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— ¿Cómo estás hija? —bajó la bolsa de supermercado que traía entre sus manos y corrió a abrazarme

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— ¿Cómo estás hija? —bajó la bolsa de supermercado que traía entre sus manos y corrió a abrazarme.

—Un poco asfixiada por tu abrazo pero supongo que estoy bien —mi tono de voz cambió repentinamente a una quebradiza con la intención de delatarme.

— ¿Aún lo extrañas, no? —asentí a su pregunta y nos acomodamos en el sofá de la sala—. No lo he vuelto a ver, pero está bien, sigue estudiando y trabajando, es lo que lo mantiene firme según sé, la separación de ustedes lo afectó tanto, hija, debiste ver su rostro petrificado y dolido cuando se lo expliqué, si de mí dependiera, las cosas entre ustedes...

—Mamá, no me sigas hablando de él, lo extraño como no te imaginas pero debo hacerme a la idea de sucumbir a las decisiones de mi padre. Al menos sé que está bien —suspiré—. De verdad, lo extraño.

—Haría lo que fuera por no verte así hija, es culpa mía que no puedes avanzar haciéndote recordar de él.

—No es tu culpa, con mi padre no existen razones, todo pasa porque debió pasar, si estoy aquí es porque algo debo aprender de esto para luego seguir, no puedo ir a desafiar las leyes de la vida. Aunque lo haría si eso significara poder verlo de nuevo, sentir sus caricias, sus labios fundirse entre los míos.

— ¿En qué momento fue que creé a un ser tan bondadoso como tú hija mía? Aquello va dando resultados. Has madurado en poco tiempo, si sólo escucharas tus palabras, comprenderías —confesó con un aire de veracidad.

—Supongo que por algo debo comenzar, tengo la esperanza que un día lo volveré a ver, es por él que estoy soportando todo esto.

—Dejemos el momento triste por un lado ¿quieres ver lo que traje para ti? —alcanzó la bolsa de plástico del supermercado tirado en el piso.

— ¡Pensé que traías tus mercaderías!

—Algo mejor —mencionó sacando varias películas en cd, un libro de tapa dura, vestidos nuevos muy casuales y lo que me dejó atónita...

— ¡Mamá, mi álbum especial!

—Pensé que lo necesitarías más que tu vacía habitación —agregó.

—Aquí tengo todos mis recuerdos, los que marcaron mi vida resumida en fotografías y adjunto a ellos la fecha para cuando un día los viera pudiera recordar el momento exacto en que fueron tomadas —expliqué hojeando el álbum.

Estaba un poco desgastado por los años y rememorando mi idea infantil que se me ocurrió aquella vez cuando de niña prometí que esa sería la manera perfecta de recordar todo lo vivido en el transcurso de los años.

En el álbum se encontraban fotos con mis primos, de mi primer día en mis clases de violín, de un viaje que tomamos en familia, varias otras de Verónica y mía, nuestra primera foto era una donde ella tenía dos coletas, uno en cada lado y yo sonreía casi sin dientes (se me cayeron los de leche y precisamente los de enfrente) también de cuando estábamos en los columpios y ella me hamacaba, otra en un verano en la playa saboreando nuestros helados derretidos por el calor inmenso y varias otras más, la última era una que no supe de dónde salió o cómo estaba allí.

Sollocé en brazos de mi madre una vez más, casi quedándome débil de tanto hacerlo.

—Esa fotografía se las tome cuando estaban hablando y riendo en la sala, bajé porque escuchaba sus risas, aprecié la felicidad que ambos transmitían en sus rostros y la capturé, Matías me había pillado, me pidió escribirte algo abajo, para que cuando un día lo vieras, pudieras estar feliz.

Éramos Matías y yo sentado juntos en el sofá de la sala de casa, ambos riendo, abajo estaba escrita una pequeña frase con una letra que conocía y sabía a quién pertenecía desde antes de leerla:

"Lo nuestro se expresa a través de cada sonrisa.

Por siempre y para ti

Matías"

—Ha hecho bien, de cierta manera..., él me hace... me hacía feliz —corregí.

—El hecho de que no esté físicamente no significa que no pueda hacerlo, lo hace a través de sus recuerdos, de sus palabras, de sus enseñanzas, esa fotografía pudo robarte una sonrisa, aunque sea momentánea, pero lo hiso.

—Ojalá él estuviera aquí teniéndome entre sus brazos haciéndome feliz cada día, mamá... él, será que... ¿me extraña?

—No lo dudo hija, te extraña porque también fuiste parte importante en su vida.

Cuando terminamos de conversar preparamos pizza juntas, me marché a mi habitación y acaricié aquella fotografía que revolvió sentimientos que había estado evitando para no lastimarme a mí misma, pero era inevitable, amaba a aquel chico que despertaba lo mejor en mí.

Decidí guardarla en el cajón de mi armario y lo cubrí con algunas ropas para que no quedara muy expuesta a los curiosos de mis primos que aparecían sin avisar, no quería que se burlaran de mí en un momento tan frágil.

Bajé a ver películas que había traído mi madre para que la viéramos y finalizó en un intento fallido de que le haya puesto atención, mi mente vagaba entre recuerdos.

Antes de que amanezcaOnde histórias criam vida. Descubra agora