01 | Wade

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   Era la guerra.

   Y todos nosotros lo sabíamos.

   Sabíamos también que llegaríamos a esto: a tomar la Tierra como un campo de juego. Así de simple, como un tablero de ajedrez. Los planes ya estaban hechos desde hace siglos, sabíamos nuestras movidas, anticipábamos las jugadas del enemigo.

   No me compadecía, sin embargo, de los humanos. Aquella intolerable y egoísta raza, histérica y cruel. Se merecían ser peones, eso no era negociable. En toda mi vida, y eso que fueron muchísimos años como para contarlos, no he conocido un humano que no tenga intenciones egoístas y que lo favorecieran a él mismo o ella misma. Todos tenían la misma meta en común, todos eran unos seres odiosos y repugnantes. Yo los llamaba "Repudiados"; y aquél término se ha hecho oficial desde nuestra Invasión.

   La Invasión había resultado exitosa: todos aquellos Repudiados corriendo de un lado a otro con el miedo que les fluía en la sangre, alterados y excitados por la llegada de algo desconocido. Porque así eran ellos, temían a toda cosa nueva que se moviera. Y nosotros nos movimos mucho, claro está.

   No me importaba destrozar cada parte de su planeta, que todo quedara reducido a cenizas, que hubieran más de cinco desastres naturales al día y que en cada uno de ellos muriera un cuarto de población.

   No me interesaba, pero sí al jefe.

   A él si le importaba, sino, ¿quién jugaría para su bando? Todos morirían y el juego se habría acabado antes de comenzar. No, él no deseaba eso, así que tuvo que idear un plan para no matarlos a todos de una vez. Y ahí es donde vuelvo a entrar yo: un Rastreador. Y sí, aparentemente los nombres eran relevantes en la guerra. En fin.

   Los Rastreadores tenían la simple tarea de, valga la redundancia, rastrear a supervivientes. Llevarlos a nuestra mitad del planeta y hacerlos parte de ese reinado para después utilizarlos como piezas de juego; así luego no podrían dedicar el resto de sus vidas a otra cosa que no fuese demostrar lealtad y servir a nuestra mitad.

   No se equivoquen, me gustaba mi trabajo, eso de aterrorizar hasta la muerte a los Repudiados y llevarlos a la fuerza con el jefe era bastante genial, pero a veces oponían tanta resistencia que era agotador emocionalmente cargar con ellos; especialmente las chicas adolescentes que chillaban piedad. Insoportable.

   Hasta que el jefe me ordenó rastrear a otra más. Alguien llamada Audrey Mackenzie. Al principio quise gritarle que estaba loco por mandarme nuevamente en busca de otra adolescente loca, pero me mantuve sereno. Si yo le hacía frente al jefe, serían mis últimas palabras. Mejor no abrir la boca nunca.

   Cómo sea, encontraría a Audrey Mackenzie. Y luego, demandaría unas vacaciones. 

Juego Celestial [Trilogía Trascendental #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora