1) Nueva

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El clima en la ciudad de Londres era húmedo, gris, pero más allá de eso, el clima era agradable. El mes de junio azotaba la gran metrópoli, y llegando del subterráneo, Charlotte se quedó observando el hermoso Palacio de Westminster que se exibía frente a sus ojos. Lo contempló un rato largo, mientras una sonrisa se colaba despreocupadamente en sus labios, mirando el imponente Big Ben, en todo su esplendor. La gente se presipitaba en las calles, todo era mucho más rápido de lo que era en la vieja ciudad de París. Todo mucho más... acelerado. Siguió caminando, hasta encontrarse con un imponente edificio, que ocupaba toda una manzana, de paredes blancas como la nieve, y tan altas y macisas como si fuera la Gran Muralla China.

Charlotte caminó, a paso firme hacia el edificio, donde, se encaminó hasta la oficina del director, el cual, no la pudo atender, y en cambio, un hombre de unos cuarenta y tantos de años la atendió.

—Buenos días, señorita...

—Charlotte. —contestó ella, sonriendo. —Charlotte Bachelard.

—Si, déjame ver. —dijo el hombre, buscando en unas carpetas color amarillo pálido, luego de unos momentos, tomó una y la hojéo. —Toma. —musitó este, estirándole hacia la muchacha unos papeles. —Allí están tus clases, horarios, mapa de la escuela, el listado de las actividades extraprogramáticas, la clave y número de tu casillero y... Eso es todo.

—Muchísimas gracias, Sr...

— Smith.

—Sr. Smith. Muchas gracias. —volvió a decir Charlotte, con una suave sonrisa. —Hasta luego.

—Que tengas un buen día. —acotó el hombre, correspondiendo a la dulce sonrisa de ella.

La escuela era más grande de lo que se veía por fuera, y pudo observar como todos los alumnos se encontraban ahora en el patio del recreo, el cual, como toda la arquitectura del lugar, se parecía a un castillo de la edad media. Las paredes de piedra caliza, el pizo de piedra oscura casi negra, y el pasto verde era lo que predominaba en aquel sitio, Charlotte no se detuvo a pensar un segundo, viniéndole a su mente solo una palabra: hermoso.

Un timbre burdo y estrepitoso, cortó con toda la mágia que aquel lugar proporcionaba, mientras todos los alumnos corrían a sus respectivas aulas. Ella, como era nueva, tomó su horario y fijó la vista en este: filosofía y ética.

Buscó el salón, y tardó un poco en encontrarlo, ya que, muy tonta de parte de ella, lo había leído a la inversa, y se fue, para el otro lado del edificio. Así que, casi corriendo, llegó a lo que sería el aula de dicha materia.

—Tarde.

—Lo sé, y lo siento mucho. —contestó apenada ella. —Es que soy nueva y me perdí, y...

—Pase, pase señorita. —dijo el hombre, de unos cincuenta y muchos años, de pelo canoso y mirada dura. — ¿Su nombre?

—Charlotte Bachelard.

— ¿No se habrá desvelado para asistir a mi clase, verdad? —indagó con ironía el docente.

TROUBLEMAKER - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora