13

112 56 5
                                    

Desperté con un sobresalto al escuchar el llamado de mi madre en el momento que me encontraba en mis sueños más profundos:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desperté con un sobresalto al escuchar el llamado de mi madre en el momento que me encontraba en mis sueños más profundos:

—Liz, baja pronto a abrir tus obsequios, también han llegado Verónica y sus padres.

—Bajo en cinco minutos, dime... ¿ya ha llegado papá?

—De hecho sí, hija, se encuentra durmiendo en la habitación, será mejor que no lo despertemos hasta más tarde —asentí sabiendo que estaba en lo cierto.

Estando en la sala, junto con Verónica intercambiábamos obsequios y abríamos los que estaban bajo el árbol navideño terminado a medias por lo sucedido.

Me hubiese gustado obsequiarle un cuadro con nuestra foto del verano pasado o una de cuando éramos niñas a regalarle un simple llavero con las inscripciones de "Felices Fiestas", pero Verónica sonreía feliz con su obsequio tal como cuando le compras dulces a un niño, por esa razón amaba tenerla como mejor amiga, sabía apreciar las pequeñas cosas y estar agradecida con ello.

Ella en cambio, me obsequió una gorra tejida por la Sra. Irene y un collar de cascabeles para Perla.

Verónica me hablaba en código de señas para indicarme que subiéramos a mi habitación, por alguna extraña razón ella se había dado cuenta que había bastante que contar.

— ¿En serio tuvo ese detalle contigo? ¡Que romántico! Déjame ver la nota Liz.

No había necesidad de que Verónica emitiera sonido alguno porque en mi mente escuchaba sus pequeños aplausos y el festejo como si de haber ganado una lotería se trataba.

—Sí, la dejé bajo mi almohada para que nadie la viera ¡excepto tú!

Desacomodé mi esponjosa nube de almohada de su lugar habitual que le pertenecía en mi cama, sacando así el envoltorio turquesa que resguardaba a la nota escrita esa noche por Matías para enseñársela a Verónica.

—Liz, déjame decirte que es obvio que se gusta de ti, déjame ser la madrina de bodas cuando se casen y ser la tía de sus hijos —bastante emoción hiso de las suyas en la imaginación tan ocurrente de mi amiga.

—No lo sé, él es muy amable, debió haberlo hecho por eso —realicé una enorme mueca de disgustada.

— ¡Eres terca! de ser así hubiese sido detallista conmigo o con cualquier otra chica del colegio ¡pero no! Solo lo es contigo, te entrega todo a su alcance a cambio de nada ¡sí que eres egoísta niña!

Allí estábamos, entre bromas y risas sobre mi desarreglada cama, observando el techo, aquella charla cómplice de chicas que sólo las mejores amigas saben crear, en un mundo aparte, contándose sobre todo, siendo sincera la una con la otra... en ese momento lo éramos desde hace seis años y medio, pero era como si nos conociéramos desde siempre y desde que la conocí, la consideré como una hermana.

—Tal vez sea momento de confesarle lo que sientes por él y definitivamente hará lo mismo.

—No quiero perder su amistad por, no sé, pensar equivocadamente Verónica, perderlo sería una punzada en el corazón.

— ¡Es tan bonito que me confíes tus sentimientos! Se te pone la cara roja cuando piensas en él.

Era verdad que pensar en Matías me ruborizaba y me brillaban los ojos como un faro frente al mar en la noche, alumbrando a los barcos para guiarlos, o tal vez como aquel brillo de la mañana atravesando las cortinas adueñándose lentamente de la habitación.

Mi madre agradecía a Verónica y sus padres por venir, yo sólo los veía alejarse en dirección a su coche mientras la nieve seguía cayendo pintando de blanco todo a su paso.

Una semana después o un poco más, me alistaba para ir a mis clases de violín, me juraba que había dejado mi collar arriba del estante, pero no lo encontraba y tampoco por ningún otro lugar, había desaparecido.

No recuerdo detalladamente como llegué a enterarme de que mi padre lo había vendido por tan poco dinero, pese a que económicamente no valía nada, pero su valor sentimental era más que cualquier otra cosa que pudiese ser considerado como "valioso" y sólo lo hizo para comprarse más bebida la noche antes de navidad en la que huyó de casa.

Mis sentimientos de desesperación no tardaron en llegar y de dominar completamente mi ser, había dicho tantas cosas malas a mi padre, tantas cosas que había estado guardando durante un largo tiempo para lanzárselas en el mejor momento... y él me facilitó la espera.

Me reiteraba tantas veces que le perdonara que no era su intención y no sabía lo que estaba haciendo, pero ni siquiera recordaba a quién se lo había vendido.

Mi padre no entendía cómo un collar de fantasía podía ser tan importante para mí teniendo tantas otras joyas carísimas en mi joyero de cerámica.

Pero lo que mi padre no sabía, era que ese "collar de juguete" como lo había dicho él, me lo había obsequiado Matías.

Antes de que amanezcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora