23

93 43 8
                                    

En el transcurso, mis ojos ya no derramaban lágrimas, se habían quedado vacías de tanto hacerlo anteriormente, tantos árboles, uno al lado de otro, la brisa alborotando mi melena, mi mente pensando en Matías y en la culpa de no poder despedirme de...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

En el transcurso, mis ojos ya no derramaban lágrimas, se habían quedado vacías de tanto hacerlo anteriormente, tantos árboles, uno al lado de otro, la brisa alborotando mi melena, mi mente pensando en Matías y en la culpa de no poder despedirme de él, no decirle adiós y besarlo como si el mundo se acabara allí, porque el mío acabó ese instante.

Una parte de mi vida se había quedado a su lado, una parte que es suya, que le pertenecía y me abandonó huyendo de mí para refugiarse en su cariño dejándome sin nada, en fin... ya no importaba, sin él esa parte de mi vida no existía, esa luz que me reflejaban su mirada y su sonrisa al otro lado de la oscuridad ya no alumbraban, ya no me guiaban hacia el final del camino, sin él estaba perdida en lo más recóndito de mi propio ser.

—Y... llegamos —informó mi padre—. Ve a bajar tu equipaje, hija —ordenó autoritario.

Ya no sentía nada, más que dolor afligiendo mi pecho como si viniese a remplazar a mi corazón, parecía una robot, sin hablar, solo obedeciendo las órdenes de mi padre, haciendo lo que él me pidiera hacer, ya no era yo, ahora era alguien perdida, alguien apagada cual interruptor dejó de funcionar un día y espera ser restaurada y volver a funcionar, queda allí, en el olvido observando cómo el que un día decía quererle es el mismo que no intentó volverla a restaurar y la dejó en cualquier sitio con todos sus pedazos rotos que una vez intentaron armarse, pero las circunstancias la hicieron desmoronarse, volverse a destruir.

Me informaron que mi habitación sería la de huéspedes, podía convertirla en mi propio estilo, pero al ingresar dejé mi equipaje en una esquina y me tendí en la cama a pensar y volver a llorar recordando todo lo que perdí, lo que extrañaría. De mi vida anterior solo había quedado Perla, mi gata, habría que empezar de cero... y eso no cabía en mis cosas por hacer.

Bajé después de horas finalmente y ayudé a mi abuela a preparar la cena como lo hacíamos en los viejos tiempos, pensé que quizás eso me ayudaría a no estar tan mal y pudiera evitar recordar tanto a Matías.

Luego de ayudarla un poco decidí ir a tomar un poco de aire fresco para saciarme de alivio hasta que oí el llamado de mi madre informándome que estaban por cenar.

—El Instituto del pueblo queda aquí cerca, empezarás el martes, ya hablé con los directivos y les agradó la idea. Nueva gente ¡eh! —mi padre intentó animarme tajantemente fracasando como muy a menudo.

—La gente vieja me agradaba más —lo contrarié.

—La comida está muy deliciosa madre —mencionó ignorando mi comentario.

Mi abuela negó con la cabeza, sabía lo que mi padre había hecho y no estaba en acuerdo con su decisión, después de todo no debía intervenir en las decisiones de su hijo, nadie lo hacía.

—Vamos mi tesoro ¡anímate! Tal vez vivir aquí no sea tan malo, de niña te gustaba venir a visitarnos y compartir momentos alocados con tus primos, siempre terminaban con la ropa sucia o en problemas que ahora se convirtieron en buenas anécdotas para contar —introdujo mi abuela y reí ante esos recuerdos en mi cabeza.

—Iré a dormir, tuve un día bastante pesado y me dejó agotada —fingí un bostezo.

Me dirigí a mi nueva habitación, el aire fresco invadía el lugar y agitaba las cortinas verde limón de la ventana estrecha, tenía una buena vista al patio y al cielo, aproveché el panorama perdiendo mi mirada en las estrellas preguntándome si qué estaría haciendo Matías en esos momentos y entonces una lágrima se me escurrió seguida de otra.

"No veo un mundo viviendo sin ti, me complementas y me haces sentir especial. Nunca me sentí de esta forma, tan entero, con necesidad de mimarte como a una niña indefensa que proclama mi cariño. Temo que soy yo quien también necesita de ti, quien necesita del calor de tus brazos, de tus caricias tan espontáneas, de tus labios" Había admitido Matías antes de besarme de tal forma como él lo hiso, con ternura, pasión, intensidad, todo aquello estremeció mi piel como si lo estuviera sintiendo de nuevo, aunque pensaba que no lo volvería a sentir jamás.

Toqué mi boca y saboreé el sabor de sus labios que aún estaban impregnados en ellos. Necesitados de volverlo a sentir, que imploraban por él... lo llamaban intentando hacerse escuchar a los kilómetros.

Había aprendido que las cosas que tienen que suceder, suceden, no importa cuánto lo evitemos o cuánto tratemos huir de él, todo ocurre en su tiempo, no fuera de él, ni segundos antes ni minutos después, tiene sus etapas... tal vez ese tiempo con Matías aún no me correspondía.

Inquiría en por qué las cosas simplemente no sucedían entre nosotros, el sentimiento de ambos era recíproco, nos gustábamos durante varios años y ese sentimiento nunca desapareció de nosotros, a medida que el tiempo avanzaba nuestro amor se incrementaba sin control, sin poder ocultarlo más, aunque hay momentos en la vida donde parece que el amor no es suficiente, siempre existen adversidades que separa todo lo que un día con mucho esfuerzo fue cultivado y lo corta, dejando únicamente las raíces que, si todo aquello no permitió que fuera destruido por completo, volverá a resurgir, a crecer con más fuerza.

Esperaba con ansías que todo lo que estaba sucediendo simplemente fuera una adversidad más y que solo cortara los tallos, no las raíces.

"Cuídalo, por favor" rogué mirando al cielo de tapiz de estrellas como si alguien a través de ellos pudiera escucharme.

Antes de que amanezcaWhere stories live. Discover now