Horas antes.
Su piel pálida pero sonrosada parecía relucir en toda la oscuridad que había en aquel lugar. La diosa de ojos cafés miró a su alrededor, buscando algo que le dijera exactamente en qué lugar del campamento mestizo había aparecido. Rápidamente se ubicó a sí misma en el bosque, muy cerca del lugar en el que quería aparecer en primer lugar.
Al ser una diosa que solía vivir en el Olimpo, sus fuerzas para hacer todas esas cosas de dioses,- Cómo aparecer de la nada en un lugar.- Provenían de dicho lugar. Cuando Hera la convenció para ayudarla a engañar a Zeus con el nacimiento de sus hijos, provocó que Zeus, al descubrir el engaño, la expulsara con el Olimpo lo cual, fuera de todo lo cómodo y placentero que era vivir en Olimpo, también ocasionaba que sus poderes se debilitaran significativamente.
Detestaba eso. Apenas podía recordar cómo eran sus poderes en tiempo de antaño, cuando era reconocida dignamente como la primera hija de Zeus, y él tenía toda su confianza depositada en ella, lo que ocasionaba que ella tuviera influencia en ciertas decisiones, menores, que él hacía.
Hasta que Hera entró en el cuadro y terminó expulsada de su hogar, con poderes mucho más débiles y con la confianza de su padre en ella completamente destruida. Probablemente por esa misma confianza que el rey de los dioses depositaba en ella era que Hera había decidido que debía ser ella quien la ayudará en su plan para hacer que Zeus prometiera algo de lo que después se iba a arrepentir, motivado por su orgullo.
Sus ojos escanearon el lugar a su alrededor. No había nadie más que ella ahí, y al ser una diosa no debía preocuparse de que algún monstruo viniera e hiciera algo de lo que se iba a arrepentir, como atacar a la diosa de la fatalidad, que por mucho que tuviera poderes más débiles que hace muchos siglos, seguía siendo poderosa.
Estaba en el bosque, a las dos de la madrugada. Justo como habían acordado, por lo que debía llegar en cualquier minuto.
Él, en todo caso, dijo que existía la posibilidad de que llegara hasta media hora tarde. La diosa decidió esperar, entonces.
Rememoró su plan. Era brillante, confuso quizá, pero brillante. Lo único lamentable es que habían cosas que saldrían de su control, como el tiempo que le tomaría a este chiquillo cumplir con la promesa que pactarían esa noche, o qué pasaría con la chica al final.
Eso era, quizá, lo que más problemas podría causar. El final de la chica era problema suyo, pero no conocería las consecuencias hasta que ocurrieran, y eventualmente podría presentarse como un problema para ella, Ate.
Además, le causaba algo de culpa todo el asunto. Es decir, ella metió a la hija de Hades en todo esto y, por más que lo negara, la chiquilla le causaba lástima y una especie de extraño cariño, al ser ella quien era su boleto al Olimpo.
Por eso mismo le daba lástima que, en un escenario completamente posible, Veronica podía terminar muerta.
La joven podía morir, como cualquiera, pero con todo lo que iba a pasar sus posibilidades de terminar muerte incrementaban significativamente. No podía decirle lo que podía pasar, porque terminaría alterando el futuro sin ella poder predecir qué hacer o qué no hacer, un futuro que escapaba de las manos de Ate y de su plan, minuciosamente trazado.
Debía arreglárselas sola, finalmente... Pero ese era un problema que aún tenía tiempo de atender, en lo que debía concentrarse era en el trato que haría en la próxima media hora.
Era simple, ridículamente fácil, como engañar a cualquier ser que podía morir, ya fuese semidiós o simplemente mortal.
Ate estaba convencida de que eso de poder morir era o que volvía a los humanos seres completamente fáciles de engañar. La mayoría no quería morir y con solo decirles algo como 'Te diré cuándo morirás si haces esto' La persona correría a hacerlo. Le temían a la muerte, pero a la vez tenía un fascinación casi morbosa con esta, quería saber detalles de cómo murió alguien o y los atormentaba pensar en que no sabían en qué día sería su propia muerte.
