Capítulo Dieciséis.

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18 años atrás.

-Padre,-Ate imploraba.- Una oportunidad. No me debes retomar como su segundo al mando, como tu mano derecha. Puedes ignorarme el resto de nuestras inmortales vidas, pero déjame volver a mi hogar.

Entonces Zeus, rey del Olimpo, observó a la mayor de sus hijas. Ate lo había engañado hace años, haciéndole jurar que el siguiente descendiente mortal suyo que naciera sería un gran gobernante, para luego ocasionar que Heracles naciera después de Euristeo, invirtiendo el orden que estaba previamente previsto por la Moiras. Esto lo ideó Hera, pero Ate había sido la responsable de lo que ocurrió, finalmente.

Lo había engañado y él la había expulsado del Olimpo, pero ahora le rogaba la oportunidad de volver.

-De acuerdo.- Dijo él.- Pero debes darme ofrenda de paz. No cualquier ofrenda, debe ser algo que cumpla con dos reglas: Debe ser tuyo y... Debe brillar.

La diosa se despide rápidamente, y promete no decepcionar a su padre esta vez. 

Su palacio actual es de menor tamaño, es cierto, pero Ate no se puede quejarse realmente. Tiene todo lo que es importante para ella en ese pequeño palacio, tiene lo más importante en el mundo allí. Camina rápidamente hasta el dormitorio en la torre más alta.

La habitación está tibia. Es grande, llena de cosas necesarias para que su pequeño habitante nunca tenga necesidad de poner un pie afuera, a menos que quiera hacerlo. De momento, no había sido necesario, y eso era lo mejor. Puede protegerla de todo allí.

La pequeña cuna dorada tenía un velo, Ate lo hace a un lado delicadamente, y allí está ella. La primera y única hija de Ate.

 La pequeña había despertado, más se mantenía en silencio. Una risa se escapó de su pequeña boca cuando ve a su madre, y rápidamente estira los brazos en dirección a la diosa de la tragedia. 

-Mi pequeña.-Ate toma a su niña en brazos, y acaricia su cabello negro.

La bebé se rie al ver a su madre de regreso. Ate la pasea entre sus brazos por la habitación, mirándola sumamente preocupada. La bebé juega con el cabello rubio de su madre, mientras la diosa que jamás había conocido el amor piensa en cómo va a salvar la vida de lo único que le importa en el mundo.

Ate había sido expulsada del Olimpo hace siglos, pero sólo ahora tenía la necesidad vital de volver.

La pequeña bebé de ojos verdes era su primera hija, pero al estar débil por no ser bienvenida en el Olimpo, Ate no pudo... Gestar un bebé completamente sano.

Su pequeña bebé estaba enferma. Su corazón era demasiado pequeño, y Apolo le había dicho que no iba a llegar más allá de los 3 años de edad. La única forma que tenía para que su bebé mejorará era volver a ser vinculada al Olimpo.

Brillante y suyo.

¿Qué podría ser brillante y suyo?

Se sienta en una mecedora en la habitación de su bebé, a darle pecho.

La pequeña de piel sonrosada estira su manito, y Ate acerca su rostro para dejarla tocarla.

Era la primera hija que había tenido. No lo había planeado, pero... Simplemente conoció a un mortal que le gustaba, y pasó lo que pasó.

El mortal se quiso llevar a su bebé, argumentando que debía tener una vida normal, lejos de la vida que le podía dar su madre. Ate no dudó en llevarse a su bebé, y nunca volver a poner un pie en Italia.

Adoraba a la pequeña con locura. Se había vuelto su mundo, por eso cuando nació y tardó en llorar había quedado preocupada. A los 6 meses de nacida, su niña había comenzado a actuar raro, se movía poco y dormía aún demasiado. Apolo confirmó sus temores; Su bebé no podría vivir mucho, ya que su corazón no tenía el tamaño ideal. Lo único que Ate podía hacer era volver al Olimpo, y rogar perdón, para que el flujo de energía llegase a su bebé, y su corazón lograra estabilizarse.

Blind Spot, Weak Spot. (Di Angelo)Where stories live. Discover now