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Como lo venía planeando, el momento de destapar todas las verdades, había llegado

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Como lo venía planeando, el momento de destapar todas las verdades, había llegado.

No deduje cómo había elegido el día pero ya no me veía en la necesidad de seguir lastimando a una persona sin que él lo sepa siquiera.

Cumpliríamos once meses juntos y faltaba sólo una semana para que las clases terminaran, Jeremías me había informado que iríamos a un restaurante a celebrar y que también me tenía una sorpresa (al igual que yo, pero una no muy grata).

Comenté la decisión a mi amiga la pelirroja y a mi abuela esperando que me hicieran saber sus comentarios al respecto, ambas me dijeron lo mismo, no dependía de ellas, sino de lo que yo sintiera que es lo correcto, sea cual sea la decisión que tomara, ellas me ayudarían y estarían siempre para mí.

El día estaba caluroso y bastante agitado en el Instituto, todos se preparaban para el último día de clases, el afiche de aprobados en la pared se hacía esperar y eso dejaba con las dudas a cualquiera. El tema de conversación entre los grupos de amigos era el de la fiesta y la entrega de títulos, todo muy emotivo.

No pude ni comer aquel jueves cuando entre el almuerzo me preparaba mentalmente para romper con Jeremías, esperaba que no se lo tomara a mal, le diría todo, él siempre había sido muy sincero conmigo, era momento de que también lo fuera con él.

Me visitó en la tarde para cambiar de planes: iríamos a tomar unos helados, hacía bastante calor y el clima ameritaba unos sabrosos helados, como debí imaginarlo, me notó tensa y muy distante, mis palabras le eran muy desconcertadas, mentí diciéndole que era un pequeño dolor de cabeza y que no se preocupara.

En la tarde vacié mi armario buscando una vestimenta adecuada, me pareció ridículo que me preocupara en la ropa que me pondría, iría a terminar con alguien, no a una entrevista de trabajo que toma en cuenta tu primera presentación y lo estilizada que te veas.

Fui a parar en un pantalón blanco con una blusa holgada muy floreada de escote "V", una sandalia bajita, pelo recogido en lo alto, el labial de un tono rosa claro que combinaba perfecto con mi leve rubor en mis mejillas ¡y listo!

Jeremías me esperaba en la sala, al percatarse de mi presencia se levantó y casi le brotan lágrimas de la emoción como un novio esperando a la novia en el altar de una iglesia.

Llevaba puesto un jeans negro y una remera de polo azul marino con mocasín, el pelo rubio bien peinado, acentuaba visiblemente sus ojos verdosos así como también su sonrisa pícara.

Conducía su Peugeot camino a la heladería, con una mano giraba el volante y con la otra me acariciaba el cabello, luego mis mejillas hasta posar de nuevo ambas manos en el volante.

Pedí un helado de vainilla y chocolate con chispas de colores, él pidió banana Split, caminamos unas cuadras más antes de que nuestros helados se derritieran y llegamos al mismo parque donde me había pedido que fuese su novia *le terminaras en el mismo lugar donde todo empezó* me repetía la vocecita en mi mente, de cierta forma, ya escuchaba los crujidos de su corazón al romperse.

Esperé a que terminara de devorar su helado, tomé fuerzas que aún no tenía, tomé una bocanada de aire y lancé un enorme suspiro antes de comenzar a parlotear. Sin más rodeo, lo dije...

—Ya no puedo seguir con esto, terminamos.

Un tremendo "¿qué?" fue lo único que escuché a continuación.

—Así es, lo lamento Jeremías, nunca debimos empezar, no pienses mal, en serio me gustabas, eres buen chico, te mereces alguien mejor.

—Tú eres ese alguien mejor para mí, lo sabes —jadeó cabizbajo—. Acaso ¿hay alguien más o todo lo que puedo brindarte no es suficiente?

—Ninguna de la anteriores, y-yo... sigo enamorada de alguien más que no tengo la certeza de volverlo a ver, pero no lo puedo sacar de mi cabeza y mientras sea así, me será difícil volver a amar.

Y seguí con mi lluvia de palabras, se lo conté todo, mi historia con Matías, exactamente todo, él atento escuchaba para tratar de comprender en qué sitio quedaron esos once meses de compartir buenos momentos y por poco hasta que nos hayan declarado la mejor pareja del pueblo, si en qué momento su astucia quedó marchita ante mi sonrisa y mi actitud de niña enamorada de él, también me preguntaba lo mismo.

—... juro que me gustaste, pero no puedo seguir así, no quiero lastimarte, no quería que esto pasara. Sé que no te merecías algo así, pero lo intenté, intenté seguir con lo nuestro y estar dispuesta a amarte, pero no puedo, l-lo lamento, mucho —aclaré.

—Entonces, te deseo la mejor de las suertes, Liz Harrison —se levantó del banco del parque dispuesto a marcharse, pero no podía dejarme sola allí en la noche.

Nos marchamos rumbo a casa sin mirarnos o mencionar alguna palabra, Jeremías se veía enfurecido, perdido en algo que no se podía explicar, estaba en medio de la rabia y la impotencia, manejó a toda velocidad, llegando me bajé, lo miré por última vez, su rostro despedía ira, lo comprendí y me dolía, sabía que yo era la causante de aquel Jeremías que no conocía, no hasta después de romper con él.

Antes de salir completamente del coche, me estiré hasta él plantando un beso sobre su mejilla al cual sólo logré que despidiera lágrimas, por un breve momento su corazón roto —o lo que quedaba de él—, se ablandó y me estrujó contra sus brazos.

Nos abrazamos allí, en medio de la noche, llorando sin cesar, lo abracé tan fuerte que creí que también rompería su delgado cuerpo, calmé mis llantos y traté también de calmar los de Jeremías, pasé mis manos por sus rulos, acaricié su frente, continuada de su espalda simulando una consolación, sus ojos estaban rojos de tanto llorar al igual que su nariz, era muy evidente con su piel tan clara, acaricié su rostro secando algunas lágrimas que osaban salir y deposité un último beso en sus labios.

Antes de marcharse, agarró mis manos depositando en ellas una pequeña cajita en forma de corazón, no le di importancia y me despedí, supuse que ese era su regalo por esos meses juntos.

Encendí la luz de mi habitación, me despojé de toda mi ropa e ingresé a darme una ducha.

Salí con el pelo mojado y todo alborotado, aún seguía preocupada por lo que acababa de ocurrir, me senté sobre la cama y la ropa que había tirado allí, al sentarme pude sentir un bulto bajo toda esa ropa desparramada, me levanté tirándolas al piso cuando di con la pequeña cajita *¡lo había olvidado!*

Lo abrí, volví a llorar desenfrenadamente cuando aprecié lo que se encontraba en su interior: una sortija de compromiso con una piedra preciosa en el centro. En la tapa de dicha cajita había un pequeño papel con una letra hecha a mano que decía "¿Quieres casarte conmigo?"

¡Me pediría matrimonio cuando rompí en pedazitos su corazón!

Antes de que amanezcaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن