46 | Audrey

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   Nunca dejaba de sorprenderme a lo que había llegado a convertirse mi vida: me encontraba en una celda demasiado pequeña, rodeada de oscuridad y olor a muerte y sangre. No había contenido las ganas de vomitar cuando me arrojaron aquí dentro, y tenía la certeza de que la había pisado varias veces accidentalmente.

   Estaba muerta, eso lo sabía desde el principio.

   Al pensar en mi padre y cómo habíamos desaparecido... Ni siquiera pude contener las lágrimas.

   No sé cuánto tiempo había transcurrido desde que me encerraron, pero pareció una eternidad cuando oí el chirrido de una puerta oxidada siendo corrida y pasos acercándose hacia mí. Sin embargo, la oscuridad me imposibilitaba ver más allá de mi nariz.

—Voy a sacarte de aquí, de alguna manera u otra —dijo alguien.

—¿Wade? —susurré.

   Pero no tuve otra respuesta. Volví a encontrarme sola allí dentro.

   Ni siquiera podía saber si era de día o de noche, apenas recordaban traerme comida y cuando pedía por un baño hacían los oídos sordos.

   Sabía que habían pasado varias horas, tal vez varios días. ¿Cuándo terminaría la guerra? ¿Cómo se definiría su fin? ¿Dónde estaría mi padre? ¿Habría muerto ya? No podía evitar hacerme todas esas preguntas y más.

   Pero entonces oí nuevamente aquella puerta oxidada, y a pesar de que estuviera tan oscuro como la noche, pude distinguir una figura corpulenta.

—Ya han definido tu sentencia, Mackenzie —una voz grave me dijo.

   En otras palabras: se han puesto de acuerdo ante la manera que moriré.

   Abrieron la celda y antes de poder correr, un dedo pulgar tocó mi frente y me quedé totalmente inmóvil pero consciente.

   Mi cuerpo quedó suspendido en el aire, o al menos así lo sentía mientras me llevaban en brazos, y en cuanto vi luz alrededor sentí la sensación de quedarme ciega.

   Fui depositada en una camilla.

—Ya puedes quitarle el noqueo —murmuró una voz. Pasaron unos segundos en silencio y la voz volvió a decir—. Hazlo, no se moverá de aquí.

   Y un momento después comencé a sentir mis extremidades nuevamente. Me senté en la camilla y me percaté de que estaba en la enfermería.

   Graham estaba frente a mí.

—Buenas tardes, Mackenzie. ¿Cómo te sientes?

   ¿Era una broma?

   La bilis subió por mi garganta y no dudé en escupirla en sus zapatos.

—Bien, eso lo dice todo —comentó él—. Veamos tus pupilas, estaba realmente oscuro allá abajo, ¿no es así?

   Unos diez minutos más tarde, ya había hecho todo tipo de exámenes. ¿Para qué hacía eso? ¿Para saber en la condición médica que moriré? Los demonios parecían tener sus costumbres.

    Estaba a punto de gritarle algo a Graham sólo para desahogarme, pero fui interrumpida por la figura de Wade que entró apresuradamente.

—Nate te necesita —arguyó—. Una emergencia con uno de los heridos, no puede manejarlo solo.

—Eres su Rastreador, ¿cierto? —Graham musitó— Vigílala de cerca, que no se atreva a huir. Estaré aquí en menos de lo que pienses.

   Graham tomó su maletín y salió por la puerta de la enfermería.

Juego Celestial [Trilogía Trascendental #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora