta por Franz Schubert, no podía evitar mirar con frecuencia a Matías quien me observaba simulando ser un juez presenciando una obra maestra.

— ¿Qué tal estuve? —pregunté al culminar mi presentación.

—Ya lo escucho en las noticias como encabezados "La chica Harrison ¡una de las mejores violinistas de todos los tiempos! —pronunciaba con un destello en sus ojos.

— ¡No seas exagerado Matías!

—Sólo digo la verdad, quisiera saber por qué te sigue desagradando ¡si tocas increíble!

— ¿Me lo dices en serio? ¡nunca nadie me había dicho antes que toco increíble! —me ruboricé.

—Me alegra ser la primera persona que te lo dice.

— ¡Es hora de irnos Liz! —avisaba Irene, la madre adoptiva de Verónica.

—Yo me encargaré de llevarla a su casa señora —se ofrecía Matías muy gentil.

— ¡De acuerdo! Pero cuídense chicos, ya es algo tarde.

— ¿Cómo que me llevarás a casa? —intervine.

— ¡Exacto! —dobló su antebrazo requiriendo el mío para que estén entrelazados.

Antes de que amanezcaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin