21

92 43 6
                                    

— ¿Te divertiste lo suficiente? —indagó mi padre cuando ingresé a la casa a hurtadillas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

— ¿Te divertiste lo suficiente? —indagó mi padre cuando ingresé a la casa a hurtadillas.

—Papá, y-yo... pensé que...

— ¿Qué? ¿Pensaste que soy muy estúpido para no percatarme que seguías encontrándote siempre con aquel muerto de hambre?

— No hables así de él. No sé qué es lo que tiene de malo, no lo conoces, no es como tú dices. —sollozaba desenfrenadamente—. ¿Cómo supiste que seguíamos encontrándonos? —bajé la mirada.

—Siempre lo supe, solo hacía caso omiso para ver si con todos esos años aprendías que él no te convenía, pero NO, no fue así ¿verdad hija? —exasperaba con furia.

—Es que tú no lo entiendes, él... me gusta —musité.

—Es más, mira de lo que me vengo a enterar. Supongo que no pudiste hacerlo todo tú sola ¿quién te ayudó? Acaso fue... ¿tu madre? —intuyó y me quedé en silencio sabiendo que no convenía que mi padre lo supiera, al menos yo no la delataría—. No hace falta que lo menciones, tu silencio ha dicho bastante ¿qué es esto? ¿una rebelión contra mí?

—Papá, nosotras... yo no... —no pude completar la frase, mi padre me había brindado una bofetada que marcó de un rojo fuerte mis mejillas.

—Enciérrate en tu cuarto hasta que mejor te parezca y luego veremos, mañana nos espera un gran día —mencionó irónicamente luego de todo ese revuelo.

Me quedé allí, tendida en el piso llorando, mis ojos estaban bastante rojos e hinchados, sollozaba, negaba con la cabeza y mis manos puestas en ella, estaba afligida, derrotada, sin ganas de pararme y buscar convencer a mi padre.

Me dirigí a mi habitación, tomé una ducha fría que aliviara mis ansias, me despojé de mi ropa e ingrese; mi piel reaccionaba al agua que la erizaba a su paso mientras algunas lágrimas seguían escapando escurriéndose buscando senderos para luego perderse con el agua. Me vestí con un piyamas de seda claro y me tendí en mi cama de brazos abiertos.

Mi primer beso —suspiré—. era una lucha intensa por mantener nuestras composturas que comenzó de suave mientras iba intensificándose dejándonos sedientos y presos de la pasión, aun así era dulce, cálido y húmedo a la vez, nos olvidamos de todo lo que existía a nuestro alrededor, porque lo único que importaba en ese momento era ese beso que nos fundía en una sola esencia sintiendo el calor de cada uno y tratando de adueñarse de los labios del otro para no tener que despegarse nunca más, solo seguir en lo suyo.

No quería imaginarme lo que pasaría al otro día, sabía que el castigo sería severo, a la primera advertencia la había humillado desapercibida, para mi padre no había una tercera, ni una segunda, con la única que daba era suficiente, pero era difícil tomar distancia de quien alborotaba mi ser, no podía simplemente alejarme, no podía; no quería.

Tomé en mis manos la chaqueta que Matías me había prestado para que no sintiera frío, aún olía a él, aspire profundamente intentando sentir más a fondo su esencia y volvía a recordar nuestros besos obviando la parte en la que mi padre me descubrió, no tenía caso pensar en eso.

Abracé la chaqueta envolviéndola en mis brazos esperando que nada malo se le ocurriera por castigo a mi padre.

— ¿Puedo pasar? —mi madre tocó a mi puerta.

—Sí mamá, pasa —sequé algunas lágrimas que habían caído—. No sé qué hacer —confesé.

—Mi niña —me envolvió en sus brazos sintiendo mi aflicción—. No pude evitar que tu padre lo supiera, mintió con respecto a que entraría a darse una ducha y los observó a través de la ventana del corredor, logró verme espiándolo, entonces intuyó todo. Era irracional mentirle al respecto cuando ya sabía la verdad.

— ¿No te ha hecho daño mamá? ¿Por lo menos encarado o algo? ­

—Es lo que me sorprende, supongo que algo muy fatídico estará planeando, se lo tomó con una oculta tranquilidad que da a dudar.

—No quiero separarme de Matías, mamá. Nos dimos nuestro primer beso, todo fue maravilloso, no soportaría lo que papá estará planeando ¿por qué es así? ¿por qué no me deja ser feliz? ¿qué culpa tengo de que a él no lo criaron con amor? ¿mamá qué fue lo que hice mal? Dime —inquirí con un hilo de voz a punto de romperse.

—No debemos juzgarlo hija, sabemos que actúa de mala manera, pero es él quien debe percatarse y enmendar su error, no nosotras, no somos dueñas de las decisiones de nadie, cada decisión que tomemos nos lleva a un camino o varios, sea bueno o malo, cada uno decide si quedarse en el pozo o salir de allí sacudiendo el resto de tierra que le queda adherida a su cuerpo.

—Creo que papá sigue decidiendo hundirse en el pozo y cavar más a fondo.

—Déjalo que se equivoqué, algún día deberá aprender y ese día estaré dispuesta a perdonarlo, soltar con él esa carga llena de palas y materiales para cavar —bromeó con mi comentario—. Es hora de que descanses hija —depositó un beso en mi frente, me cubrió con la cobija y me cantó una música que solía cantarme de niña, me brindó algo de paz y cerró la puerta tras su salida.

Aún recordaba todas las noches en que mi madre ingresaba a mi habitación antes de dormir y me cantaba ahuyentando a todos los "monstruos" que me atormentaban para descansar tranquila, una sonrisa se iluminó en mi rostro al recordar esos momentos que creí se habían perdido.

Mi mente vagó un poco más de tiempo recordando todo lo acontecido en el día y en todos los años que ya habían pasado con Matías siendo parte de mi vida y luego me rendí al sueño que se apoderaba de mí, que me apresaba.

Antes de que amanezcaWhere stories live. Discover now